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Revelaciones 35

Martes, 28 de mayo de 1.996   Rezo…      18:33 h a 19:21 h.

Yo.- Amado Dios y Señor Jesucristo. Di.

+ Deseo deciros, amados hijos míos, que el brillo de la codicia ha llevado a muchos de vosotros a la muerte, a la muerte física y espiritual.

Hay algunos que en el momento decisivo, ante el peligro de la propia vida, habéis recapacitado, y por los deseos de vivir, haber sujetado la codicia, dominando la soberbia que lleva a ella, y habéis preferido la vida, antes que jugarla por la codicia, y habéis salvado vuestro cuerpo del trágico final, por codiciar lo que entraña peligro obtener.

Muchos amáis más la vida corporal que la salvación de vuestra alma inmortal, y por codicia, vendéis vuestra alma al diablo. Y por poseer lo codiciable, sentenciáis a la muerte el alma, ya que realmente, es estar como muerto, vivir eternamente en el Infierno, sin la presencia de Dios, de Mí mismo.

Hay tantos, que por falta de información, os desterráis al Infierno; creéis inútilmente que no hay nada después de la muerte. Y digo Yo, Dios, que creéis inútilmente, ya que es inútil vuestro engaño, ya que existe en verdad la eternidad.

¡Vuestra alma no muere jamás! ¡Es inmortal! Y vive en el Cielo conmigo, con Dios, con Santa María, San José, los santos y Ángeles, o vive junto a Satanás y sus diablos, que eternamente mortifican vuestra alma, con dolores sin fin y sin esperanza.

Os aviso, amados míos, preservad vuestra alma; si sois capaces de ser razonables para salvaguardar el cuerpo, usad de vuestro intelecto para preservar vuestra alma del fuego del Infierno.

Yo, Dios, te lo digo: Existe la vida eterna. ¡Es cierto! No miento. Soy Dios.

Todo lo que viene de Mí, de Dios, es bueno, y al ser bueno, es pacífico. Esa es la señal. La armonía natural de lo que llamáis destino, y que es mi Santa Providencia.

Yo, Dios, tengo mis planes contigo, hijo mío, y si tú, libremente, te sometes a Mí, a Dios, cumpliendo con todos y cada uno de mis Mandamientos, tu destino es dirigido por mi mano, por la mano del Altísimo; y acontece lo que te tengo destinado, y tu vida es útil, ya que la has puesto en mis manos, por tu obediencia; y es tu santa obediencia, la que te da la felicidad terrena y eterna, y no sólo la tuya, sino la de muchos de tus semejantes.

Mira el brillo de mi Corazón, del Corazón de tu Dios, ¡de Dios!, y codícialo. Que tu codicia sea santa.

No desees lo físico, que muere y finiquita, desea lo espiritual, que es lo verdadero; que no muere jamás, ¡Jamás!; que es perdurable y traspasa la barrera de la muerte, viniendo contigo, donde tú vas; siempre contigo; y nadie, ¡nadie! te lo puede robar, pervertir, mancillar, pisotear, matar; es vivo, por ser libre, al ser espiritual.

Tú, hijo mío, hija mía, eres libre, por ser espiritual. Por el hecho de ser espiritual, eres libre ¡¡Libre!!