Saltar al contenido

Revelaciones 4

Martes, 17 de Septiembre de 1.996   Rezo…      12 h. a 14:24 h.

+ Rezad pidiéndome ayuda con vuestra cruz; no es quejarse de ella.

Deseo y os pido recéis pidiendo, si es mi deseo, el que os aligere el peso, mas no os quejéis del peso y la carga.

Haceos santos con la carga de la cruz, mas es bueno y lícito, y agrada a la Santísima Trinidad en unidad, el que recéis pidiendo os ayude en lo vuestro, si este es mi deseo y voluntad.

Hacedlo así, hijos míos, y hacedlo sin descanso, sin desmayar jamás; es la oración lo que mueve al hombre a las obras de la fe.

Si no has rezado o no han rezado por ti, hijo mío, hija mía, no podrás ver jamás en tu vida la realidad que deseas vivir.

Si no rezas, no ocurrirá nada nuevo que te ayude a sobrellevar tu cruz.

Por eso, los que no rezan, los malos y necios, siempre están metidos en problemas, en vicios y pecados que los encadenan de perpetuidad en su cruz. Ellos no están clavados a la cruz, ellos están encadenados a la cruz. Su cruz no es llevada por amor a Mí, a Dios. Su cruz es llevada por las cadenas del pecado.

Hijo mío, a ti, que mi Sangre te limpió del pecado, a ti Yo, Dios, te pido: ¡Oración y sacrificio!

A veces, os buscáis sacrificios para ofrecerme, y es bueno, es santo, el que me ofrezcáis sacrificios, a Mí, a Dios Redentor y Creador, a Dios en santa Unidad, y es bueno, ya que Yo mismo, Dios, me sacrifiqué por todos vosotros, ¡por ti también! Y deseo que, como primer sacrificio, me deis la aceptación de vuestra cruz, ¡sin quejas! No deseo os quejéis jamás, ¡jamás!, ya que la queja mata la santidad, y el Demonio la aprovecha para haceros sufrir en la tierra; y por este necio sufrir, perdéis la vida eterna en el Cielo, en la felicidad perpetua. Recuerda, amado mío, amada mía, que todo cuanto te ocurre es providencial. Y si rezas viviendo en Gracia, todo lo que tú quieras y sea bueno para ti, Yo, Dios, te lo daré en el momento óptimo, mejor para ti y ver tus deseos cumplidos, por las obras de la Providencia, que tú al vivir en Gracia, vives en Mí, y que por eso, por vivir Yo, Dios, en ti, tus obras de fe serán las obras que, por tus oraciones de ayer, escribiste en tu futuro, en el futuro del mundo, ya que todo lo que te acontece a ti, hijo mío, hija mía, acontece al mundo, por ti y tu fe en Mí, en Dios.

¡No te quejes!; reza, y Yo, Dios, te daré a vivir lo que has soñado: si son hijos, tendrás hijos; si es dinero, será dinero; si es salud, será salud; si es justicia, será justicia.

¡Adelante!, reza sin quejarte.

Y si rezas por tus intenciones el Santo Rosario a María Virgen, por su santa pureza, por ser mi Madre, tu oración tiene, por Ella, por la Hija y la Esposa de Dios, por María, doble y rápida acogida, ya que vuestro amor se une a la fe de que Yo, Dios, soy Cristo Redentor, el Hijo de María, y puedo y hago lo que mi Madre me pide.

Por vuestra fe, veréis las obras de fe que Yo, Dios, por mi Santa Madre, os bendeciré.

¡Soy Dios y puedo hacer  y deshacer según mis deseos!; y mis deseos son tener libremente vuestro amor.

Y por vuestro amor, que me dais en libertad, en la santa libertad de cumplir con mis Diez Mandamientos y mi Santa Iglesia Católica, Apostólica y Romana, Yo, Dios, os doy lo que, con fe, me pedís.

