Saltar al contenido

Revelaciones 52

Miércoles, 15 de Enero de 1.997 Rezo…      11:35h. a 12:00h.

Yo.- Amadísimo Jesús, Dios. Ayer por la noche, me comentó mi amado esposo Fuerza, que hay muchos católicos que están unidos a diversos grupos, y que tienen como norma el hacer oración contemplativa Contigo, un tiempo cada día, y en cambio a nosotros no nos lo pides.

+ Jamás me conformo con un poco de tiempo al día; Yo, Dios, de vosotros, amados míos, deseo todo el tiempo vuestro, todo el día, toda la noche. ¡Que todo lo que hagáis, sea en comunión constante! No os conforméis con acudir a Mí, a Dios, cierto tiempo, y luego os metéis en el ajetreo del mundo, y algunos me dejan, y miran la telenovela, o se enfurecen mirando un partido de fútbol. ¡Yo, Dios, no quiero esto de vosotros! Deseo que realmente practiquéis mi primer mandamiento: Amarás a Dios sobre todas las cosas y personas. Y si lo cumplís, es vivir las veinticuatro horas del día para Mí, para Dios. Es fundir vuestra mente a mi Santo Espíritu, y no pensar en otra cosa que agradarme, y mientras deseas agradarme, haces oración continua Conmigo: a veces, oración contemplativa, por dirigirte mi Santo Espíritu; otras, oración oral, por hablar en diálogo Conmigo, con Dios Uno y Trino, y otras, oración laboral, por darme con tu trabajo, la oración de amor, de cansancio, y siempre, siempre haciendo el bien a Mí, a Dios; y como es bien, es bien al mundo, a los hombres todos, sin discriminación. ¡No!, ¡no deseo que me deis cierto tiempo de oración! ¡Quiero toda vuestra vida, vuestra mente, vuestras obras y vuestro corazón! Lo que es menos que esto, no lo deseo Yo, Dios.

 

Rezo… 12:14h. a 14:00h.

+ Mi Madre María, y mi padre José, esto hacían todo el día: Vivían pendientes de Mí, de Dios. Todo lo veían bajo los ojos de mi Santa Providencia, y ni una queja salía de su corazón. Todo lo aceptaban por amor al Amor, a Mí, a Dios; y no observaban a sus semejantes, ni sus oportunidades. Ellos iban inmersos en sus deseos, de vivir pensando en cumplir Conmigo, con Dios, en ser fieles a sus votos de castidad matrimonial. Os recuerdo, que se amaban en verdad, en verdad natural, y por tanto, precisaban de su ayuda mutua, para cumplir con su libre destino: ser María, virgen, y casto, San José; y a pesar de ello, ser su matrimonio, tierno en cariño familiar, sin gritos, sin malas caras o enfados, aceptando que vivían como hermanos por su sola voluntad.

La voluntad es fuerza hipnótica, que vive en el corazón del hombre de carácter formado, y que dirige su mente y conscientemente, no a regañadientes. Mueve a todo movimiento humano, sea físico o espiritual. La voluntad es la alianza del amor a Dios, a Mí, y su fe, que la aguanta. Nadie cae si vive mi santa Voluntad, la Voluntad mía, de Dios, que es cumplir con mi Ley, con mi Iglesia, mi amada Esposa consagrada.

Vosotros, los que os consagráis a Mí, cada día estáis protegidos por la fuerza de la voluntad, que es fuerza de santo carácter.

Hay que vivir en oración constante, ya que si no, la voluntad se marchita, y en vez de ella, son los buenos propósitos del día, propósitos que pocos fructifican, ya que pasado el tiempo de oración, uno se sujeta al temperamento, olvidándose de que es el carácter el que conduce a la voluntad a buen lugar, a hacer acción la oración.

Muchos proyectos, formados a la hora de la oración, han quedado en nada.

Hay muchas almas que ya encuentran, por el hecho de estar en silencio, contemplativas a Mí, a Dios, grata satisfacción, y hacen oración por su mismo goce, no por ponerse luego en acción. Claro está, que si no hicieran oración temporal, aún sería peor, pero uno tiene que poner a la oración, la acción; debe cumplir obrando, no sólo contemplando en mística misión.

Hay que trasmitir a la mística, la acción, no basta pensar en oración contemplativa, que soy, Yo, Dios, el amo de la vida; hay luego que obrar con voluntad, y no perturbar mis deseos, los deseos de Dios, de dar, a través de los hombres, hijos míos, herederos del Altísimo.

Sé que da miedo, el aceptar, los casados, de Mí, de Dios, todos los hijos que Yo, Dios, deseo; enseguida os vienen a la mente dos números juntos, y el primero es un dos. Eso demuestra que sabéis que Yo, Dios, deseo hijos.

