Jueves, 30 de Enero de 1.997 Rezo… 10:32h. a 11:47h.
Yo.- Amado mío, deseo preguntarte por Hoanchu, que le dijo ayer a Bondad, sobre Tu mensaje con él, que eras un Dios muy imponente, y no creía que fueras así; y le añadió: “¿No crees que puede ser el demonio?”.
+ ¿Por qué creéis que el demonio tiene tantos súbditos humanos?
Por eso, porque lo creen más poderoso que Yo, ¡Dios!
Yo, para la mayoría, soy un Dios vencido; sólo ven mi muerte en la Cruz, mi soledad, el desespero de María, y piensan: “¿Qué podemos esperar de Dios, si ni a sí mismo se salvó? ¿Cómo puede ayudarme a mí, si no pudo con los judíos y romanos?”.
¡No saben nada!
No saben que morí precisamente por mi Omnipotencia, para que así tuvierais la oportunidad de vivir eternamente en mi Gloria Celestial.
¡Mi Mundo no es este triste y corrompido mundo, en el que vivís 70, 80 o 90 años! Mi Mundo es el mundo feliz y libre del Cielo Infinito, de la Belleza Incalculable y Eterna. Allí, nada se marchita, nadie se hace viejo, nada se rompe o se pierde.
Sí, en el madero, allí crucificado, desnudo, humillado por vosotros, mas humilde por mi propia voluntad de obedecer en todo a la voluntad del que Soy, de Dios; allí, los que no sabéis por qué morí, creéis que era tonto, un insensato, y, ¿quién desea acudir a un Dios así? Mas, paradoja, hijos míos, allí es donde se vio mi fuerza, la Omnipotencia y el verdadero y excelso Amor de Dios Hijo, para Dios Padre y Dios Espíritu Santo y Dios, con vosotros: hermanos, compañeros de sufrimientos humanos, de días cansados, de soledades y desengaños. Mas, si Yo, Dios, no hubiera obedecido y muerto en la Cruz por ti, tú ahora no tendrías posibilidad de rezar, de poder, a través de la oración, rezar para tu perdón y tu salvación, y para la ayuda que necesitas, para vivir en este mundo de desgracias y desdichas.
Pero recuerda, amado mío, amada mía, que si soy Dios Hijo Jesucristo, también soy Dios Espíritu Santo, y Dios Padre; y la fuerza de Dios es Imponente, ya que: ¡¡Soy Dios!! Soy el amo del mundo, del mundo visible y del mundo invisible; tengo bajo mi mando innumerables ejércitos de Ángeles, que libremente me adoran, y hacen mi Santa voluntad, adorándome libremente, por lo mucho que me aman, que aman al Amor, a Mí, a Dios.
Vosotros los hombres, discutís Conmigo, os enfadáis Conmigo, blasfemáis contra Mí, ¡contra Todo poder! Realmente no sabéis lo que hacéis: si por un instante tuvierais mi visión, la visión de Dios en Unidad, desearíais morir, al ver lo inferiores y poca cosa que sois a Mí.
Yo me río de vuestros príncipes y reyes, de vuestros gobernadores y políticos; se dan aires de ser algo, alguien, y no son nada sin Mí, sin Dios, que los elegí; los dispuse en el cargo que están, para juzgarlos por el cargo que ocupan. Ellos creen que dominan el mundo, y viene un huracán y callan. Y pasa un cometa tan cerca de la tierra, que sus instrumentos no han captado, y que si Yo, Dios, quisiera, os habría destrozado.
Cada uno está sólo. Yo no: Yo, Dios, tengo libremente, numerosos ejércitos que están bajo mis órdenes, sin cobrar nada, sin esperar nada; sólo dan, dan a Dios, a Mí, la Gloria que me merezco por ser Eso: ¡Dios! El que los creé por amor, no por ansias de poder.