¡Cualquier imposible es posible para Mí, para Dios!; y la fe es esperar con fe, lo que os parece imposible obtener, ya que humanamente es difícil de creer, mas, para Mí, para Dios, no hay nada imposible, todo es real cuando Yo, Dios, quiero.

¡No pongas límite a tu fe!, y pídeme, pide a Dios cosas “imposible” humanamente de obtener, y Yo, Dios, Yo mismo, te las daré. ¡Lo sello por mi Santo y Todopoderoso poder!, por el poder de Dios, por el poder del Amor, del verdadero amor, del amor con que Yo, Dios, te amo.

¡Ámame!, y verás por tu amor, por tus rezos de amor, el amor en obras de tu Dios, del Dios que amo tanto, que en cada Misa vuelvo a morir por ti, ya que vuelvo a entregarme por mi Santo amor, a la voluntad de Dios Padre.

Hijo mío, hija mía, si rezas con diálogo Conmigo, y rezando sigues con tu vida, con tu cruz, y cumpliendo mis diez mandamientos, viviendo en santa, en perfecta Gracia mía, por estar limpia de pecado al haberte confesado, Yo, Dios, te digo; ¡que verás las obras de tu fe en tu vida!; las verás y te sonreirás de ver y comprobar que, aunque Yo, Dios, morí para abrirte el Cielo, además de eso, por mi amor, por el amor de Dios, del Dios que tú amas, te doy cosas humanas, cosas espirituales y físicas, además de la Vida Celestial.

Y te doy lo que, ya que al ser Amor, tu amor se llena de Mí, por tenerme tú en ti y darme a Mí mismo por amor, ya que es el amor lo único bueno y grato a Dios.

Y os lo demostré dándome a Mí mismo por amor, es decir, Yo, Dios, me di a Dios, a Mí, por amor, ya que siendo Yo, Dios Hijo, soy también Dios.

Y cuando vosotros me amáis, y vuestro amor es mío, por vivir en mi Gracia, sin pecado, por lo mismo, ese amor perfecto que me tenéis a Mí, a Dios, soy Yo mismo; y por lo tanto, vosotros me dais a Mí mismo, y lo acepto por ser Yo, Dios; y por ser perfecto, por ser mío, ya que viene de Mí, del amor con que os amo, y que vosotros me amáis, por ser mi mismo amor que regresa a Mí.

Por eso, cuando amáis por mi amor, es cuando sois perfectos, por estar mi amor en vosotros; y cuando amáis y obráis por mi amor, ¡sois míos!, ¡sois Santos! Y todo lo vuestro es mío, y todo cuanto hacéis por mi amor, son obras de fe; por eso los santos arrastran a la santidad al mundo, ¡por amarme más que a sí mismos!, por ser mi amor quien obra en ellos, y no ellos mismos.

Y por lo cual os dije que quien ama de verdad, no necesita más mandamiento, que, amando los cumple todos, por estar Yo, Dios, en este amor, y ser este amor el que obra.

¡Haceos santos! Poned amor de y a Dios en todo cuanto hagáis, penséis y digáis.

Es fácil, es muy fácil ser santo.

Primero, sabed de mi amor, del amor de Dios, y dejaos llenar de él, y amadme, ya que os amo; y cuando me améis, ese mismo amor irá creciendo, aumentando, hasta ser tan grande como mi mismo amor.

Cuándo veáis que amáis como Yo, Dios, sin egoísmos, sin miedos, con entrega total, Yo, Dios, estaré en vosotros y seréis santos, por ser Yo, quien al vivir en vosotros, actúo, por vuestra libertad, que me dio el sí, en vosotros, y entonces todo lo que  sale de vosotros es perfecto, por ser mío, de Dios; ¡es santo!, ¡sois santos!, ¡eres santo!

Hijo mío, hija mía, tu naturaleza es ser santo, santa, ya que tu naturaleza es vivir Conmigo en el  Cielo eternamente; tu naturaleza no es vivir ochenta  o noventa o cien años en esta tierra, ya que sabes bien que lo que te espera es la muerte, y la muerte está para dar paso a tu continuación de vida espiritual, a la vida eterna.

