Saltar al contenido

Revelaciones 62

…rezo… (9:56) a (11:25)

 

+ Gracias, apóstol, Bondad, hijo mío tan amado, por tus sinceras y audaces palabras a mi hijo Marcilla, que ha leído casi, casi todos mis Escritos, y se ha sentido pecador e indigno de mi amor. Es joven y orgulloso; veintiún años, y ya ha pecado tanto. ¡Yo, Dios, lo amo! ¡Estoy “loco” de amor por él! No sabía de Mí, del amor del Dios de amor, y mi misericordia se aumenta infinitamente por ello.

A todos los hijos míos, hijas mías, que no sabían de Mí, de Dios, hasta ahora, por vosotros, suelto mi Lengua y mi Corazón, el Corazón de Dios, os habla:

¡Amados míos, amados de Dios! Sois buenos, pero no habéis tenido ocasión de demostrármelo, demostrároslo y demostrarlo, ya que no sabíais de Mí, y, si sabíais algo, era confuso, pero Yo, Dios, vengo a veros. ¡Miradme!, soy ese Dios que no creíais que existía y que, si creíais, pensabais que estaba muy lejos, ¡lejísimos!, ocupado con mis cosas y asuntos.

Y así es, amados míos, estoy y estaba y estaré, ocupado en mis asuntos. Y, ¿cuáles son los asuntos de Dios? Todos os ocupáis de lo que os pertenece, de lo que sale o ha salido de vuestras manos, ¿no? Y, ¿qué es lo que le pertenece a Dios? ¿Qué es lo que ha salido de mis Manos? Os lo digo: ¡Todo lo creado, ha salido de mis Manos! Y ahora os preguntáis: ¿Cómo se ocupa Dios de su Creación, si la Creación va camino de su perdición, de su destrucción, si la Naturaleza está contaminada? Y Yo, Dios, me apresuro a contestarte, hijo amado, hija amada.

Sí, Yo, Dios, creé lo creado, y lo creé para vosotros, para los hombres, y os la di, ¡os la entregué y os pertenece! Aunque es mía, os la cedí para que la cuidarais y os deleitarais en y con ella; y a través de ella, y por ella, y con ella, me glorificarais, es decir, por vuestros hechos, se viera el amor, respeto y obediencia que me tenéis, a Mí, al Dios Creador. Os la di, os la cedí, porque soy vuestro Padre Dios, y vosotros sois mis amados hijos. Pero como soy un Padre bueno, os di la libertad, para que me amarais como hijos a un Padre, que aún siendo Dios, y por ser Dios, y amándoos tanto, deseo, deseaba, que me amarais, que me améis con libertad, con la libertad de los hijos adultos, que se ganan la vida libremente y no están sujetos, por necesidad, a sus padres.

Yo os di mi Creación para que os sintierais y fuerais libres, hijos adultos que no “necesitan” del padre, y que, al no necesitarme, me sirvierais, me amarais por libre libertad.

¿Verdad que es sencillo?

Todo lo que sale, o ha salido o saldrá de Dios, es sencillo. Y Yo mismo, Dios, os lo cuento con palabras sencillas.

Así es, hijo mío, hija mía, Yo, Dios, os amo y me ocupo de mis cosas. Mis cosas sois vosotros, mis hijos.

La Naturaleza la cuidáis vosotros, ya que Yo, Dios, os la he cedido. Pero a vosotros, a vosotros, os cuido Yo, Dios, personalmente.

Y, ¿cómo os cuido? diréis; y Yo, Dios, me apresuro a responderos con la sencilla verdad:

¡A través de mi Única Iglesia!, la Santa Iglesia Católica, Apostólica y Romana.

Ella tiene mi Espíritu vivo, mis Gracias, en forma de sacramentos, que son gratis y para todos; sólo hace falta que vuestra libertad, acuda a ellos.

Además, tiene mis mandamientos, que os dicen cómo actuar para ser felices.

Y, fíjate bien, hijo mío, hija mía, digo para ser felices. Y, ¿qué es lo que deseáis los hombres todos? ¡La felicidad!

Y con mi sencilla verdad, con la sencilla verdad de Dios, os digo que sólo, sólo al cumplir con mis mandamientos y los de la Iglesia, conseguiréis esa felicidad que andáis buscando.

¡Haced la prueba!

Es fácil saber si Dios os miente. ¡Haced la prueba!

Yo, Dios, os reto a que hagáis la prueba.

¿Qué podéis perder?

¿Vuestra felicidad?

¡No! Ya que no la tenéis; porque la felicidad está en cumplir mis mandamientos.

Ya sé que has pecado, y muchos pecados han sido hechos, sin tú saberlo, “casi” sin tú saberlo.

Bueno, hijo mío, hija mía, te diré un gran, verdadero, secreto: ¡todos los hombres, han pecado y pecan y pecarán!

¿Por qué crees que dispuse Yo, Dios, el sacramento de la penitencia, la confesión de vuestros pecados?

Y, ¿por qué pide la Iglesia, vayáis a menudo a confesaros?

¿Por qué, buenos sacerdotes míos, a los que tanto y tanto amo, os aconsejan confesaros cada semana?

No es para deciros lo buenos que sois, sino para limpiaros de vuestros pecados y faltas.

Que tú, hijo, hija, has pecado, has sido malo; ¡todos!, ¡todos lo habéis hecho y lo seguiréis haciendo!

