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Revelaciones 40

… rezo… (13:08) a (13:52)

 

Yo.- Y continúa mi amado esposo queriendo saber. (Se sonríe Dios). Y esta vez te pregunta amado Dios: después de la resurrección de los muertos, ¿cómo será nuestro cuerpo? ¿Joven? ¿Con defectos (cojo, ciego, subnormal)?

+ Amados míos, llegará el día en que la carne resucitará y habitará otra vez en el alma, y serán los dos una sola cosa, ya que el cuerpo será perfecto.

Dios Hijo, Jesucristo, tiene cuerpo, está en el Cielo, y no tiene que comer; así ocurrirá con vosotros en la resurrección carnal.

Y no tendréis defecto alguno, ni físico ni psíquico, ya que el alma llenará el cuerpo todo, y al ser alma perfecta, vosotros seréis perfectos.

Sabréis quiénes sois, por vuestra alma, que es distinta en cada uno de vosotros.

Os identificaréis por ella, y por ella, os reconoceréis, ya que estaréis en otra dimensión.

El mundo, la tierra, ya no existirá, la habréis destruido vosotros mismos, y allí, donde Yo, Dios, os he preparado otra Morada, allí, es un lugar distinto, mucho, muchísimo, más bello que la tierra que conocéis.

Yo vivo en Ella, y os digo que es perfecta para vuestros ojos, y saciará vuestra alma entera.

Y Allí viviréis, eternamente felices, todos juntos Conmigo, y Yo, Dios, con vosotros.

No hay palabras para describir la belleza y perfección de la Nueva “Tierra”, pero sin duda, es infinitamente mejor que en la que vivís hoy.

No necesitaréis leyes, ya que seréis perfectos y felices, y las leyes son para daros la felicidad.

Y Allí, en el Nuevo Mundo, que os tengo reservado para todos los hijos que me habéis amado, y con vuestra humildad, servido, cumpliendo libremente con mis designios y vuestro deber, pues es para vosotros; es la alegría después del dolor, de la cruz por mi amor, por amarme ante todas y sobre todas las cosas.

¡Es un Mundo maravilloso!

Dios no miente, ¡no miento!, y existe, hijos míos, y es para vosotros.

Sí, para ti, para ti, a ti te lo digo, a ti que has pecado, y antes de morir volverás a hacerlo, y no una vez, sino setenta veces siete. Y tantas veces como has pecado y pecarás, deberás ser humilde y acudir al confesonario, y ante un sacerdote, que me representa, deberás pedirme perdón, diciendo cuál es tu pecado o falta, ¡sin temor, sin escrúpulos!

Yo, Dios, ya sé de tu pecado, ¡claro que lo sé!, (Y sonríe, y con su sonrisa, quiere confortarnos) pero lo que deseo es comprobar tu capacidad de humildad.

Mira, hijo mío, hija mía; María, mi Madre Inmaculada, aún siendo perfecta, Yo, Dios, le pregunté si quería ser la Madre del Hijo de Dios, por querer saber de su humildad.

Yo, Dios, podía haber dispuesto que Dios Hijo naciera a la vida terrenal con naturaleza humana, sin preguntarle nada a María. La podía hacer “dormir”, como hice con Adán, y no tener que preguntarle a Ella, a María, qué deseaba hacer.

Muchos de vosotros, no le dais el suficiente valor a mi Madre, ya que por creer que la preservé del mal, eso ya le quitaba importancia a su sí.

Os deseo recordar que Adán y Eva eran perfectos, pero no fueron humildes, y por su soberbia, se dejaron engañar por Satán.

¿Es que os creéis que María no tuvo que luchar con Satán para darme el sí a Mí, a Dios? Satán incluso tentó al mismo Dios, al Dios Hijo, y si se acercó a Mí, hizo lo mismo con María, el mismo momento en que el ángel le preguntó si deseaba ser mi Madre. ¿Por qué creéis que interrogó María? ¿Por curiosidad, si era perfecta? Interrogó porque Satán le puso muy claro que el ser la Madre de Dios, le traería complicaciones. Por eso tiene tanto valor su sí, ya que lo dio con conocimiento de causa. Y fue su humildad, lo que no pudo dominar Satán.

La humildad es invencible, y la humildad de María, como la vuestra, Yo, Dios, no os la puedo dar, si no, ¿a qué preguntarle a María? Si le pregunté, es que Ella, siendo perfecta, era libre, como vosotros, para darme el sí. Y me dio el sí, y su humildad era la humildad más perfecta, ya que era la humildad de una criatura preservada del mal, a la que se le exige un sacrificio, una entrega total.

Satán dijo ¡no!, María dijo ¡sí!

¡Qué cambio tan radical en las dos libertades! Uno el mal, otro el bien.

Sí, hijos míos, la humildad no puedo darla Yo, y es la humildad la que os llevará al Cielo, y de Allí, al Nuevo Mundo, al mundo eterno y perfecto, que Yo, Dios, creé para ti, sí, amado mío, para ti.

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