Martes, 19 de septiembre de 1995… rezo… (12:44) a (13:02)
Yo.- Estaba mirando los ojos de la imagen de Cristo en la estampa de la oración de la luz, y he visto que quería decirme algo; se lo he preguntado (en mente) y me ha dado a entender que sí.
+ Quiero hablaros de los moribundos. Hay que ir a ellos.
Muchos de mis hijos sacerdotes, han perdido los sentimientos humanos; no obedecen ni a su corazón ni a sus deberes para Conmigo, su Dios, que estoy con los que van a morir.
Deseo que se ponga especial atención a estos hijos míos que están en el umbral de la muerte. Quiero que vengan a Mí; Yo di mi vida por ello, y los espero.
Si supierais cuánto sufro y sufre mi Madre Santísima por el descuido de tantos sacerdotes que no visitan a los enfermos y moribundos. Yo tengo compasión de ellos y les permito la entrada en el Cielo, pero a esos sacerdotes les maldigo y mi voz les maldecirá en el último día. Yo, Jesús, digo que vendrá la ira del Padre sobre sus cabezas, y llorarán sangre.
No, hijos míos, amados sacerdotes, no sois apóstoles para perder el tiempo. Hay un Cielo que espera la venida de muchas almas arrepentidas, y quiero que vosotros las vayáis a buscar y me las ofrezcáis. Puedo hacer muchos milagros, pero Nuestro deseo y voluntad, es que seáis vosotros, mis sacerdotes, quienes me reconciliéis el alma del moribundo a Mí.
¡Cumplid vuestro deber! Y Yo os amo por ello. No os olvidéis del enfermo, del que sufre de soledad, incluso en medio de gente. Vosotros, amados sacerdotes, sois las antorchas de este tiempo de luz y amor que ha empezado; Yo confío en vosotros, y el Espíritu Santo está esperando actuar con Nuestra presencia.
No tengáis vergüenza de ser sacerdotes míos, y llevad la señal exterior del ejército de mi salvación; sólo al veros, se convertirán por miles.
Ha llegado mi tiempo, pero es Nuestro deseo que vosotros, hijos amados, llevéis con vuestra persona toda, mi imagen y mi amor: no temáis vestiros de negro, que este es mi deseo y vuestro escudo. Sedme fieles.