¿Cuántos hijos espirituales le está permitido tener a un sacerdote; verdad que no hay número?

Y a pesar de saber que cada hijo le va a quitar tiempo, y, muchos, dinero, si es que su vida precisa de ello, a nadie se le ocurre preguntar a un sacerdote, si piensa en llegar a fin de mes. Y estos amados hijos míos, no sabéis los apuros que pasan, ya que dan de lo suyo, también su dinero, al feligrés que acude a ellos.

¿Os pensáis que un sacerdote bueno, cuando alguien le pide con desespero, le contesta: ¡Vuelve mañana!?

Ay, no sabéis nada, ¡nada de nada! Siempre tenéis en la mente que el clero es rico y come buey cebado. ¡No es cierto! Hay muchos santos sacerdotes que ayunan más de lo estricto por dar el pan a sus “hijos” ¡Esto es así! Así es, hijos míos.

Estos eclesiásticos que veis sonrosados, con vacaciones de gastos pagados, éstos no son los sacerdotes de que os hablo;  os hablo Yo, Dios, de los que se han quedado sin voz, de tanto rezarme, pidiéndome por sus hermanos.

Hablo de estos hijos amadísimos, sacerdotes santos, que a veces son bruscos en sus ademanes, y es porque aún no han desayunado; se han levantado temprano, ya que han llamado a su puerta, en horas no concertadas; ¡no sabéis nada!

Estos sacerdotes, que deberían cambiar su coche, ya que antes de usarlo, le piden a su Ángel que se ocupe de repararlo; y salen a la carretera, viendo como todo el mundo los adelanta, mientras ellos van rezando el Santo Rosario, o el Ángelus, y aprovechan para hacer oración Conmigo, con Dios, el Altísimo, y me piden por ese y ese otro “hijo”.

¿Vosotros creéis que con cierta oración al día, tienen suficiente?; si pasa el día y aún guardan en un papel algunas intenciones que se han olvidado, y antes de cerrar sus ojos, me recuerdan, que por esas, también me rezan. Y les parece que no les oigo, ya que jamás se les acaba el tener que pedirme algo.

Su obsesión, es tener un momento para alzar su corazón al Mío, pidiéndome, agradeciéndome. ¿Qué os parece, hijos míos?

¿Sería lícito que este buen sacerdote, cargado de trabajos, pudiera elegir la cantidad de hijos espirituales; qué os parece si le dejamos cinco o siete?

Podría comer cada día, tendría tiempo sobrado de hacer oración, podría incluso mirar la telenovela, estar al corriente de la moda, y enfurecerse y enfadarse por el partido de fútbol. Tendría tiempo de programar sus vacaciones; estaría siempre alegre, con la barriga llena, sin tener en el corazón una pena. Pero ¡no!, él se hizo sacerdote por propia voluntad y, además, del Obispado les llega la mensualidad. ¿Sabes cuánto cobra un sacerdote? No, ¿verdad?; ni te interesa, sólo deseas que esté siempre, en todo momento y lugar, ocupado en su profesión.

¿Creéis que Yo, Dios, hago discriminación de personas cuando morís; creéis que pido, exijo más, al sacerdote, que al laico consagrado, o a los casados; desde cuándo?

Que Yo, Dios, sepa, morí en la Cruz por todos y por cada uno de vosotros;  ¿no es así?

¡Responde, tú que lo sabes todo!; ¿hay cristianos de segunda?; ¡¡no!!; ante mis ojos, ante los ojos de Dios, todos, todos, sois iguales.

¿Es que el sacramento del sacerdocio, no es un sacramento Mío, como el del matrimonio?

¿Es que Yo, Dios, por mi fuerza sacramental, sólo doy ayuda a los sacerdotes, y a los esposos los dejo igual, es decir: ¡Que se espabilen solos!?

¿Seguís pensando en que en mi Iglesia hay varias clases de santos?, pues si pensáis así, rectificad a la verdad.

¿O es que los esposos se merecen vacaciones y los sacerdotes no?

¿Es que a los esposos les debe sobrar el dinero, antes de decirle a un hijo suyo, sí, te quiero. Y en cambio, el sacerdote santo, como un tonto, debe dar pan, sea espiritual o físico, a cualquier hijo que no ha engendrado?

Oh claro, está el Estado. No me acordaba de la Administración, que da el subsidio del paro, y os paga los anticonceptivos, y las residencias de la tercera edad; os ayuda a abortar, y os aconseja, por vuestra vivienda y condición laboral, los hijos que, sin perturbación mental, la mujer debe engendrar; ¡ah sí! Estoy hablando del director espiritual del ciudadano; tiene un montón de títulos que lo acreditan como superdotado, y si no, “¿por qué lo han votado?”; él, acudid al Estado, y os dará la solución a todos tus problemas; tiene psiquiatras, abogados de oficio, etc. etc. etc.

