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Revelaciones 31

Jueves, 29 de Agosto de 1.996    Rezo…      12:32 h. a 13:54 h.

+ Y os digo, hijos míos: muchos, muchísimos, tenéis fe en Mí, en Dios, mas no hay tantos que perseveráis en la fe.

No sois tantos, los que me dais gloria con vuestra vida de fe.

Muchísimos, creéis en mi existencia, mas no hay tantos dándome vuestra existencia.

¡Santos, necesito santos!, que muevan a la acción a sus hermanos cristianos.

¿Dónde estáis los que me amáis?, ¡quiero ver vuestra vida de santidad!

No se diferencian los “santos” de los mundanos. Habéis bajado el listón de la santidad. Los santos son héroes.

Si en vuestra vida no hay acciones heroicas, por amarme sobre todas las cosas, es que no sois santos, sois caricaturas de santos.

Si en vez de tener todos los hijos que Yo, Dios, desee, tenéis sólo cinco o siete, no sois santos, no sois héroes. Calculáis igual que los mundanos, e igual que ellos, priváis a vuestros hijos de vida.

Sí, me dais algunos más, pero no todos los que Yo, Dios, quisiera de vosotros.

Tenéis fe en que os ayude en el trabajo, en la salud, pero ¿dónde está vuestra fe en que os ayudaré con los hijos, con todos los hijos que me deis?

¿Cuántos se quedarán sin tener vida eterna?

Hijos míos, la fe es creadora; la fe, si no crece, mengua.

No es posible para un cristiano, analizar la vida como un pagano.

Si lo haces así, es que eres un pagano disfrazado de cristiano, y eres tú el culpable de que la Santa Iglesia Católica, sea la burla del mundo.

¡No me basta sólo la santidad del Papa! Necesito la tuya. ¡Sí! La tuya.

¡Cuánto pecado hay en los cristianos que se burlan de los matrimonios que dan hijos!, esa burla va contra mi santa doctrina.

La paternidad responsable, ¡no es usar de métodos naturales! La paternidad responsable, es saber la grave responsabilidad que tienes, de darme todos, todos, los hijos que Yo, Dios, desee; ¡y los deseo todos!

¿Has leído alguna vez en la Biblia, o en los Evangelios, que Yo, Dios, os limitara la fe? ¡No! ¡Jamás! Y es de fe, que Yo, Dios, existo, que vivo, y que todos los que tenéis vida, podéis vivir eternamente conmigo. ¡¡Es la fe de mi Iglesia!! Pero, ¿quién vivirá eternamente Conmigo? Sólo los que han nacido, pueden conseguirlo. Si no tienes los hijos que, responsablemente, te pido, ¡te aseguro que  no vivirás eternamente Conmigo!

¿O es que deseas la eternidad celestial sólo para ti? Si es así, ¡no te des en casamiento! Yo, Dios, no te obligo a ello. Mas, el matrimonio es para dar hijos a la vida terrena y eterna. Si no te ves capaz de cumplir tu responsabilidad paternal, ¡no te cases!, ya que si te casas y no cumples con tu responsabilidad, ¡vivirás en el infierno! Y tanto me da que hayas evitado Mis hijos, con métodos naturales o artificiales. ¡Son las obras de la fe, las que os darán la gloria!

Y no te inventes excusas. Puedes engañar al mundo, a los sacerdotes, mas Yo, Dios, sé verdaderamente si tienes lícitos motivos para usar de la continencia matrimonial en los días fértiles. ¡Yo, Dios, lo sé todo!

Llega la hora, cristianos, llega la hora de que el mundo vea vuestras obras de fe. Los hombres dirán: “Mirad cómo se aman”.

Si no sois capaces de amar a vuestra propia sangre, no sabéis amar como Yo, Dios, os enseñé.

Podéis acudir a muchas reuniones, congregaciones, y daros amistad unos a otros, mas, si no os dais amor entre los esposos, y por este amor, el fruto de vuestra lícita unión, que son Mis hijos, los hijos de Dios, los que pueden vivir en el Cielo Conmigo, no hay amor, ni de amigos; ¡no sabéis amar!

Prefiero que no tengáis tiempo para ir con los compañeros, por darme hijos, herederos del cielo eterno.

Hablemos del dinero, ¡hablemos!; da la sensación, que es el dinero el que regula la fe y las obras de ella.

¿No es así como actuáis, mirando primero vuestro capital?

Yo Dios, Jesús, no tuve nada.