Realmente tú, lo que eres en verdad tú, vive siempre, no muere jamás; vive desde el mismo instante de que tus procreadores humanos (tus padres) unen sus semillas; a su acto, me uno Yo, Dios, y sello tu alma en el seno materno; tu cuerpo es para dármelo libremente, por amor a Mí, a Dios, y por mi amor, obrar perfectamente en la tierra, con tu físico unido al alma inmortal: ¡Tu santidad es mi santidad! Por ti solo, sin Mí, sin Dios, ¡no puedes ser santo!, vas de fracaso en fracaso. Eso es lo que les ocurre a los protestantes y sus diversas sectas. Sólo con Dios, Conmigo, podéis ser santos, y Yo estoy sólo y verdaderamente en mi Santa y única Iglesia, la Católica, Apostólica y Romana, ya que ella es la única que me tiene. Ella, la Santa Iglesia de Dios, me tiene en sus Santos Sacramentos. ¡Allí estoy Yo, Dios! Y  cuando los recibís os llenáis de Mí, de Dios, y al tenerme, al estar con vosotros, soy Yo, Dios, quien vivo en vosotros. Y es por vuestro grado de amor a Mí, a Dios, es por vuestro amor a Mí, el que os hacéis santos.

Cuánto más me amas, más estoy Yo, Dios, en ti, y más tú amas al mundo, a tus semejantes; y por las obras del amor que sientes en ti, das perfección, santidad, al mundo.

Tú gradúas tu santidad; cuánto más me ames, más santo eres.

Tú y solo tú, gradúas tu amor, ya que el amor es algo espiritual, algo que nadie te puede dominar; y puedes amarme y amar, siendo pobre o rico, estando sano o enfermo, siendo joven o viejo.

Yo, Dios, os preservé el amor de lo físico, por eso, cuándo uno ama en verdad a otro, tanto da que uno de ellos sea rico o pobre, esté sano o enfermo, sea joven o viejo. El amor, el verdadero amor, no tiene precio, y es justo que no tenga condición social ni humana. El amor, no sólo lo sienten  los ricos con los ricos, los pobres con los pobres, los sanos con los sanos, los enfermos con los enfermos, los jóvenes con los jóvenes, los viejos con los viejos. El amor, hijos míos, el verdadero amor, lo siente quien ama a Dios, a Mí. Y puede amarme el pobre, el rico, el sano, el enfermo, el joven, el viejo; ya que amar a Dios es condición de todo hombre sin discriminación, sólo con la discriminación personal voluntaria y libre; por lo demás, no hay límite ni grado.

A ti te lo digo, amada Primavera, y a tus amados hijos se lo digo; el cónyuge que les tengo destinado, será una persona que amará, que amará a Dios sobre todas las cosas; por lo demás, puede ser pobre o rico, sano o enfermo, joven o no tan joven; la señal es que me amará, amará a Dios, a Mí, sobre todas las cosas. Y quitaos las manías de que no puede ser rico o de padres ricos, y tenga forzosamente que ser pobre. Es y será su amor, lo que os daré, y su amor no tiene nada que ver con su condición. Yo, Dios, lo sé todo, sé lo que os ocurre, que os calumniaron diciendo que deseabais no el amor sino el dinero, de los cónyuges vuestros, de los de tus hijos. La calumnia daña, mas vosotros debéis, tenéis que ser míos, y no deseo tengáis reparos si es que alguien rico desea vuestro amor y amaros. ¿No seréis vosotros ricos? Y ¿es que entonces no sabréis amar? ¿Es que para amar tiene uno que ir justo de dinero? Y os diré que hay muchos pobres que se sienten ricos y actúan despilfarrando el dinero, más que los ricos que podrían hacerlo. Hijos míos, rezad, y, como vuestra madre, igual que a María Inmaculada, os concederé el amor, el santo y bello amor matrimonial. ¡Lo sello Yo, Dios, en santa Unidad!