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Revelaciones 37

Martes, 17 de Diciembre de 1.996   Rezo…      Antes de desayunar.

+ Realmente, hijos míos, hijos de Dios, estáis muy pendientes unos de otros, demasiado. Debéis estar pendientes de Mí, de Dios, y no de los hombres, para igualarlos y superarlos en su posición social, y sus costumbres, públicas y privadas.

¡Estad, en todo tiempo y momento, pendientes de Mí, de Dios, que soy el único completamente bueno y digno de imitación!

¿Por qué no estáis pendientes de Mí, de Dios?; porque todos sabéis que Yo, Jesús, Dios, sufrí y padecí por todos y cada uno de vosotros; y a vosotros, no os gusta sufrir, ni padecer, ni por vosotros mismos, y mucho menos por los demás. Queréis ante todo y sobre todo, la felicidad, el poder, el capital; ¿no es así hijo mío?; y Yo, Dios, deseo hacerte entender, que tanto si me imitas a Mí, a Dios, como al “vecino”, vas a padecer, a sufrir. Esto es así en este siglo, en este mundo, y si no, analiza, mira, profundiza en la realidad, y dime, a quién conoces que sea feliz, verdaderamente feliz de verdad.

Cuando comprendas que nadie, ¡nadie!, es feliz, realmente y completamente feliz, en esta tierra, cuando de verdad, tu corazón sea sabio, y veas, que todos, todos, ni uno solo, se escapa del sufrimiento y el mal, y que todos, todos, acabáis muriendo, te continuaré diciendo Yo, Dios, ¿qué diferencia un cristiano practicante, de un pagano o cristiano, por sólo ser bautizado?

Y te lo digo ahora, hijo mío: Un cristiano practicante, con su sufrir, inevitable en todos, se hace humilde, desarraiga la raíz que por Adán y Eva, el Demonio les cedió, ¡la soberbia!

Y es la humildad, la que os hace sabios, que os conduce a la fe en Mí, en Dios. Por eso, muchas veces, el que más sufre, más cree. Y al creer en Mí, en Dios, cree en la resurrección, en la otra vida, que por mi amor, por mi sufrir y muerte, os doy. Y esa esperanza de dicha y felicidad infinita, os hace gozar el corazón, y os hace felices en esta vida, por y con la esperanza en el Más Allá, que no ha de tardar.

En cambio, los paganos y malos cristianos, sufren como todos, igual que todos, y su sufrir es ¡horrible, desgarrador, insufrible!, ya que sufren sin ninguna esperanza de alcanzar algún día, la santa, perfecta, Felicidad; esa Felicidad eterna y constante, que Yo, Dios, prometo a todo aquel que me es fiel, que es fiel a Mí, a Dios, y no teme al sufrimiento, ya que sabe, que es inevitable; ¡yo mismo, Dios, lo pasé!

Y es valiente en resistir las tentaciones, los espejismos de una vida feliz y fácil. Él sabe que trabajar para su libertad de amarme y obedecerme sobre todas las cosas y personas, es lo que le da la felicidad, y no sólo la Eterna, sino la terrenal, ya que para luchar por esa, su santa libertad, vive en mi Iglesia Católica, Apostólica y Romana, y acude a los sacramentos; y al estar Yo, Dios, en ellos, conecta directamente Conmigo, con Dios, Y Yo, Dios, le doy mi amor, mi paz, el gozo de tenerme, ya que Yo, Dios, Espíritu Santo, vivo en él, con él. Y voy donde va, y estoy donde está, y su Ángel de la guarda, ni un instante deja de velar para su felicidad eterna, y esta meta, le llena de felicidad terrena. Y además, os añado, hijos amados, ¡soy Dios!, ¡¡Dios!!, y si soy Dios, soy Todopoderoso, y por mi Santo poder, puedo y doy también riquezas, dinero, ya que deseo que los que me améis, ayudéis a los pobres, y con lo que os doy, Yo, Dios, deis vosotros, por Mí, dinero, trabajo, al que le cuesta vivir; y que viendo esto, el mundo exclame, “¡los verdaderos hijos de Dios, nos dan su caridad, por su amor a Él!”

Y sí, dad, dad de vuestro dinero, de vuestras buenas obras, que al darlo, me lo dais a Mí, a Dios, al que os lo da para que lo deis, por amarme sobre todas las cosas, incluso sobre lo que os doy Yo, Dios.