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Revelaciones 61

Lunes, 18 de marzo de 1996… Rezo… (17:53 h. tarde) a (20:11 h. tarde).

+ Estoy orgulloso de todos vosotros, hijos míos, de Dios.

Con los pocos medios y las contrariedades, vais cumpliendo vuestro deber de darme a conocer al mundo.

¡Gracias!

Yo, Dios, estoy agradecido a vuestra libertad, que me sirve fielmente.

Seguid, seguid así, y el mundo verá mi luz.

Derramo mi Santa Bendición a toda la familia.

No temáis, pronto pasará ese terrible tiempo de prueba, que estáis pasando.

Pronto, muy pronto, el Maligno regresará al Infierno.

Os doy mi Paz.

Y no sufras por tu padre, amado Fuerza, la nota que, de mi parte, de parte de Dios, le escribiste, llegó providencialmente a sus manos, tal como os dije.

No temáis, pronto acabará todo.

Y es mi amor, el amor de Dios, que os socorrerá.

Os he hecho leer, 2 de Corintios, capítulo 4,

Biblia

1990
IntraText – Texto

II Corintios, Cap.4

(1Por esto, misericordiosamente investidos de este ministerio, no desfallecemos.

2Antes bien, hemos repudiado el silencio vergonzoso no procediendo con astucia, ni falseando la Palabra de Dios; al contrario, mediante la manifestación de la verdad nos recomendamos a nosotros mismos a toda conciencia humana delante de Dios.

3 Y si todavía nuestro Evangelio está velado, lo está para los que se pierden,

4para los incrédulos, cuyo entendimiento cegó el dios de este mundo para impedir que vean brillar el resplandor del Evangelio de la gloria de Cristo, que es imagen de Dios.

5No nos predicamos a nosotros mismos, sino a Cristo Jesús como Señor, y a nosotros como siervos vuestros por Jesús.

6Pues el mismo Dios que dijo: = De las tinieblas brille la luz, = ha hecho brillar la luz en nuestros corazones, para irradiar el conocimiento de la gloria de Dios que está en la faz de Cristo.

7Pero llevamos este tesoro en recipientes de barro para que aparezca que una fuerza tan extraordinaria es de Dios y no de nosotros.

8Atribulados en todo, mas no aplastados; perplejos, mas no desesperados;

9perseguidos, mas no abandonados; derribados, mas no aniquilados.

10Llevamos siempre en nuestros cuerpos por todas partes el morir de Jesús, a fin de que también la vida de Jesús se manifieste en nuestro cuerpo.

11Pues, aunque vivimos, nos vemos continuamente entregados a la muerte por causa de Jesús, a fin de que también la vida de Jesús se manifieste en nuestra carne mortal.

12De modo que la muerte actúa en nosotros, mas en vosotros la vida.

13 Pero teniendo aquel espíritu de fe conforme a lo que está escrito: = Creí, por eso hablé, = también nosotros creemos, y por eso hablamos,

14sabiendo que quien resucitó al Señor Jesús, también nos resucitará con Jesús y nos presentará ante él juntamente con vosotros.

15Y todo esto, para vuestro bien a fin de que cuantos más reciban la gracia, mayor sea el agradecimiento, para gloria de Dios.

16Por eso no desfallecemos. Aun cuando nuestro hombre exterior se va desmoronando, el hombre interior se va renovando de día en día.

17En efecto, la leve tribulación de un momento nos produce, sobre toda medida, un pesado caudal de gloria eterna,

18a cuantos no ponemos nuestros ojos en las cosas visibles, sino en las invisibles; pues las cosas visibles son pasajeras, mas las invisibles son eternas.)

Para que comprobarais que lo que os acontece, ya aconteció a otros apóstoles de Dios.

No sufráis, es verdad que Dios os ama; es mi santa verdad.

Y os amo tanto, tanto, como sólo puedo amar Yo, Dios.

Y Mamá desea deciros algo a todos los hombres.

* Hijos míos, deseo celebréis la llegada al Cielo, de mi amado y casto esposo, san José.
Acudid mañana al sacrificio de la Misa y glorificad a Dios, por el patriarca san José.

Varón joven y lleno del Espíritu de Dios, ¡mi santo esposo!, que murió santamente, como vivió. Su dulzura, su amor, su alegría, me hizo la mujer más dichosa. Fui la más amada, la más deseada y respetada. Cuando san José tocaba mi mano, mi corazón, el corazón de María, la Madre de Dios, se estremecía de dicha. ¡Amaba tanto a mi esposo, era tan varonil, tan guapo, tan fuerte, tan cariñoso e inocente! Practicad, hijos míos, la inocencia de corazón, que la da la castidad y la bondad. Sed como mi amado esposo, sed mansos y fuertes para dominaros. Mi esposo fue también el esposo más amado; Yo, María, lo amaba, lo “adoraba”; mis ojos se iban en pos de los suyos, y, con la mirada, nos decíamos todo lo que nuestra alma alimentaba. Fuimos tan dichosos, sirviendo a Dios. Nuestros corazones cantaban de gozo, al ver, al tener a Jesús, al niño Dios, para nosotros dos solos. Y Jesús llenaba nuestras vidas. Jesús era tan alegre, tan bueno, tan cariñoso con nosotros, nos llenaba todo. Era el eje de nuestra vida, nuestro sol, que cada día lucía. Y el saber que Dios había llegado ya al mundo, y era nuestro, eso ponía más amor a nuestro santo y casto matrimonio, entre José y yo, María. ¿Cómo podría explicaros lo que José y Yo sentíamos?