Claro que Yo, Dios, no quiero que pequéis, y quiero que luchéis.

Pero soy realista, y os aseguro que lleváis la imperfección de herencia, y Satán, el demonio, os acecha de continuo.

Yo, Dios, no escondo la verdad, y sé que habéis pecado y que, muy a pesar mío y vuestro, volveréis a hacerlo.

Pero Yo busco tu humildad, esa humildad que Yo, Dios, no te puedo dar, y que hace que te reconozcas pecador y, que con humildad, vengas a confesar tus pecados.

Si vienes, Yo, Dios, te doy mis Gracias, y ellas te ayudan a ser cada día mejor, a tener más fortaleza y audacia para luchar contra Satanás.

Yo te lo doy todo, además de darte la felicidad.

Y, oh amado, oh amada; cuando vienes luego a comulgar, ¡qué feliz te hago! Te abrazo, te digo mis amores, te aconsejo directamente, ya que me posees físicamente, por estar verdaderamente presente en la Sagrada Hostia.

¡Sí!, aunque estoy invisible, ¡estoy!, ¡soy!, y me doy, por ser Amor, por ser Dios, ese Dios que estoy loco de amor por ti.

Si, por ti, que has pecado tanto, que sabes de tus pecados, y los sé, y te amo con pecados incluídos, a ti, hijo, mi amado hijo.

¡Soy tu Padre, tu Padre, Dios; que, repito, te amo!

¿Deseas sentir mi amor?

¡Ve a confesarte!

¡Ven a comulgar!

Y tendrás mi amor, el amor de tu Dios, hasta saciarte.

¡Ven!

Ven… ven… te amo con tus pecados.

Yo.- Amado mío, Dios mío, ahora recuerdo una pregunta que mi amado hijo Bondad, me pidió que te preguntara:

“¿Cada hombre tiene un ángel de la guarda, incluso los que no lo saben?”

“¿Qué hacen los ángeles de los que no saben que lo tienen, ya que, al no saberlo, no les piden ayuda? ¿Están todo el tiempo sin hacer nada?”

+ (Sonríe muy, muy contento. Está feliz). Estoy feliz con mi hijo Bondad. Es y será un buen instrumento mío, de Dios.

Y te diré amado mío, mi Bondad; os diré a todos:

¡Todos y cada uno, tenéis un ángel que os guarda, seáis creyentes o no!

Yo, Dios, soy vuestro Padre, y os cuido y os amo a todos por igual.

Sí, incluso a mis hijos del “tercer mundo”. Y ellos, mis hijos que sufren, son los que llenan el Cielo, sin pasar por el Purgatorio, y gozan de mi amor y presencia constante, y aguardan la venida del Nuevo Mundo, en “primera fila”.

Aquí, en la tierra, sois libres, y, por vuestra libertad, sufren mis amados hijos, a los que llamáis del “tercer mundo”. Pero, repito: el Cielo está repleto de ellos, y en cambio, llenáis el Infierno del “mundo civilizado”.

Y el Cielo y el Infierno, ¡son eternos!

Y os doy mis ángeles a todos.

Mis ángeles os sirven por mi Voluntad, que por petición vuestra, a través de la oración, os hace hijos predilectos, por vuestra voluntad de ser y consideraros hijos míos; y que por vuestra humildad, me pedís ayuda, ya que sin orgullo, os reconocéis necesitados de Mí, de Dios, y mis favores.

Y Yo, Dios, cuando oigo vuestras sinceras súplicas, actúo por mediación de vuestros ángeles, para que os guarden de lo que no os conviene, permitiendo lo que os conviene, aunque recéis para que no os acontezca.

Mis ángeles, amado Bondad, no están nunca, jamás, sin hacer nada, ya que por el sólo hecho de disponerse fielmente a servirme, en lo que Yo, Dios, les pido, ya están haciendo algo; están a la espera, y al estar a la espera de Mí, de Dios, me sirven, ya que no actúan por su libre voluntad, pudiendo hacerlo; ya que son libres, mas su libertad está a la espera de mis órdenes, de las órdenes de Dios, y mientras tanto, así, “sin hacer nada”, me están sirviendo, por el mismo estarse sin “hacer nada”, que es obedecer ninguna orden mía, de Dios, pero que al ser mi orden, “No hacer nada”, al ser una voluntad mía, ya es estar haciendo algo, “no hacer nada”, que es, servir, obedecer, no tener “nada” por hacer.

Pero aunque creas, amado hijo Bondad, que por el hecho de no pedirme en oración los servicios y ayudas de mis ángeles, los hombres no creyentes, mis ángeles están sin “hacer nada”, no es cierto, ya que todos mis ángeles tienen la orden mía de guardaros, sin “pisar” vuestra libertad, que eso lo tienen prohibido por mi orden, de Dios.

Pero ayudan continuamente a mis amados hijos, ¡a todos!, cuando y en las cosas que no entorpecen vuestra total y auténtica libertad.

Y es cierto, y es veraz. Todos mis hijos, creyentes o no, habéis sentido muchas veces su fiel servicio a vosotros, los hombres, por quienes dijeron su sí, al serviros, por servirme a Mí, a Dios.

Gracias, amado Bondad, por tu pregunta. Preguntadme, hijos míos, preguntad a Dios. Os responderé siempre. Yo, Dios, no me escondo, ¡ved mi rostro!