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Revelaciones 54

Martes, 18 de junio de 1.996   Rezo…      10:50 h. a 11:13 h.

Yo.- Amado y buen Dios. Verás; sin darme cuenta, voy añadiendo oraciones a mis rezos diarios, y cuando no tengo tiempo de rezarlas todas, me siento mal. Y además, si leo o me entero que Tú y Mamá pedís ciertos rezos, sacrificios y ayunos, yo, como deseo hacer todo lo que sale de vuestra voluntad, me encuentro mal conmigo misma, ya que no soy capaz de llevar a cabo todo lo que pides a través de diferentes Santos. Si no lo hago, ¿os enfadáis? ¿Iré al Infierno?
No tengo tiempo de hacer mis deberes, según mi estado, y además, perdóname, pero, a veces, rezo mal, ya que tengo tantas cosas por rezar. ¿Estáis enfadados?

+ (Sonríen. Y yo me tranquilizo). Hijita, no olvides que vives en el mundo, que eres madre de trece hijos; aunque dos, ya estén Conmigo y con Mamá, tienes once que cuidar; ¡tu trabajo es santa oración!

Claro que nos gusta que reces, pero cuando trabajas y nos dices:

“Dios mío, te amo mucho… Mamita mía, te amo mucho”, esta oración suple a las plegarias más buscadas; es tu corazón lo que deseamos, es ese amor, a raudales, que sale humilde y sentido de tu amado corazón.

Hay hijos míos que me rezan más, otros menos. Yo, Dios, os amo a todos por igual, y María Inmaculada, también.

Yo, Dios, te digo que, a tus palabras de amor, añadas: “Quiero lo que tú quieras”; dime:

“Dios mío, te amo mucho y quiero lo que Tú quieras. Mamita mía, te amo mucho y quiero lo que tú quieras”.

Esta es la oración perfecta, que tú siendo madre de familia deseo que reces; en estas frases está toda mi doctrina y voluntad.

Y si no tienes tiempo de rezar tanto, no por eso me amas menos.

Cuida de tu casa, de tu esposo, de tus hijos, de ti misma; y haciendo bien esto, cuidas de Mí, de Dios, y Yo estoy contento, y Mamá está contenta.

No te agobies con numerosos rezos. Yo los pido, desde luego, pero cada uno de mis hijos es diferente, individual y libre.

Ve tranquila, sé feliz. Nos amas, nos lo dices; demuéstralo sirviendo a los demás por mi amor; el servicio, por mi amor, es santa oración, y es la oración que te pido a ti, amada y buena Primavera. Mamá y Yo, Dios, te bendecimos. (Y sonríen contentos. Y se ven muy unidos).

 

Rezo…      10:35 h. a 10:42 h. 

Yo.- ¿Es verdad, Dios mío, que no tenemos por qué quedarnos a vivir siempre aquí, en esta casa?

+ Sois libres, en verdad. Libre, os creé, y libres os quiero; además, Yo, Dios, no deseo que estéis atados a nada material. Pues si no lo deseo, no os exijo nada material.

¿Lo comprendéis?, usad el sentido común; muchos hombres, se pierden por el afán material.

¡Qué vuestro afán sea servirme!, y para servirme, es bueno y justo que no estéis apegados a nada terrenal, ni a ningún gusto de la carne, ni aún tengáis patria; vuestra Patria verdadera es el Cielo, aquí estáis de paso. Y es bueno que lo tengáis siempre presente.

Muchas veces, mis hijos sufren por ese arraigo excesivo a la tierra. Vosotros sois míos. Y Yo, Dios, vivo en el Cielo, y allí no se compra la parcela con dinero, sino con obras de verdadero amor para conmigo, con Dios.

Sed sabios, la sabiduría es la escuela de la justicia, y la justicia es darme gloria, vivir sólo para Mí, para Dios. ¡Se puede hacer! Yo, Dios, no pido imposibles, se puede hacer, es más, debéis hacerlo, si queréis ser eternamente felices.

* Yo, Santa María, lo hice. Y mi casto esposo San José, lo hizo. Si él pudo, vosotros podéis. Podéis. Me tenéis a Mí, a María Inmaculada, la Madre de Dios. Yo ruego a mi Hijo Dios, por vuestros ruegos a Mí. Es fácil, es sencillo, es verídico.

 

Rezo…     11:29 h. a 11:59 h.

+ Yo, Dios, deseo, amados hijos, deciros una gran verdad: ¡el mundo es vuestro!, el mundo está repleto de riqueza, y estos tesoros os pertenecen, ¡son vuestros!, Yo, Dios, los creé para haceros libres, y por vuestra libertad.

Vivid en libertad, para Mí, para Dios, para darme el mundo, el mismo mundo que Yo mismo creé; deseo busquéis las riquezas del mundo y las compartáis con los pobres y necesitados, ¡este es mi deseo!

No es malo hacer riquezas si son el fruto de vuestro deber, que es rendirme la naturaleza, el mundo, pero debéis hacerlo sin abusar de los demás, y sirviéndome con vuestro trabajo físico o intelectual.

Tenéis el deber, la obligación, de sojuzgar la vida toda, y ofrecer a los demás, los dones con que Yo, Dios, he marcado a cada uno, desde el momento de su engendración, con la unión del hombre, la mujer y Dios.

No es malo ser rico, hacer riquezas, al contrario, es bueno, es justo; lo que sí que es malo, es apegaros a ellas, y con y por ellas, sojuzgar al hermano, al pobre.

Debéis hacer riquezas y repartirlas, ya sea creando trabajos dignos para vuestros hermanos, o dándolos por caridad; la caridad es buena, las limosnas salvan muchas almas que irían a la perdición. Por sus limosnas, Yo, Dios, tengo compasión de ellas.

Es bueno os agrade sacar el fruto de la tierra: para un sacerdote, es darme almas, y para un laico, es dar bienestar.

Y gracias al bienestar que reciben los hombres, pueden pensar en Mí, en Dios.

Y el sacerdote, al bautizarlo, lo certifica heredero mío, de Dios, por ser mi hijo, gracias al sacramento del bautismo, pero a muchas almas, les cuesta pensar en Mí, en Dios, por tener falta de lo necesario para vivir y estar sano, y que su mente, en la salud, pueda pensar.

Benditos los hombres libres, que hacen rendir sus talentos humanos; no es malo ser rico, es malo, atarse a la riqueza y vivir sólo por ella; pero la riqueza del mundo, no es sólo hacer dinero.

La riqueza del mundo es formarse un carácter santo, un carácter que, al ser santo, perfecto, os da la riqueza total y no parcial: la riqueza de la amistad, la riqueza de la salud, la riqueza del amor humano, y la riqueza de lo material.

Y toda esta riqueza, la recibís al usar de vuestras facultades, del espíritu que conecta directamente conmigo, y me pide y, si es mi deseo y voluntad, le doy, por el hecho de amaros, y darme vosotros vuestro amor, estando en gracia.

Deseo os afanéis en las riquezas, que son fruto de cumplir con vuestro deber y condición, y deseo asimismo las compartáis con todos los hombres, sin discriminación, ya que Yo, Dios, las puse en el mundo para que me dierais gloria con ellas, y fueran ellas, estas riquezas, las que os compraran la vida eterna.

Hijos míos, Dios ha hablado; haceos santos, deseo las riquezas de la santidad de la perfección humana. Y los hombres sois espirituales y materia, pues deseo vuestro espíritu, y las obras y frutos de él y de vuestra materia. He dicho.