Miércoles, 18 de octubre de 1995… rezo… (9:54) a (10:32)
Yo.- Me pides, Dios y amor mío, que casi sea “divina”, ya que la verdad es que soy humana y amé mucho a mi amiga Lix.
La carta de su hijo, da a entender que sigue deseando que no la llame ni la escriba. Y yo me pregunto: ¿Qué tan mal le hice, Dios mío? Sólo le abrí mi corazón.
+ Amada Primavera, tú piensa en Mí, sólo en Mí y únicamente en Mí. Yo soy Dios y quiero todo tu ser, no te preocupes por Lix. Tú, hija mía, eres Mía y de mi Madre.
En cuanto al otro tema que te preocupa, ¡que no acapare tu mente!, no os faltará nada; me lo dais todo, y os lo daré todo. No te preocupes por tu alimento y vestido; Yo me ocupo de todo lo que ocurre en tu casa. Mi amado Fuerza, este hijo tan amado; ¡cuántos varones tendrían que aprender de su fe y su docilidad! Yo sé Primavera, de lo que tenéis necesidad, y os lo doy y os lo daré.
No perdáis tiempo y apresuraos a darme gloria; Yo lo deseo, Yo Dios, l o d e s e o . No lo entiendes, ¿verdad Primavera, hija mía? Cuando estés conmigo en la Eternidad Celestial, lo entenderás, y lloraréis de emoción cuando veáis los bienes que habéis dado a la vida.
Llama a mi hija Evai, y dale mi paz con tu amor. Hiciste tal y como Yo quería. Dile que vuelva con su esposo. Dios ha hecho el matrimonio para toda la vida: ¡que no siga la moda! Ella ha acudido a ti, que apenas te conoce, y lo ha hecho por vuestros hechos. Tú Primavera, no tengas miedo de las miserias humanas, y con dulzura y alegría, dile a mi hija Evai que ruegue a su esposo por su reconciliación. Y si es preciso, que mi amado hijo Fuerza, vaya a hablar con el marido. Ya os he dicho que os utilizaré. No os importe que no los conozcáis de nada; eso les hace más bien a ellos. Fuerza, hijo mío, tú que eres un esposo bueno y fiel, debes a ayudar a otros esposos a que cumplan con su deber conyugal. ¡Te necesito hijo mío, Fuerza, de mi Inmaculado Corazón! ¡¡Os necesito!! Y os ruego, Yo Dios, ¡Dios! os ruega de rodillas (Yo.- me duele ver a Jesús de rodillas; yo quiero que se levante, pero Él no lo hace. Con su mirada serena y suplicante nos mira directamente a los ojos, y en ellos hay una súplica) que vayáis a ayudar a esos esposos. Yo necesito de vuestra colaboración. Empieza vuestro trabajo, amados Fuerza y Primavera, sedme fieles. Espero tanto, tanto, de vosotros dos. No temáis, mi Espíritu dirigirá vuestra voz, y derretiréis los corazones, rindiéndolos a mi voluntad. No habléis de vuestras experiencias pasadas, sino de la indisolubilidad del matrimonio, y que en la boda se promete amarse en todo tiempo; en la salud y la enfermedad, en la pobreza y en la riqueza.
Acudid juntos siempre, y que viendo vuestra unión, deseen la suya. Mis ángeles están pendientes de ayudaros. Rezad a los ángeles de esos esposos y confiad en Mí, que Yo soy Dios.