Saltar al contenido

Revelaciones 50

Martes, 16 de enero de 1996… rezo… (12:25) a (13:20)

 

Yo.- Amado mío, soy muy feliz amándote y sirviéndote. No me importa que ya no sea yo, sino que seas Tú, Dios mío, quién estás en mí. El otro día me di cuenta, cuando fuimos a comprar el canario. Yo quería uno, y Tú, Dios, otro. Creo que el dependiente pensó que estaba chiflada cuando le dije a mi amado esposo: “Yo preferiría éste, pero “yo diría” este otro”. Por supuesto nos quedamos con el que Tú, amado Dios, querías. Y por cierto, canta mucho.

+ Sí, hija Mía, mi Primavera, soy Yo, Dios, que estoy y vivo en ti, y me meto en tus asuntos, y te hablo, casi de continuo.

Tú, amada mía, ya casi no eres nada.

Eres mi fiel instrumento.

Yo deseo darte las gracias, por tu docilidad, y tu paciencia, por las malas noches que te da Satán.

Te estás ganando mi Cielo Eterno.

Eres humilde y dócil a mi opinión, a la opinión de Dios, que a veces, es diferente de la tuya.

Deseo también dar las gracias a mi amado, Fuerza, por escucharme fielmente, a través de tu voz, aunque a veces, le digo cosas en que él no está de acuerdo.

También Yo, Dios, deseo agradecer a vuestros amados hijos, el que me “meta” en sus cosas.

Vuestra libertad, me la entregasteis.

Esto es muy fácil de oír para quién lo escuche o lo lea; lo difícil, es tener humildad para obedecerme como hacéis, aunque no me enfado, si alguno protesta, de corazón afuera, son muy jóvenes, y la juventud es rebelde. Pero Yo, Dios, veo vuestro interior, y rebosa amor, y por vuestro amor, obediencia a Mí, a Dios.

Por eso todas las cosas os irán bien, por vuestra fiel, audaz y pronta obediencia.

Y por eso mismo, me rendiréis tantas almas, por vuestro humilde y obediente servicio.

¡Os amo, hijos míos!

Y a ti, a ti que lees estos mis Escritos, también te lo digo: por tu humilde obediencia en cumplir mis mandamientos, me sirves y me servirás, y me rendirás almas.

Yo, Dios, os utilizo a todos, por mi amor, por el amor que me tenéis.

Entre todos, haremos un mundo mejor: ¡el mundo de Dios!, de amor, de paz interior, que saldrá al exterior en forma de obras, ya que lo que sois y sentís, se trasluce con vuestras obras, vuestro ser, toda vuestra persona.

Y si sois y tenéis amor, paz y fe, vuestras obras y personas, serán amor, paz y fe.

Y unos por otros, y todos juntos, tendréis amor, paz y fe. Y el mundo estará lleno de ello, y Yo, Dios, bendeciré al mundo, y mis hijos seréis felices por mis bendiciones.

Y la era de la paz, será veraz, verídica, y existirá en el mundo.

¡Tened fe, hijos míos! Soy Dios, el amo del mundo, y se cumplirá lo que digo, que es lo mismo que dije, y que sucederá.

¡Os necesito!

¡Te necesito a ti! Sí, a ti, para cumplir mis designios, los designios de Dios, y no me vengas con falsa modestia. Es a ti, sí, a ti, a quien Yo necesito.

Eres muy importante para Mí, para Dios.

Tú no eres como otro, eres irrepetible, y por eso te necesito, ya que tal como eres, no hay otro como tú.

Y por eso te necesito a ti, hijo mío, hija mía.

¡No te se me escondas!

Me estoy dirigiendo a ti, a ti que eres pecador; (Y sonríe), es a los pecadores, a quienes quiero, y son los únicos que podéis servirme en el mundo, ya que los santos están muertos.

Ellos viven Conmigo en el Cielo, y Yo, Dios, necesito de vosotros, los que estáis vivos; todos sois pecadores.

Si no, no harían falta los sacerdotes y los confesonarios. Y en cambio, sin ellos y éstos, no podréis jamás llegar al Cielo Eterno.

Sois pecadores, aunque no queráis serlo.

La imperfección que heredasteis de Adán y Eva, sigue vigente; Yo, Dios, no la he abolido, y por eso tenéis inclinación al mal.

Pero sabiéndolo, y siendo tan fácil irte a confesar, ¡ya estás sirviéndome, amándome y caminando hacia el Cielo hacia el maravilloso Nuevo Mundo que Yo, Dios, hice por ti!

Sí, especialmente por ti.

Por uno solo de vosotros, tan sólo por uno solo, Yo, Dios, habría muerto en la Cruz, y mi Mundo Nuevo existiría, tan sólo por uno de vosotros, ¡por ti, amado, amada de Dios!

Y te digo y te sentencio, que no estarás Allí tú solo, hay multitud innumerable de almas, que viviréis Conmigo Allí, ¡muchas más, infinitamente más, que no las que viven en el Infierno!

El poder de Satán es ridículo, ante la frondosidad e inmensidad de mi amor.

Claro que algunos han elegido y elegirán los infiernos; y Yo, Dios, lloro lágrimas de sangre por ellos.

Pero sois muchos más, ¡muchísimos más!, los que viviréis Conmigo, eternamente, en el Nuevo Mundo.

Oh, qué felices seremos, ¡cómo nos amaremos!

Se terminó el dolor, la soledad, el pecar.

Todo será sublime felicidad.

Y es tan fácil conseguir la recompensa de la Vida Eterna.

¡Es tan fácil!

¡La confesión es la puerta!

Y no te asustes de tu pecado, de tu infidelidad, de tu debilidad.

¡Humíllate ante Mí, a solas!

Y con humildad, vas a confesarte.

Es esa humildad, la que te hace digno hijo de Dios.

Yo, Dios Hijo, fui humilde a Dios Padre, y obedecí.

¡Tú, no tienes, ni tendrás que morir en la Cruz de madera!

Tú, tendrás que morir a la cruz de tus vicios, de tus debilidades, de tus imperfecciones y fallos.

Pero es que, con la absolución de tus pecados, el sacerdote te da mi Gracia, la gracia de Dios, que te ayuda a mantenerte fiel a Mí, ¡a Dios!

Y luego, vente muchas veces a comulgar.

Cuanto más en contacto estás Conmigo, con Dios, más y más te ayudo a ser mejor.

Tú sabes que es cierto el dicho: “Dime con quién andas y te diré quién eres”. Por eso, amado mío, amada mía, anda Conmigo, con Dios, y serás semejante a Mí, a Dios.

Y, ¿cómo soy Yo? Soy Bueno, soy perfecto. Tengo todas las virtudes, y soy Amor. Y tú, sí, ¡tú!, ¡¡tú!!, serás como Yo, semejante a Mí, a Dios. ¡Ven!