¿No sabíais que ya no hace falta acudir a Mí, a Dios?; ¡hoy día, nadie tiene problemas!, todos están contentos, viven felices, ¡el Estado los está ayudando!

¡No sé por qué, los sacerdotes me rezan tanto!, si no puede ser que tengan que socorrer a tantos; ¡si está el Estado, las Autonomías!; y a pesar de esto, siguen llegando al Cielo, numerosas peticiones, llenas de dolor, de pánico.

Amados míos, Yo no hago como el Estado; Yo, Dios, cumplo contigo, ya que eres mi hijo, no porque me hayas votado y decidido, por mayoría, que existo, que soy el mejor partido. Es que Yo, soy Dios, el que te he dado vida, el que por mi muerte, te redimí; y tu vida no se acaba aquí, sino que continúa, ¡no se acaba jamás! Y tú te preguntas: “¿Por qué permites tanta injusticia, tanta humillación?” Y Yo, te digo: ¿Sabes qué es ser Dios? Oh, no, ¡no lo sabes! Pues te lo diré: Ser lo que Soy, ser Dios, es ser, ante todo, fuente de “energía”; y la vida, todo lo que tiene vida, tiene energía. ¿Que por qué te cuento esto? Pues, además de ser la verdad, es para que sepas que la “energía” da, y Yo, Dios, ante todo, doy vida, y doy justicia. ¿Que no la ves? Pues, si es bien sencilla de ver. Yo, Dios, doy libertad. Claro, que cuando las cosas van mal, no deseáis la libertad, sólo deseáis la libertad cuando las cosas van bien, cuando hay dinero, y salud. ¿No es cierto? Pues, no es esto justo, ya que si sólo os diese la libertad en lo bueno, seríais mis esclavos en lo bueno. Y Yo, Dios, fuente y la misma “Energía”, deseo la verdadera libertad, que os individualiza y os hace libres, como Yo mismo, Dios, soy libre, y no me someto a nadie, ni a vosotros, amados todos.

Debéis pensar, y pensar bien, no sólo cuando las cosas no os van como deseáis, sino que mi deseo es que penséis siempre, en todo lugar y momento, y pensando, veréis que Yo, Dios, no soy vuestro amo, sino que vosotros sois hijos míos, que podéis y debéis acudir a Mí, a Dios, siempre, en los días buenos y en los días malos; y debéis acudir, no por mandato, sino por saber que Yo, Dios, soy el que Soy, y que sin Mí, sin Dios, no hubiera existido la Creación. Debéis rendiros a la evidencia que la Tierra, el Universo, por sí solo, no tendría lugar; y entonces, pensando bien, os daréis cuenta, que una “energía” superior, Yo, Dios, dio paso a la Creación. Y si Yo, Dios, creé lo que veis, es que soy vuestro Creador, ¡tu Creador!; y, ante todo, dame las gracias por lo creado; ya que sin lo primero, no hay lo segundo y lo tercero. Y te pregunto: ¿Por qué crees que lo creé? No es que no tuviera otra cosa que hacer, es que la energía siempre avanza, fructifica; así que os creé porque soy “Energía”, ¡soy Dios!

Acepta que soy el Amo, el Dueño y Señor del Mundo, del universo entero, y ríndeme culto, honor, amor, por cuanto soy Dios, ¡tu Hacedor!

Y si aciertas el camino, encontrarás la Biblia, y si eres libre y listo, verás que todo lo que hay allí escrito, es mío ¡de Dios! Y te la lees, la meditas, la consultas; y verás que Yo, Dios, soy un Dios que te ama, que por amor a ti, y sólo a ti, creé el mundo. Y que te amo a ti individualmente, a ti, como a tu amigo y a tu enemigo. ¡Lee la Biblia!, ¡lee!, medita y acaba bautizándote en la Iglesia de Pedro, la Iglesia de la que se habla en la Biblia, en el Evangelio. Allí sólo se habla de ésta, de la Iglesia que Yo mismo, Dios, en Cristo, fundé y di a Pedro; y Pedro fue católico, como lo es mi única Iglesia, ¡la Mía, la de Dios!, el que creé el mundo. Y ahora, Juan Pablo II, es el sucesor vivo de Cristo, de Pedro apóstol. Juan Pablo II, ¡es Mío!, me pertenece, por vivir, Yo, Dios, Espíritu Santo, en él, por ser el Papa.

Si no estás bautizado, ¡bautízate!, y cumple Conmigo, con Dios.