Domingo, 16 de junio de 1.996 Rezo…
Yo.- Dios mío, por cosas que me han comentado, Dios, sin Ti, podríamos hacer cualquier barbaridad. Y es que sin Ti, y, a veces, teniéndote, no sabemos lo que hacemos.
+ Eres consciente de tu limitación, y esto te hace prudente.
No temas a Dios, a Mí, teme al pecado; no temas a las personas, teme a los pecados.
Ámame a Mí, y ama a las personas; cuando amas a los demás, te amas a ti misma. Ya que tú, amada y buena Primavera, eres como los demás: capaz de bondad, y capaz de pecar.
Acogeos a mí, a Dios, y amaos; amaos como os tenéis que amar a vosotros mismos, sin miedo, rezando siempre para que Santa María os envuelva con su velo, el velo de la pureza. No sólo de la pureza sexual, sino toda la pureza: la pureza de intención, la pureza en el perdón, la pureza en la humildad, la pureza en amar, la pureza en obrar, la pureza al rezar, la pureza en el vestir.
Buscad la pureza de María Inmaculada, ella no la oculta. Su rostro brilla por su pureza, sus manos acarician con pureza; y os protege con pureza, la pureza y hacer lo correcto, por amor a Dios, a Mí.
La pureza es también la rectitud de intención. Y la rectitud de intención es obrar, pensar, rezar, todo, por amor a Dios, a Mí.
Vive así, amada y buena, y dócil Primavera, vive con pureza. Vive dándome gloria. Vive así, y Yo, viviré en ti, ya que Yo, Dios, soy la pureza misma.
La pureza en la vida conyugal, el usar con dignidad el acto sexual, es darse con pureza, dándome gloria, es decir, que todo acto sea abierto a la vida, a la pureza de intención, a darme gloria. Es decir, a ser humildes y poneros a mis pies, y Yo, os levanto con mis dos manos y os elevo a lo alto, a las estrellas. Es decir, a ser estrellas brillantes que alumbráis la senda de vuestros semejantes.
¿Quieres ser mi estrella, amada Primavera? Pues sé puramente humilde.
Yo.- Señor, no te enfades conmigo, pero creo que cada vez pones más condiciones. Yo creía que uno tenía que cumplir con su deber, y eso le llevaba la santidad. Tú, me hiciste ver que se tiene también que ser humilde, y ahora añades a la humildad, la pureza: ¿No acabará nunca esto? Yo te lo pregunto para ir haciéndome a la idea.
+ Hija mía, veo que me vas conociendo. Yo, Dios, soy un buen Padre, y, primero, como a recién nacidos, os doy la leche materna, que es la fe; luego os enseño a andar, a hablar, a pensar, a razonar, a discernir, a trabajar. ¡La perfección no acaba jamás en esta vida!
Sí, puedes ir haciéndote la idea. Yo, Dios, tu amigo Dios, tu Padre Dios, te iré enseñando, a medida que vayas creciendo.
La senda de la santidad es larga, como la eternidad, tú irás andándola y enseñarás con estos, mis Santos Escritos, a los hombres de buena voluntad, que deseen saber el camino.
Leed hijos míos, mis locuciones con mi niña Primavera. Ella desea ser santa, por estar otro día conmigo en el Cielo Eterno. Si tú deseas ser santo-santa lee, lee mis escritos que voy redactando a mi fiel instrumento, que, por amar a su Dueño, desea perfeccionarse para vivir conmigo en el Cielo.
* Primavera, la pureza es sencilla, no es rebuscada ni sofisticada; la pureza brilla por la limpieza de una conciencia disciplinada.
La conciencia puede adulterarse, mas la pureza la preserva del pecado de la incultura, de lo borroso e inmundo del mundo; la pureza ayuda a tu conciencia.
Y la gracia de la pureza, la da el sacramento de la confesión, si lo utilizáis con asiduidad.
¡Id a confesar, hijos míos!, y la pureza será el escudo de vuestra conciencia verdadera.
Yo, María, velo por ello y soy la reina de la confesión, ya que mi pureza me permitió la humildad de decir sí a Dios, nuestro Señor.
Pedidme la pureza y os la concederá Dios, por su amor, por mi amor, por vuestro amor.