Saltar al contenido

Revelaciones 36

Lunes, 16 de Diciembre de 1.996   Rezo…      Antes de comer.

+ Hijos míos, antes que la industria no usurpase el valor capital de los padres, los hijos, estabais sometidos no sólo por naturaleza, sino por patrimonio, bajo la protección y unión de los padres, mas hoy, no sucede eso. Desde que el niño tiene uso de razón, se le apabulla la conciencia, preguntándole y haciéndole pensar, en qué será cuando sea mayor. Desde la cuna y los primeros pasos, en la mente de los adultos, abunda el deseo, que pasa a la acción, y que protagoniza en el niño su idea principal: ¿Cómo se ganará la vida? Todo gira, incluso su educación, a un rendimiento económico, a ser alguien poderoso en el mundo capitalista. Todos los sueños de los padres, no realizados, van en busca del niño, que dicen, será afortunado. Por él, se evitan los hermanos, que podrían usurpar su trozo de “pastel”. Por él, los padres se matan trabajando, y abandonando la fe. En un principio todo son ilusiones y esperanzas, a pesar del mismo niño, que dócilmente o a desgana, sigue a disciplina de horario de aprendizaje, para llegar a ser alguien importante. Mas, en la juventud del hijo, vienen los problemas, por ser independiente, por querer ser profeta en su tierra, en su vida. Mas, el hablar de los mayores, suele suavizar y encauzar sus “errores”. Y cuando llega la cruel realidad, que es la dureza de la vida, el egoísmo de quienes ya tienen su trozo de “pastel”, y no desean dar de comer, este hijo mío, se desmoraliza, y como no hay fe en Mí, ya que los padres y el Estado, no se ocuparon de otra cosa que del rendimiento físico, y no el espiritual, este hijo mío, va perdido. La sociedad, que es una fiera en potencia, enseña sus dientes. Esa es su ciencia: El orgullo, el egoísmo. Y este hijo mío, normalmente, cae y se embadurna de fango, por no tener en su mente y corazón, la presencia de la Santa Pureza, en que vivió la Madre de Dios, y que os dio, por herencia, a todo aquel que en Ella, confía y reza. Luego, los padres, quedan lejos; a los hijos, les estorba oír la misma estrofa: “Lo que tienes que hacer es…”. Ya los hijos, no tienen oídos por quien les engañó, haciéndoles ver que el mundo sería suyo, al llegar al amanecer. Y los padres quedan solos, y, ¡tan solos que quedan!, ya que no tuvieron más hijos, por no entorpecer al que vieron nacer. Y, tan solos que están, ya que Yo, Dios, no estoy con ellos, y no es por Mí, sino que ellos lo eligieron así. Y el cuarto mandamiento, el que da felicidad, salud, y larga vida, no se cumple, por no haber cumplido con él, en su momento.

Antes, la misma naturaleza, ejercía influencia para cumplir el cuarto mandamiento, los anticonceptivos y la pillería no existía. Normalmente, los padres, creían que cada hijo, era una bendición mía, de Dios. Y en vez de evitarlos, muchos, los aceptaban como fruto, como regalo para su vida, su trabajo, su ancianidad, y perpetuo descanso. Mas hoy, el Estado, a quien ha trabajado y cotizado, le hace de hijo amado, y les pasa una exigua suma al mes, y les acoge en asilos pulcros y llenos de “fe”, en que morir es mejor que vivir.

Hijos míos, eso es así. Yo, Dios, lo sé, ya que soy Aquel que todo lo ve.

Andáis mal el camino, bebéis agua envasada, en vez del agua del manantial, de la vida eterna y temporal.

Dais vueltas al molino, como los asnos, en vez de actuar y vivir libres, como los hijos del Dios que os di, por mi Sí a la obediencia Paterna, el fin de una feliz y maravillosa vida Eterna.

Cuántos lloros se oyen llegar de la tierra; hoy día, se llora mucho, pero no se reza, y si no rezáis, si no me pedís, Yo, Dios, no puedo daros, por mucho que llore por vosotros Santa María y los santos todos.

Fácilmente se puede cambiar el mundo, tan fácilmente, que por vuestra vanidad, se sigue oyendo el gemir, sin la oración y el Santo Sacrificio. Es así, así es. Y no puedo Yo, Dios, hacer nada, ya que vivís, como si Yo, Dios, no existiera. Y existo, y os amo tanto, que volvería a morir en la Cruz, para calmar vuestro llanto.

La industria es vuestro nuevo evangelio, habéis cambiado las Palabras santas de Dios, por dinero, dinero, dinero; deseáis el dinero y el vicio pecaminoso de vivir de espaldas a Mí, a Dios, al que doy dinero, honra, fama y gloria, al que por amor a Mí, y sólo a Mí, trabaja todo el día, a toda hora, para que con su trabajo bien hecho, sólo, sólo sea para darme gloria.

Os equivocáis una vez más, ya os digo, que es sencillo vivir felices con vuestro destino. Lo complicáis, por vuestra soberbia, de no desear deber nada a nadie, y ese nadie, soy Yo, Dios. Os rebajáis unos a otros, pecáis unos con otros, mas sigo oyendo, Yo, Dios, los sollozos que proceden de la tierra, la tierra que gime entera.

Y ¿qué ocurre con los que decís amarme?, que desesperáis en vano, por querer ver resultados rápidos. Y Yo, Dios, os pruebo, y la prueba es lenta y persistente, como segura e infinita es la dicha de la Gloria, en la Eternidad Bendita. Pero vuestra prisa, os hace cambiar de camino.

