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Revelaciones 29

Domingo, 24 de Noviembre de 1.996   Rezo…      20:57 h. a 22:08 h.

Yo.- Oh, Amado, tú sabes, Dios mío, que amo al mundo, a las personas todas, pero, oh los niños, los niños… sufro tanto por ellos, por todos los niños, y hoy día se cometen tantas y tantas barbaridades contra ellos, y yo me siento impotente; y no hablo sólo del aborto, sino de tantas injusticias y faltas de amor con que son dañados. Yo rezo por ellos con todo mi corazón, y tengo muy en cuenta que esos niños dañados, manipulados, ofendidos, serán los hombres del mañana, como los hombres de hoy fueron niños, y muchos no recibieron amor; y sé que sin amor, ¿qué se puede esperar? Y veo “justo” que muchos hombres de hoy, no sepan dónde van, ya que nadie los quiso, o los quiso mal, y desde luego, no te encontraron, Dios mío, en su camino. Me asusta la vida y ese círculo vicioso de los padres de hoy, muchos hijos de ayer, sin amor, y hoy maltratan a sus hijos, si es que no los matan. ¿¡Qué puedo hacer!?

+ Rezar. Únete a Santa María y a San José, los padres del Dios Niño. Ellos llevan esta justa causa en sus plegarias a Mí, a Dios. Acudid con fe a la Sagrada Familia.

La oración constante es el arma de la salvación del hombre; y por lo demás, amad, amad de verdad a vuestros semejantes; dad bien por mal.

Sonreíd al hombre, que todo hombre lleva en su corazón, al niño dormido, al niño que amó y muchas veces no recibió amor.

¡Mujeres! Sed buenas madres para los recién nacidos, para los bebés y los niños. No uséis la disciplina, ¡usad sólo el amor!, la paciencia infinita. No les impongáis horarios para la comida. Cada ser es distinto; no os dejéis llevar por lo fácil y sencillo. ¡No me los dejéis llorar!

Cuando un bebé llora, se abre en su corazón la impotencia de explicarse, y si no se acude a él, la llaga del miedo hará mella en su corazón y será un cobarde de mayor.

Hasta que un niño no se sepa explicar y no os pueda comprender, olvidaos de la disciplina y dadle amor, amor, amor. Amor por ser mi hijo, hijo de Dios, y por ser vuestro hijo, y ser un ser indefenso que va perdido sin las muestras de cariño. ¡¡No dejéis, jamás, llorar a un niño!! Es un hijo mío que necesita, precisa, de vuestro cariño, mucho más que de los cuidados de la higiene. Si quieres ayudarme a hacer un mundo mejor, trata a los niños con amor, y serán hombres valientes, de estos que por sí solos dan un paso al frente, y salen victoriosos de las mil y una batallas que toda persona debe enfrentar para santificarse. ¡Madres!, cuidad personalmente de vuestros hijos; Yo, Dios, os pasaré cuenta de los talentos. Y tener un hijo, es una gracia, una deferencia, que os prueba, y que os puede llevar a la Vida Eterna Celestial, o a la Vida Eterna Infernal.

Hijos míos, hago un llamamiento de amor a todos vosotros que vivisteis sin amor: ¡Dad lo que no os dieron! Sed buenos con quien es indefenso, como vosotros lo fuisteis. Aprovechad para hacer el bien, a quien necesita tanto de ti. Olvida tu sufrir, y Yo, Dios, te pagaré con creces el sacrificio de olvidar lo aprendido, ¡el desamor!, y dad en su lugar; amor, cariño, bondad. ¡Estos son los sacrificios gratos a mis ojos, a los ojos de Dios, el que luchéis para hacer el bien!

Yo, Dios, os comprendo a todos, amados míos, y comprendo que el miedo que conocisteis de pequeños, a causa de vuestros padres y su desamor, os turban el corazón, os tiene encadenados, y sin querer ni saber, al estar vosotros mutilados por vuestros desengaños, no sabéis cómo tratar a esos niños. ¡Tenéis miedo! Sois la generación del miedo.

¿Por qué abortáis? ¡Por miedo!

¿Por qué evitáis darme hijos? ¡Por miedo!

¿Por qué no cuidáis de los hijos que tenéis? ¡¡Por miedo!!