Dejaré que el mismo Dios os lo diga. Él, que ve lo más oculto, os lo dirá, ¿verdad?

+ Sí, Mamá, Mamita Bonita.

Yo, Dios, os lo diré.

José, mi padre terrenal, cuando me veía, me miraba muy lenta y pausadamente, queriendo ver en Mí, en Jesús, algún indicio, algún “despiste”, y ver a Dios.

Y me miraba, observaba mis movimientos, y me veía normal, completamente normal, sólo que se daba cuenta de que Yo, era Dios, por el toque de mis manos, por el brillo de mis ojos, por el tono de mi voz, que expresaban y hacían salir a flote, mi alma.

Y mi alma era Dios.

¡Soy, fui, seré, Dios!

Mamita, mi Mamá, María, sabía que era Dios, por la aureola que ella veía en mi persona, y por el amor que sentía por Mí, por su Jesús, su Dios, el Dios.

Ese amor, era Amor en Amor, Dios en Dios, por y para Dios.

Así amo y amaba Yo, Jesús.

Ellos, mis padres, lo sabían, lo sentían y lo transmitían.

Las personas notaban que su amor a ellas, era por Mí, por Dios, como debe ser.

No os améis, hijos míos, por vosotros mismos, os decepcionaréis de continuo.

Amaos porque Yo, Dios, os amo a todos y vivo en todos.

Y os pido, por mi amor, por y para vosotros:

¡Amaos!, amaos como María y José amaban, por Mí, por tener a Dios consigo.

Vosotros, amados míos, también podéis tenerme, si vivís en gracia.

Si venís a comulgar, Yo, Dios, me doy, ¡me doy!

Si tú me quieres, ven y posee a tu Dios.

¿Qué es vivir en gracia?, os preguntaréis algunos.

Y Yo, Dios, me apresuro a decíroslo, amados míos.

Vivir en gracia, es ser libre, sí.

¡Quien es verdaderamente libre, vive en gracia!

¿Qué?, ¿cómo lo hace? Es muy sencillo, me ama, es humilde, y practica la fe.

¿Qué?, ¿cómo se practica la fe?

Primero, siendo católico por el bautismo.

Luego y al mismo tiempo, cumpliendo mis mandamientos y los de mi Iglesia, y yendo a confesar, tantas veces como haga falta.

Y cuando uno se mira a sí mismo, y ve que no tiene faltas, por haberse confesado, y está confiado de cumplir todos y cada uno de mis mandamientos, está en gracia, está en mi camino, en la verdad.

¡Es libre!

Haceos libres, hijos míos, de Dios.

Sed libres.

¡Os quiero Yo, Dios, libres!

Y amadme, y amaos.

Tenéis la suerte de que ya morí por vosotros, ya os abrí las puertas del Cielo, ya pagué vuestros pecados, muriendo en la Cruz.

Por eso es fácil vivir, estar, en gracia.

Por Mi amor, por Mi muerte, tenéis la gracia de poder vivir en gracia.

¡Aprovechad esta “suerte”!

Es fácil, muy fácil, sentir mi amor, vivir con y por mi amor.

Rezo…

Yo.- Dios mío, quisiera hacerte una pregunta; Verás, ocurre que no sé qué pensar, y es que, sin querer, pienso y juzgo; y como juzgar no está bien, voy a preguntarte, me lo aclares Tú, Dios mío. Ocurre que hay algunas personas que no desean saber nada de mí y tus Escritos, porque se creen que soy de los De Belén, y en cambio, hay personas de De Belén, que no desean saber nada de nosotros y tus Escritos, ya que el fundador de la Labor, dijo que no hace falta creer en estas “cosas”, cómo lo diría, cosas así, como las que me ocurren a mí, extraordinarias, el que Tú, Dios del universo, hables a través de mí. Se ve que les decía eso, su fundador, y yo estoy de acuerdo con ello; y no es para que me quieran, que lo digo, que con la vida ordinaria hay bastante, sino porque yo misma lo viví; con mi vida ordinaria, te amé hasta la locura, sin necesidad de cosas extraordinarias. Pues, ¿qué se puede hacer con mi caso? Ya ves el lío en que estoy metida. Total, que nadie, bueno, casi nadie, me entiende; sólo están de acuerdo, en que no están de acuerdo. ¿Puedes, si quieres, decirme algo?

(Se ríe, se ríe mucho). Me río del mundo y su necedad.

Y es que desean, me piden, que les conteste a sus preguntas, y cuando lo hago, se me asustan, tienen miedo.

Muchos me critican, dicen: “¡Es un Dios tan lejano!” Y cuando me acerco, tienen miedo.

Y te digo, amada mía, amados míos, tendréis que pasar por esta tribulación, por la misma necedad de los “buenos”.

Pero ya te irás acostumbrando a que te humillen, es cosa de un poco de tiempo.

A Mí, a Dios, también me lo hicieron; y a santa María, también, le insultaban, la zaherían: “¿Cómo, ésta es la madre de un Dios?”

María, después de mi muerte, fue humillada de muchas maneras.

Sufrió con mi calvario, y sufrió, después de mi resurrección.

María sufrió tanto, que es corredentora Conmigo, pero ahora está gozosa en mi Reino, y reina.

Tú, y los tuyos, Primavera, sufriréis humillaciones de toda clase, pero si seguís fieles a Mí, a vuestro Dios, ¡al Hijo de María!, gozaréis luego en mi Reino, y no sólo os llamaré hijos, sino, amigos de Dios.

Vivid y servid a Dios.

No os importe nada más.

Y reiremos juntos en la Eternidad Celestial.