Yo, Dios, ni preciso de los Ángeles, ni de nadie: me basto a Mí mismo. Soy Dios, la Energía Creadora, la Potencia de la Suma Bondad Infinita. No me veáis malo. ¡No soy malo! Estáis acostumbrados a las reglas mundanas, que dan maldad a todo aquel que tiene poder, y por su poder, os esclaviza. ¡Yo no necesito esclavos! ¡No necesito de vuestro trabajo! No preciso de casas, de oro y plata; no como, no duermo, ¡no necesito nada! Por eso, no os necesito; me basto y me sobro a Mí mismo. Nadie me manda, nadie me soborna, soy la Suma Inteligencia y veo todo lo oculto. ¿Quién puede engañarme? ¡Nadie! Por eso soy Imponente, tal y como me denominó mi hijo Hoanchu, y se asustó, y pensó que era Satanás, el Demonio. Y os digo que él, Satanás, el Demonio, tiene cierto poder para hacer el mal, ¡jamás el bien! Todo lo malo, ¡todo! Proviene de él: El dolor, el miedo, la enfermedad, el desasosiego. Yo, Dios, se lo permito, si es mi voluntad, y si es para un buen fin; para quien va a recibir un mal y con esto le hace un bien, es decir, os pondré un ejemplo:
A veces Satán os hace caer al suelo, y que os dañéis, mas, gracias a esta caída que Yo, Dios, he permitido, habéis tenido que cambiar los planes del día y os habéis encontrado con una experiencia buena, que Yo deseaba vivierais, para así pudierais encontrarme a Mí, a Dios, y mi bondad, y mi amor. Por eso, no deseo que os quejéis, de nada de lo que os pase, si es que vivís en mi Gracia, en Gracia de Dios, por haber confesado vuestros pecados.
Los que no vivís en Gracia, los que vais llenos de pecados, no está mi ayuda en vosotros, ya que, libremente, no habéis acudido a Mí, a Dios, en la confesión y en la comunión: vivís apartados de Mí, y si no fuera por la Santa Iglesia, el Papa, y los Santos, que me piden os ayude, no recibiríais nada de Mí, de Dios.
Si recibís mi amor y un tanto de mi Providencia, es gracias a Mí, a Dios Hijo, que vuelvo a darme en el Santo Sacrificio de la misa, y vuelvo a morir y a verter mi Sangre por vosotros, todos los hombres. Pero claro, los que vivís en el pecado, por no acudir tontamente y neciamente a confesaros, vais sin mi Gracia, y es como si anduvierais con los ojos cerrados: la oscuridad os cerca y vais cayendo, tropezando por más que Yo, Dios, por Mí, por la Santa Iglesia, el Papa y los Santos, acudo a ti.
Tú estás ciego, ¡no me ves! Estás sordo, ¡no me oyes! Y caes una y otra vez, ya que el Demonio te pone la zancadilla, cuantas veces le apetece.
Si no vienes a Mí, hijo mío, hija mía, si libremente no me rezas y me pides ayuda, Yo, Dios, aunque te voy ayudando a través de las peticiones que la Iglesia Santa, el Papa, y los Santos, me hacen por ti; si tú no quieres, te alejas y sigues viviendo en las tinieblas. Hazme caso, hijo, hija, dime así: “Dios mío ven, ayúdame, dame fe”. Con esto y menos, Yo, Dios, ya me pongo en movimiento y acudo a ti. Sólo un pensamiento tuyo diciéndome “Sí”, Yo, Dios, me apresuro a acudir a ti, y… ¿no es esto ser Todopoderoso? ¿No es esto ser Dios, un Dios Imponente, un Dios que alejo a Satanás con sólo mi deseo, si ésta es tu voluntad?
¿No soy digno de ser tu Dios, si te deseo dar, por tu libertad, al pedírmelo, todo lo bueno y que sea un bien para ti?
Yo, Dios, soy el amo del mundo, de todo lo visto y por ver. Pero no quiero esclavos, quiero que libremente me améis.
¿Soy injusto al pediros vuestro amor? Tú, cuando quieres que te amen, ¿cómo deseas que lo hagan? ¿Libremente, o por lo que tú tienes o eres? Pues Yo, Dios, deseo que se me ame por lo mucho que os amo, no por lo que tengo: por todo mi poder.
Por eso, cuando acudís a Mí, a Dios, os pruebo y os permito que sufráis, que Satán os dañe; así sé si seguís fieles a Mí, a pesar de la prueba que siempre podéis superar. Jamás, jamás permito que Satán os dañe más de lo que vuestras potencias resistirían.
Cree hijo mío, hija mía, que todo, todo lo que te sobreviene, puedes resistirlo. Yo mismo te doy mi fuerza, si acudes a comulgar: allí te abrazo y te lleno de mi Gracia, que te ayuda a resistir, pero ¡no me vivas en pecado! Vete a confesar.
Si vienes a comulgar estando en pecado, jamás me recibirás, aunque acudas a comulgar, ya que al entrar en contacto con lo impuro, con el pecado, me “difumino”, es decir, por mi mismo poder dejo la Hostia, y tú, en vez de tenerme a Mí, tienes sólo pan, nada más que pan. ¿No soy poderoso? Pues, Yo hablo tal y como Soy.
Mi Voz, es la voz de Dios, ¡voz Imponente!
¡Soy Dios!