Sois la generación del miedo; vais muertos de miedo, por eso os vence la ira, el mal humor, la violencia. Todo es una expresión del miedo que tenéis, y que vuestros padres os depositaron en el corazón, por su mismo miedo que heredaron a su vez. ¡Uníos a Mí, a Dios! Yo, soy el Dios del amor, y allí donde hay amor, no hay miedo; ya que el amor es el bien, y el miedo es un mal, ¡despojaos del mal! Ante todo, se consigue bautizándoos, y se sigue su Gracia, al vivir en Gracia por confesar y comulgar.

¡Yo! ¡Yo, Dios! Soy el único que puedo quitaros el miedo; el miedo es fruto del desorden, de lo antinatural.

En la naturaleza no hay miedo: Las flores no temen marchitarse, ellas cumplen con su deber de florecer. La luna no tiene envidia de reflejar los rayos del sol. Y el hombre no debe tener miedo de cumplir con su deber; y ¿Cuál es su deber?

El varón debe trabajar, y si se casa, debe engendrar hijos, y cuidar de la mujer y de los hijos de los dos.

La mujer debe acompañar al marido, obedecerle en todo, que sea bueno a mis ojos, y debe desear parir, por cumplir con su deber divino, y debe ocuparse de los niños.

Si no se casa, la mujer debe, por deber, dar bien al mundo, igual que el varón. Todos estáis, hijos míos, sujetos a la ley del amor, que es amar a Dios, a Mí, sobre todas las cosas. Y amar, es obedecer, y quien obedece, no tiene miedo, no puede tenerlo, ya que en su mente está sólo la ley de la obediencia.

Muchos decís no poder, no saber obedecer. Os hablaré de los soldados, y principalmente de los soldados profesionales; su norma es obedecer en todo al mando, aún sin entender, y teniendo que dar la vida humana por la obediencia. Yo, Dios, soy menos exigente que el alto mando del ejército. Yo, Dios, os pido obediencia libremente, individualmente, y no os guío a ojos ciegos, ni pido vuestra muerte física. Yo, Dios, como Padre, os enseño las normas que os van a dar la felicidad actual y Celestial, y os deseo libres para actuar. Os doy las armas de mis Santos Sacramentos, para luchar y vencer en las batallas; os enseño a rezar para conseguir mi Providencia y Amistad; os doy un amigo continuo, a vuestro Ángel de la guarda. Os doy una madre, la Santa Madre Iglesia, que tiene al Papa, vuestro padre, al que si obedecéis, os lleva a Mí, a Dios, al Dios que me hice, y que nací de las entrañas purísimas de María Virgen, que es la Madre particular que cada uno, puede hallar si me ama, si le reza el rosario, si la llama bienaventurada.

Vosotros, ¡no podéis tener miedo!; vosotros sois mis soldados, los soldados profesionales, que os cogéis la santidad como profesión humana, para alcanzar la felicidad eterna y el ser llamados hijos, hermanos de Cristo, de Mí mismo.

Hazte soldado profesional de Dios, y da libremente tu sí a la obediencia por amor. No tendrás que matar a nadie; tu vida consistirá en hacer el bien, alejándote del mal.

Así de sencilla es la manera de ganar medallas celestiales, y Yo, Dios mismo, te las colocaré como aureola brillante, que lucirás alrededor de tu cabeza. No sufrirás por tener que obedecer sin saber, ya que lo que Yo, Dios, te pido, está en el Catecismo, y todo el mundo lo puede saber. No escondo mis tácticas, ni mis municiones, y os declaro cual es vuestro enemigo: ¡El demonio, el mundo y vosotros mismos!

Sé bienvenido a mis filas, las filas de mi ejército, el ejército de Dios, que es ser hijo mío, soldado profesional de santificación.

Y ¿Qué harás si eres de los míos, de Dios? Pues harás un mundo mejor, lo mismo que pretenden los ejércitos humanos, y que no lo conseguirán jamás, ya que ellos matan, mientras que Yo, Dios, doy la paz, ¡la auténtica y verdadera paz!

Te pregunto, hijo, hija de mi amor, del auténtico y grande amor de Dios, ¿deseas alistarte?, pues bautízate en la única y verdadera Iglesia mía, la Católica, Apostólica y Romana; y cumple con la voluntad del Santo Padre. Amén.