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Revelaciones 3

Martes, 17 de Septiembre de 1.996    Rezo… (No funciona el reloj, se me cayó al suelo)  

Yo.- Amado mío, ten compasión del mundo; yo, Dios mío, te pido perdón en nombre de mis padres, en nombre de mis calumniadores, en nombre del mundo y de mí misma, por mis pecados, también. ¿Me oyes, Dios mío? ¿Es lícito que pida perdón por mí y los demás? ¿Les das tu perdón  por mi petición?

+ Por tu petición, por tu bondadoso corazón, por no hacer discriminación de pecados, los tuyos y los de tus padres, y los del mundo; por tu justicia de saber  que todos pecáis contra Dios, ¡contra Mí!, Yo, ese mismo Dios, te concedo tu perdón, el perdón de tus padres, el perdón del mundo.

¡Cristianos!, alzad vuestra voz a Mí, a Dios, pidiéndome perdón, perdón por vosotros, por ti y los demás.

Yo, Cristo, pedí perdón por vosotros a Dios Padre, y di mis obras, mi vida, por vosotros y vuestro perdón. Tú, haz lo mismo, pídeme perdón por ti y el mundo, y dame tus obras, tu vida toda; y Yo, Dios, te perdonaré por ello, a ti y al mundo

¡Somos hermanos!, tenemos a la misma Madre, a María Inmaculada, y al mismo Padre Creador, a Dios; eres hermano de Cristo, y como Yo, como Jesucristo, y por Mí, por Dios, puedes dar la salvación al mundo y a ti.

¡Tu cruz!, esa es la herramienta de las obras de la fe.

Mi amado “padre” San José, se “clavó”, con y por su amor a Mí, a su cruz. Se clavó él mismo por obedecer la voluntad del Altísimo. Aceptó toda su vida por Mí, por Dios. ¿Haces tú lo mismo? Puede que lo hagas, pero si lo haces y al mismo tiempo te quejas, por tus quejas, aunque aguantes la cruz, no salvas a nadie con ella, ni a ti mismo, ni a ti mismo, amado hijo mío, amada hija mía. La cruz con quejas, también la lleva el malo y el necio, ya que la cruz es la misma vida con sus circunstancias individuales. ¿Eres como ellos? Entonces no te llames cristiano, ya que el cristiano no puede quejarse de su cruz, es más, el verdadero hermano de Dios, de Cristo, el verdadero cristiano, ama la cruz, su cruz, por saber que esta cruz, además de no poder quitársela, por ser parte del hombre, es la que le salva si la ama, y no sólo le salva a él sino que salva al mundo, por ser la cruz la herramienta que Yo, Cristo, utilicé para redimiros; y por aceptarla como Yo, Dios, lo hice, esta cruz que lleváis sin quejaros, ya que por amarme no os quejáis, esa queja que aguantáis por amar a Dios, esta queja que no sale de vuestro corazón, os salva del Infierno, que por ser pecadores, os merecéis todos sin remedio, mas por mi amor y vuestras obras de fe, que una de ellas es amar la cruz, por ese amor sin mancha de queja, os doy la vida eterna; y por ti, por ofrecerme tu cruz, Yo, Dios, puedo y salvo al mundo. ¡Es cierto!

Tú, amada Primavera, te preguntas muchas veces: “¿Cómo es que Dios me permitió ser buena, intentar ser buena, después de lo mala que fui?”. Hoy, la voz del mismo Dios, mía, te lo dice: Por la cruz de los santos, por el sacrificio de la Santa Misa y la oración de los fieles en ella, Yo, Dios, vine a ti y te alcé, y te tengo sostenida por la bondad de María, que es Madre de todos los hombres, y por cada uno, se pone de rodillas hasta que Yo, Dios, no accedo a sus  súplicas, a las dulces y amorosas súplicas de María, de mi Rosa sin espinas.

Yo, Dios, te busqué, te cerqué, permití tu caída para así reaccionaras y te acercaras a Mí, a Dios, en busca de ayuda.

Permití tu soledad, las calumnias de las gentes “buenas”, y tus pecados, que eran muchos ya sin las  calumnias. Y permití tu sufrir, tu rebelarse, hasta que cansada acudiste a Mí, a Dios, para que llevara tu carga. Y te alcé, amoroso, del suelo, y soplé tu alma llena de cieno, y la limpié con mi Sangre en el madero y te di lo que desde niña me pedías. Decías: “Deseo el amor, sólo el amor, eso que no se compra con dinero”. Y te di mi amor con mi Providencia; te di a tu amado esposo, Fuerza, te di hijos que te aman y os di amor unos con otros. Esas son las obras de tu fe.

A cada uno, por su fe, le doy lo que  más desea. Tú, amada Primavera, solo deseabas ¡el amor! Desde niña lo querías, y Yo, Dios, te lo di y te lo doy.

Yo.- Sí, Dios mío, tengo lo único que realmente deseé. Cuando mis padres eran pobres, no vi su amor; y cuando mis padres se hicieron ricos, no vi su amor. Y yo supe que el amor, el verdadero Amor, no tiene nada que ver con la riqueza o la pobreza, ya que no vi el amor de mis padres ni en la pobreza ni en la riqueza. Y era y es el amor lo único a lo que aspiré desde que recuerdo que pude pensar: ¿No me amarán jamás mis padres?

+ Yo, Dios, sé el futuro, mas, no te digo el futuro, por ser mío. Tú, Primavera, eres amada hoy por Dios, por tu esposo, Fuerza, y por todos y cada uno de tus hijos. Disfruta de esta gran riqueza que posees, ya que no puede pagarse con dinero lo que tienes: ¡El amor!

Yo.- Te pido lo mismo para cada uno de mis hijos; ellos, como yo, quieren ese amor que no puede pagarse con dinero. Hemos hablado tanto de ello, hemos discernido tanto sobre el amor, que todos, todos, me han dicho muchas veces que te diga que desean ser ricos en amor. Desean la riqueza de lo que no puede pagarse con dinero: ¿Se lo concederás, Amado nuestro?

+ Se lo concedo. Yo, Dios, tengo siempre presente el presente, el pasado y el futuro, por lo que os digo: ¡Os lo concedo, hijos míos!, ya que es justo y lícito pedir al Dios de amor, el amor. Y lo veréis en los hechos y en las obras de vuestra fe, ¡Lo sello!

11:19 h.