¿Cuántos perseveráis Conmigo?; amar a Dios sobre todas las cosas, no es por una temporada, ¡es para toda la vida, la terrena y la infinita!

Hijos míos, Yo, Dios, os lo digo, es más sencillo, muchísimo más sencillo, vivir amándome sobre todas las cosas y personas, y aceptando todo lo que os llega, que vivir para la industria, que hoy es y mañana era, y que se cobra, muchas presas, para dar “pasteles” en las mesas.

Es sencillo, muy sencillo, ser feliz, vivir tranquilo, reír gozoso; es amarme a Mí, a Dios, Todopoderoso.

+ Cuando los hijos trabajaban junto a sus padres, y estos eran sus maestros, cuando los hijos honraban el cuarto mandamiento y los padres el primero, abriendo a mi santa Voluntad, todos los hijos que Yo, Dios, les quisiera dar, había armonía, y la naturaleza vuestra, por vuestras sanas costumbres, os rendía a la prudencia, a la fe por excelencia. Hoy, los hijos, a temprana edad, presumen ante sus padres, de su libertad, y proclaman su independencia, exigiéndoles además, la paga semanal. Los padres se esclavizan al hijo indómito, que crece y se educa, fuera del amor y el apoyo familiar. Los padres, muchos, han sustituido su amor, el amor a sus hijos, por su capital, y creen su deber cumplido, por la cantidad de comodidad que pueden proporcionar a su hijo.

El amor, en la cuna, es elegir la guardería infantil, que tenga más horario servil; el amor de la dulce y buena madre, se sustituye por la cantidad comestible de “porquerías” inservibles con que se alimenta el infante, sustituyendo a la voz cariñosa de la madre ausente.

Y ¿dónde está la madre?; unas dicen que se realizan, pero la gran mayoría, sufren la dura carga de un trabajo mal remunerado, que no sustituye ni suple mi plan trazado: El plan Divino, de ser la mujer, la maestra primera del deber.

Hoy, los deberes, dicen que son distintos; las personas se han modernizado, pero ocurre realmente, lo mismo de antaño, ocurre lo de siempre; que cuando uno muere, va eternamente al Cielo o al Infierno. ¡Eso es lo que sucede, lo que sigue sucediendo, y lo que sucederá, hasta que acabe la vida terrenal!

Vuestro deber, hoy, como ayer, es amarme, a Mí, a Dios, sobre todas las cosas, incluso, sobre el miedo a la pobreza, al qué dirán.

Hijos míos, vivid en paz, cumpliendo con vuestro deber de siempre, y el deber de los padres, es dar hijos a Dios, a Mí, y que éstos me amen como ellos.

El Amor, que soy Yo, Dios, sólo deseo amor.

¡Dadme vuestro amor y el de vuestros hijos!, y Yo, Dios, por vuestro amor al mío, os daré la recompensa de la gloria temporal y eterna; ¡quedad, en y con, mi santa paz!

+ Ay de estos padres cristianos, que dais a la fe, por un hecho supuesto, y diciendo esto, dais privilegio a otras cuestiones mundanas, como los títulos universitarios, y los altos cargos industriales.

¿Qué es eso de suponer que la fe es, existe, sin mérito ni esfuerzo?; ser de un grupo católico, no os asegura el éxito en la fe; que la fe en Mí, es lo primero, es lo esencial para la santidad.

No me seáis tan crédulos, no me seáis tan torpes, que la fe, si no es lo primordial, acaba siendo la última de la fila, ya que la fe, precisa de todas, todas vuestras energías. Y Yo, Dios, os doy lo demás por añadidura. Lo mundano que es lícito, es un regalo mío, por vuestro deber cumplido. Y el deber, sólo se cumple, con perseverancia, cuando está en manos de la fe.

Hijo mío, sólo te pido la fe, ya que es la fe, lo que te hace amarme sobre todas las cosas y personas.

San José fue un hombre de fe, y todos los santos que han subido a los altares, han sido y son, hombres de fe en Mí, en Dios. Mas ocurre, que la mediocridad abunda, incluso entre los cristianos bautizados, y se conforman con seguir y servir a los santos, creyendo neciamente, que su salvación se basa en ser del grupo de…

¡No!, no os salváis por los santos; os salváis por Mí, por Dios, que sólo Yo, morí por ti; ¡sólo Yo, Dios, te redimí!

Me place que os agrupéis y que os ayudéis, mas sólo Yo, Dios, y no el santo o santa fundadora de vuestro grupo, os puede y os abre la puerta del Cielo; ¡sólo Yo, Dios, soy vuestro Pastor!

Los demás, todos sois hermanos; no hay uno superior al otro, ni jamás lo ha habido, ni jamás lo habrá, sino que ellos, fueron primero a Mí, a Dios, y vosotros venís detrás. Pero es por vuestra santidad, que tendréis vida eterna en mi Gloria Celestial.

No deseo Yo, Dios, no quiero, que os conforméis con la santidad del que fundó el grupo en que estáis. Deseo y os pido, que por vuestro destino, me seáis santos. Que quede claro, de una vez por todas; cuando mueras, no te preguntaré por el santo de tu devoción, sino por las obras de tu fe. Y cuanta más fe, más obras de amor por Mí, por Dios, harás. Y son estas obras, las que te santifican, y las que te salvan, en el último día, de vivir eternamente en el Infierno. Recuerda: Tu santo, no tiene nada que ver con ello. Te lo digo, te lo advierto, amado hijo mío, para que no veas la fe como un supuesto, y dándola por supuesto, me pierdas el tiempo, en hacer riquezas terrenales, ¡que son muy inflamables, y queman muy bien, en el Infierno, en donde vive Satán, el Ángel infiel!