Claro que vosotros os decís: “Bueno, era Dios”.

Y os recuerdo: ¡También era hombre perfecto!

La palabra “perfecto”, no quiere decir que no tenía hambre, ni cansancio, ni angustia; al contrario, cuando digo que era hombre perfecto, quiero decir que era igual que cualquier hombre, ¡igual que tú!

Y Santa María, también era como tú. Y tú piensas: “Pero nació sin pecado original, era perfecta”. ¿Es que piensas que María no lloraba cuando, en Belén, llegó la hora de mi nacimiento, y no encontraban lugar para descansar? Pues os diré, que las silenciosas lágrimas de María, bañaron su rostro cansado y asustado.

Y las manos de San José, temblaban de miedo, de pena, al ver a María sufriendo en silencio.

Y él sufría con Ella, y lloró a escondidas, mientras su rostro era secado por la brisa.

Y Yo, Dios, Jesús, lloré al llegar a la vida independiente, cuando me separé de las entrañas purísimas de María, lloré, ya que es necesario llorar, para vivir.

Pero, claro, vosotros pensáis: “San José estaba destinado para ser el esposo de María”. Y os digo: ¡Vosotros, , estás destinado para ser mi apóstol!

Añadís: “Bueno, María sólo tuvo un hijo, Jesús, por eso pudo llegar a la santidad”.

¿¡Qué!?, ¿¡¡qué!!? ¿Qué tonterías son esas? ¿Cómo osáis compararos a María Inmaculada?

Es muy grande vuestro pecado, si vais así viviendo la fe, jamás vendréis a Mí, a Dios.

Y os digo, que os hice a todos individuales, ¡a todos irrepetibles!

Nadie podrá vivir lo que vivió María, como nadie podrá vivir tu vida.

Tú, igual que María, eres irrepetible, y nadie vivirá lo que tú vives, como tú no podrías vivir la vida de nadie más.

Y te lo digo para que empieces a pensar por ti mismo, sin mirar a los demás: ¡A nadie! No los mires esperando vivir en ti sus mismos acontecimientos, ya que cada uno es uno.

Aprende cuanto antes esta verdad, y te evitarás muchos pecados y sufrimientos innecesarios.

Si no tienes tanto dinero como otro, eso no te justifica para no cumplir con Dios y mi santa doctrina.

Cuando Yo, Dios, os di mis mandamientos, os añadí en cada uno de ellos: Para que seas feliz en la tierra que tu Dios te da.

Y no los encabecé, ni los encabezaré jamás con la siguiente frase: “Mira, comprueba tu capital y cumple con mi mandamiento de…” ¡Jamás verás una injusticia tan grande, salir de la boca de Dios!, aunque esa injusticia sale, día a día, de algún mal sacerdote y mal director espiritual.

¡El mundo está llegando a su final!, el capital quedará enterrado. Sólo vendrán mis Ángeles a buscar las almas de los que me han amado.

¡Iglesia!, amada Esposa mía, vende todos tus tesoros y compra la vida eterna. Mi Iglesia sois vosotros, los que lleváis el bautismo católico. No os pido viváis como los primeros cristianos, que sólo tenían una bolsa. ¡No! Os pido, uno a uno, que sigáis arrancando, con vuestro lícito trabajo, los tesoros de la tierra, pero eso no tiene nada que ver con incumplir los diez mandamientos. Deseo los cumpláis sin mirar y comprobar antes el capital, ya que el capital se queda cuando vosotros morís.

Y dentro de poco de este mundo, no quedará nada. Sólo mi Santa Iglesia, continuará viva y subirá a la Nueva Tierra, que se compra con las obras de la fe.

Y continúo, amada Primavera; os deseo decir, amados míos, a vosotros, los que me amáis y tenéis fe: Es una lástima que después de darme cinco o siete hijos, vayáis al Infierno, por no cumplir con las obras de la fe.

Es una lástima que os perdáis la Gloria por el capital; vuestra fe la acomodáis a las “exigencias” del mundo actual, no a las exigencias de la fe viva.

Os aviso, amados míos: No vais al Cielo por la cantidad de hijos, sino por las obras de vuestra fe, que Yo, Dios, veo y compruebo; en los casados, por los hijos que Yo, Dios, les doy, no por los hijos que vosotros habéis decidido, aludiendo a la “paternidad responsable”, a la responsabilidad mundana. ¡Mi doctrina no es para los mundanos, es para los que van a vivir  siempre, eternamente, no ochenta o noventa años!