Rezo… (16:57 h) a (17:56 h).
Yo.- Amado mío y Dios mío, te pregunto: ¿Está bien trabajar, de “albañil”, media jornada del domingo, en una casa propia, y hacer trabajar a un amigo (profesional de la construcción)?
+ Mi Santa Iglesia os da dos horas los domingos, en las que, por necesidad, podéis trabajar profesionalmente, es decir, cobrando o pagando. Y repito Yo, Dios: obedeced a la Iglesia, es mi deseo.
Yo.- Dios amado, ¿puede y cómo, si puede, debe hacer un jefe apostolado con su trabajadora?
+Es un deber divino, hacer apostolado, ¡sin discriminación de sexos! No busquéis maldad en las cosas de Dios.
Sed sencillos, como lo es mi doctrina, y hablad, con naturalidad, de Mí, de Dios, de mis cosas, de mi Santa y Única Iglesia Católica.
¡Un alma, no tiene físico ni sexo!, y Yo, Dios, os pido: ¡rendidme almas!
Empezad con el ejemplo.
Irradiad mi amor, el amor de vuestro Dios, que sentís en vuestro interior.
¡Que vean vuestra felicidad!
La felicidad que os da, vivir y trabajar para Mí.
Todo, todo lo que ocurre a un hijo mío, hija mía, que vive en Gracia, es providencial, repito, es providencial, incluso lo que se cree una desgracia.
Hablad conmigo, siempre.
Yo, a los hijos que estáis en Gracia, os acompaño siempre, ¡siempre!
Que se vea esa filiación auténtica que tenéis, y hablad de ir a Misa, de confesar y comulgar; de mis mandamientos, con naturalidad.
¡Es lo más natural del mundo!
Y parece, por la forma y manera de hablar de ello, en muchos de mis amados hijos, lo más extraño.
Os digo Yo, Dios: hablar, no es obligar, ¡ni con la forma, ni con el tono de voz!
Hablar, es comentar, es dar a conocer una verdad que el que la oye, es libre, repito, libre, de creer, de seguir, o de rechazar.
Pero vuestra libertad os pide, darla a conocer, ya que la verdad hace libres a las personas. Decid a toda alma, la Verdad de Dios, ¡mía!, y sembraréis la libertad.
Dios os lo pide.
Yo mismo, lo hice así: Seguid mi Camino.
Yo.- Amado mío; a un amigo de Edon, le han invitado a una cena del Rotary, y desea pedirte tu opinión sobre esta organización masónica.
+ No deseo Yo, Dios, que asistas a esta cena. No es el deseo de Dios, que exista esta organización.
Yo.- Dios bueno, deseo preguntarte por dos hermanas de Fucsia, Color y Azul, que les gustaría casarse.
* (Me gusta tanto verla, está muy contenta, y es tan simpática y dulce y bonita, y se nota que nos quiere tanto). Y así es, hijas mías, os amo con amor de Madre, y ese amor me permite hablaros con amistad y sinceridad.
Y hoy hablaré a Color y a Azul; mis niñas bonitas, y lo que les digo a ellas, os lo digo a todas mis hijas casaderas. Oh, hijas mías, cuán maravilloso es el amor humano; Yo me enamoré enseguida de José, el que fue mi esposo, y aunque nos respetamos mutuamente y jamás se unieron nuestros cuerpos, nos amamos de verdad, con amor y pasión, ya que nosotros éramos y somos, seres humanos. Por eso, porque sentí en mi corazón la dicha de amar y ser correspondida, por eso, hijas mías, mi Color y mi Azul, os digo que, si deseáis casaros, Yo, María, vuestra Madre, os aconseja. Deseo lo mejor para vosotras, hijitas mías, y lo mejor es que decidáis por vosotras solas, cómo os gustaría que fuese vuestro futuro marido. ¡No vayáis al primero que llega! Tampoco, abuséis de vuestros sueños, ¡poned los pies en el suelo! Lo más importante, es que este joven ame a Dios sobre todas las cosas, incluso más que a vosotras. Os diré, hijas mías, si ama a Dios, ¡os amará! Y cuando lo tratéis, más que pensar en sus virtudes o defectos, pensad y preguntaos: ¿Podré obedecerle en todo lo que me pida? En la contestación de esta pregunta, está la clave para saber si es el elegido por Dios para vosotras. La mujer es la compañera, y acompaña, ¡no manda!, aunque puede dar su opinión, que puede ser aceptada y puesta en práctica para el varón, pero no tiene éste, obligación de hacerlo; en cambio, la mujer, sí que tiene la obligación de obedecer. Bueno, hijas mías, estoy segura que todas me diréis:“Muy bien, Mamá, pero, ¿dónde podemos hallar a ése hombre?” (Y sonríe con agrado, María). Os diré que recéis la oración que Dios os dará, y rezadla cada día, por la mañana, y vuestro deseo tendrá un rostro, y será el de vuestro esposo.
Dios lo puede todo, y Yo, vuestra Madre, intercedo por vosotras, hijitas mías.
+ Así es. Todas mis hijas que estén en gracia, y deseen encontrar al esposo, por Dios elegido, antes de los tiempos, para que sean los dos, apóstoles míos, y su matrimonio sea un santo matrimonio, rezad así:
“Como María y José, así deseamos enamorarnos y casarnos, sirviendo con nuestro santo matrimonio y el fruto de éste, que son los hijos, a Dios Uno y Trino. Y con amor, a Él, acudimos. Oh, Dios, pon en nuestro camino al amor, y sea su rostro y sea su alma, la compañía sacramental por Ti, Dios mío, deseada. Amén, amén, amén”.
Y no dudéis, hijos míos, Yo, Dios Padre, providencialmente, me ocuparé de complaceros. ¡Lo sello!