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Revelaciones 52

Miércoles, 17 de enero de 1996… rezo… (11:19) a (11:48) 

 

Yo.- Amado mío, ¿deseas decirme algo para Eneas y su esposo Pal?

+ Sí, Yo, Dios, lo deseaba y lo deseo.

Hijos míos, a los que tanto y tanto amo Yo, Dios. Deseo que sepáis la verdad, la verdad de Dios, que no miento jamás y que siempre, siempre, doy la paz, mi paz, que es gozo espiritual. Y os diré, amados míos: vuestro amado hijo, murió accidentalmente.

Repito Yo, Dios: su muerte fue un accidente.

Él os amaba mucho, y era un joven normal, que desea hacer su voluntad a esa edad, pero os amaba y mucho, más de lo que veíais vosotros dos.

Todos los hijos a esa edad, discuten con los padres, con los hermanos y amigos. Es la edad de aprender a independizarse, para otro día formar su propia familia. Así lo estipulé Yo, Dios, y así es lo natural. Incluso los animales, se independizan.

Todo esto os lo digo, amados esposos, hijos míos, para consolar vuestros recuerdos.

Y vuelvo Yo, Dios, a repetiros: la muerte de mi y vuestro amado hijo, fue un accidente.

Hay accidentes de carretera. Él se cayó y, con el golpe, perdió el conocimiento.

No sufrió físicamente.

Enseguida se encontró en manos de la Virgen María, y un corro de ángeles le dieron la bienvenida al Cielo. Y Yo, Jesús, lo juzgué, y pasó un breve tiempo en el Purgatorio, y ahora está Conmigo en el Cielo Eterno, y os espera para que vengáis con él cuando os muráis, a compartir su felicidad.

¡Es muy feliz, mucho más que si estuviera con vida!

Y la vida humana es muy corta. Vosotros, amados míos, ya habéis pasado algo más de la mitad, y ha sido como un soplo. Pero, en cambio, la Vida Eterna no tiene límite, es perpetua, eterna, como la misma eternidad. Y Allí estaréis juntos para siempre jamás.

Sedme fieles, hijos míos, sed fieles a Dios, que vuestro amado hijo y Yo, Dios, os espero en mi Cielo. Os amo a los dos, ¡a los dos! Los dos sois amados por vuestro Dios. Mi Madre, vuestra Madre, os pide la escuchéis, ¡oídla!

* ¡Soy María Inmaculada! No tengo, no tuve pecado alguno. Soy, fui, perfecta, y la perfección es la verdad, y en la verdad no hay mentira; y con la verdad, os digo amados hijos míos, como os ha dicho mi amado Hijo Jesús, Dios:

Hijos míos, hijos de Dios, del Dios Vivo y de María; vuestro hijo, tan y tan amado, murió accidentalmente. ¡Tened paz!, ya que es la verdad, la única verdad. ¡Fue un accidente!, como muchos otros que acontecen en la vida terrenal. Y ahora, vuestro niño, ¡mi niño!, está aquí en el Cielo, conmigo, y os espera, y os desea, como os espero y os deseo Yo, María, vuestra Madre, que os consuela porque habéis sufrido mucho, y deseo, deseamos, tengáis paz.

¡No sufráis más, hijos míos tan y tan amados!… ¡No sufráis nunca más! Amaos mucho, uno al otro, y juntos, andéis el camino bueno hacia el Cielo; ¡vuestro hijo os espera! No le decepcionéis.