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Revelaciones 47

Sábado, 8 de Junio de 1.996   Rezo…      10:48 h a 11:32 h.

Yo.- Amado y Buen Dios. ¡Te amo! Te amo más que a mí misma, más que a mi mente ¡Te amo! 
No voy a discutir contigo, ¡eso jamás, Dios mío! 
Tú sabes la verdad de todo y de todos.
Lo que te preguntaré no es para discutir contigo, sino para que, si quieres, me ayudes a comprender; si no quieres, no por eso menguará mi amor por ti, ni mi fe. 
¡Auméntame la humildad hasta el infinito! 
Te amo. Y no me cansaré jamás ¡Jamás! de sentirlo y decírtelo. 
Pero ven, dame tu paz con tus sabias palabras:

¿Por qué se ha muerto Soliz, si le diste tu santo milagro? Y en un principio se curó, y se restableció al confesar y comulgar, mas ahora ha muerto.

+ Mi amada hija Soliz goza ya de la Gloria, por haberse confesado y comulgado; está conmigo. Y todo lo que sufrió después de restablecer su alma a la gracia, le quitó la eternidad de Purgatorio, que de no haber confesado y comulgado, le habría tocado vivir para restituir sus pecados. Ella está contenta y feliz, y Mamá y ella charlan amistosamente y eternamente. Por los siglos de los siglos, pertenece al Cielo, la dicha sin fin.

Yo, Dios, obré mi santo milagro en ella. Se recuperó y me amó de corazón. Me dio su vida por su amor.

No comprendes, amada Primavera. No importa. Tú, sé fiel a Dios.

Ella confesó y comulgó. Y Yo, Dios, sané su alma, que estaba muerta por el pecado de no vivir en gracia. Todo aquel que quiera, crea, y el que no quiera, no crea.

¿Qué es más importante, la salud del cuerpo o la salud del alma?

No hagáis caso a los comentarios, aunque Yo, Dios, derrame mis santos milagros, sigue existiendo la muerte.

No doy ni daré jamás, el milagro de la inmortalidad; os sanaré, pero un día u otro, deberéis morir.

Además, sólo Yo, Dios, sé hasta dónde termina mi santo milagro. Y actúo siempre para el bien del alma, no del cuerpo.

Deseo vuestra vida eterna en el Cielo, y es lo que os conviene; Yo, Dios, sé por qué permito los acontecimientos. Sólo Yo, Dios lo sé, y me basta; y tú, Primavera, y tú, Fuerza, sólo sois mis instrumentos.

No le explica jamás un artista a sus pinceles y pinturas, lo que tiene en mente. Es más, todo artista, por el bien de la obra, evoluciona según el resultado final que desea dar.

Vosotros, instrumentos de Dios, me habéis servido; mi hija, Soliz, se confesó y comulgó. Su vida cambió en los últimos meses, y la obra quedó perfecta a mis ojos.

Y eso es lo que realmente cuenta, que el Artista quede satisfecho de su obra.

Yo, Dios, el Artista del alma inmortal, su creador, estoy contento con mi obra, y mi obra está contenta de su santidad.

Si venís a Mí, a Dios, sólo para que os devuelva la salud, que os quite el sufrir, y confesáis y comulgáis sólo para la salud física, mi obra no es buena, es una chapuza. ¡No la quiero!

Yo, Dios, sólo quiero lo que es santo, perfecto, que queráis vuestra salud de alma y cuerpo. No sólo la del cuerpo, para seguir pecando, sino la  unidad del hombre, que sois carne y alma espiritual.

¿Lo entendéis? Bien.

¿No lo entendéis? Lo entenderéis cuando traspaséis el umbral de la muerte carnal, no la de la muerte espiritual, ya que no existe. Todo espíritu vive siempre ¡Siempre!

Si no lo aceptáis, no sois dignos de ver mi santo milagro en vosotros; mis milagros son para ayudaros a salvaros.

Me interesa lo verdadero. Y lo verdadero es que os amo y no os quiero sólo para un rato, sino que os deseo eternamente, ¿es malo esto? ¿Es injusto que Yo, Dios, os ame para siempre, para hoy, para mañana y para el más allá en la eternidad celestial?

Haces bien, amada Primavera, en no querer discutir conmigo. Haces bien en ser humilde, y por ello te elegí, para que seas, seáis, mis santos instrumentos.

Vosotros obedeced. ¡Sólo os pido eso! Que obedezcáis, por amor a mi amor.

Los demás os acusarán, mas Yo, Dios, os bendigo, os aumento las gracias que vienen y proceden de Mí.

Tu serenidad ante la muerte de mi amadísima Soliz, la serenidad de Fuerza y de todos vuestros hijos, conmueve mi Corazón, el Corazón de Dios, que está cansado de la soberbia humana, que no entiende nada y que, sin entender, me exigen actuar según su entender.

Lo maravilloso y real es que mi amada hija, Soliz, está ya en la Eternidad Celestial con Dios.

Le di en vida mi santo milagro, le costó confesar sus pecados y faltas, mas lo hizo. Mi milagro movió su fe a Mí, a Dios, y por su fe y humildad, reposa ya eternamente en la morada de los justos, junto con María Inmaculada.

* Aquí está, conmigo, y con todos los santos de los siglos. Y está feliz, radiante de dicha, y lo estará para siempre jamás. Gracias, Fuerza y Primavera, ya que, por vosotros, restituyó la fe en Dios, por ser vosotros dóciles a los mandatos del Altísimo. Sed bendecidos y, con vosotros, vuestros amados hijos.

(Soliz tenía 72 años).