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Revelaciones 38

Martes, 17 de Diciembre de 1.996   Rezo…      Después de desayunar

+ Cuando estáis enfermos, cuando la salud ha desaparecido de vuestro cuerpo, ya no deseáis dinero, ni fama, ni poder, sino que restituya vuestro dolor.

Cuando veis que el dinero o la posición social, no influye para nada en vuestra salud corporal, lloráis de impotencia, y muchos, os sentís culpables de vuestra desgracia, ya que a muchos, os viene la enfermedad, gracias al dinero que utilizasteis, no para dar con él caridad a los demás, sino que por él, dañasteis vuestro organismo; algunos con orgías, lascivias, glotonerías, horas sin dormir, excesivo afán y nerviosismo para conseguir el dinero, que tanto os haría feliz; otros, arriesgándose en el peligro, por tener cubierto el cuerpo de dinero, es decir, pensando: “¿Qué me puede ocurrir si soy rico?”

Y llegó el día, la hora fatal, y un accidente que podía ser mortal, se quedó en la mutilación del organismo, y la enfermedad se dispuso a visitar tu cuerpo, y por más dinero con que estabas cubierto, no pudiste echarla de tu casa, y se hospeda en ella, como la reina; y acapara toda tu vida, tu existencia.

¿De qué te sirve el dinero? ¿Para sobornar y quitar la enfermedad?; te lo digo Yo, Dios, de nada, incluso, a veces, te perjudica y te hace sufrir más, ya que muchos médicos, malos médicos, al saberte con dinero, te hacen creer falsas esperanzas, y martirizan tu cuerpo y tu alma.

Otros, que sois pobres y que habéis perdido la salud, creéis que si tuvierais dinero, éste podría alejar de vosotros la enfermedad. ¡Mirad! Los ricos también están enfermos; ¿no es cierto?

No deseo que penséis erróneamente, amados míos, que los ricos, por ser ricos, son malos y pecadores, que hay muchos pobres, que no cumplís mis Santos mandamientos, igual que muchos ricos; y hay algunos ricos y algunos pobres, que cumplís con mi santa Voluntad de amarme sobre todas las cosas y personas.

Bien; aclarado este punto, paso Yo, Dios, a solucionaros la desesperación del que no está sano:

¡Pedidme y os daré! ¡Tened fe!