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Revelaciones 22

Lunes, 4 de Noviembre de 1.996   Rezo…      10:29 h. a 12:14 h.

+ ¡No os fieis de nadie! Y aún así, tratadlos como a santos.

Debéis servir a los hombres, por amarme a Mí, a Dios; sed amables y discretos, ¡no habléis de vosotros!; dadles ejemplo de santidad, y ellos avanzarán en la perfección humana.

¡Necesito hombres, antes que santos!

Y hoy hay más hijos míos que parecen animales, y otros, vegetales. Estos últimos, pasan de todo, van dormidos, nada ni nadie les importa, ni tan siquiera ellos mismos. ¿Cómo van a pensar en Mí, en Dios? ¡Hay que sacudirlos! Hay que darles movimiento. Y en cuanto a los de temperamento y carácter animal, hay que apaciguarlos, hay que calmarlos, tranquilizarlos. Estos, los “animales”, viven con miedo, es su mismo miedo quién los acciona a la destrucción de los demás y de sí mismos; el miedo los tiene cercados por los cuatro costados. ¡Hay que apresurarse a desatarlos! Los hombres que son como vegetales, estos, no es el miedo, ¡es la soberbia que vive en ellos! La soberbia de no creer en nada ni nadie. ¡La maldición de Satanás los cerca y los destruye!

Amados míos, vosotros, ¡los que me amáis!, sed buenos con todos. ¡Haced siempre el bien, pensando en Mí, en Dios, no en ellos!; es decir, amadme sobre todas las cosas y personas.

No deseéis servir a los hombres, porque os den pena, o les tengáis amor, sino que debéis servirlos por servirme vosotros a Mí, a Dios; y soy y seré Yo, Dios, quien por vuestro amante servicio a Mí, a Dios, los desataré de su imperfección. ¡Vosotros, sin Mí, sin Dios, no podéis desatarlos, es más, sin Mí, sin Dios, ellos, por vuestro querer ayudarlos, por vuestra filantropía, os cercarían y os atarían! ¡No penséis en ellos, pensad en Mí, en Dios, obsesionaos en Mí, en Dios! Y son y serán vuestras obras por Mí, por Dios, quienes les inducirán a que ellos libremente deseen desatarse, deseen santificarse.

Los hombres os influís unos a otros; es bueno que lo sepáis y vayas con los ojos bien abiertos, ya que si no vives de continuo en mi santa gracia, si no usas de los sacramentos con asiduidad, ellos, los hombres “animales” y “vegetales”, te influirán y caerás, y te podrías alejar de Mí, de la Verdad. Por eso te hablo, hijo mío, hija mía, con mi verdad, para que mi verdad os haga libres, libres de continuar libremente amándome, y, por mi amor, obedecerme y cumplir con amorosa libertad, los diez mandamientos de mi Ley, la Santa Ley de Dios, que os da la radiante felicidad humana, y cumplir con los cinco mandamientos de la Santa Madre Iglesia. ¿Ya sabes cuáles son? Yo, Dios, te los discerniré y verás y comprobarás que proceden de Mí, de Dios, en santa Unidad; y que por el Espíritu Santo, Dios, legó su sabiduría al mundo cristiano, ¡a los míos!, ¡a los santos!

El primer mandamiento, que, por amor, os pide vuestra Madre, la Santa Madre Iglesia Católica, es:

OIR MISA ENTERA TODOS LOS DOMINGOS Y FIESTAS DE GUARDAR.

¿Qué desea una buena esposa, una buena madre? Que se ame, que se honre al padre. Y, Yo, Dios, soy el Padre de la Santa Iglesia Católica, de los cristianos, de los que amáis a Dios y reconocéis a Jesucristo como Dios salvador.

Y, ¿qué hizo Jesucristo por vosotros? Morir en la Cruz, y con su muerte, os pide, me pide a Mí, a Dios en Unidad, el perdón de vuestros pecados, de vuestros errores.

Y, ¿qué es el sacrificio de la Misa? Os digo Yo, Dios, en cada Misa que se celebra, Yo, Dios, Yo, Jesús, vuelvo a padecer todos los dolores, para salvarte, y sanarte de tus errores. Cuando uno está enfermo de cáncer, debe acudir al quirófano, y el doctor le extirpa el cáncer; si no acude, no se le puede curar. Pues la Santa Misa es semejante a la operación quirúrgica. Si no acudes y te quedas y estás atento y presente, todo el tiempo que dura la Santa Misa, Yo, Dios, no puedo curaros, mas no es por Mí, sino por vosotros, que no acudís a que os cure. Hijos míos, todo el instrumental está a punto para extirparos el tumor maligno, mas, debéis acudir en ayunas y dispuesto a ponerte en manos del cirujano; mas, si no has confesado, no puedes acudir a comulgar, y Yo, Dios, no te puedo sanar, aunque lo quiero. ¡No puedo, si no es por tu libre voluntad! El quirófano está a punto para sanarte y darte la fuerza en la salud de vivir en mi Gracia, y ser así, y sólo así, feliz en el mundo y heredar luego la Patria Eterna Celestial.

El segundo mandamiento que os pide vuestra Madre, es:

CONFESAR LOS PECADOS MORTALES AL MENOS UNA VEZ AL AÑO Y EN PELIGRO DE MUERTE Y SI SE HA DE COMULGAR.

¡Despistados! Hay muchos hijos míos que andáis despistados. ¡Es tan fácil olvidaros de Mí, de Dios, que vuestra buena Madre, la Santa Madre Iglesia, por amor al Padre y a los hijos, os lo recuerda!

El mundo, vosotros mismos, por vuestra inclinación natural al mal, y la astucia de Satanás, os hace vivir en el “limbo”. Como no matáis, ni robáis, ya os creéis buenos, santos. Ay, ay, ay, ¡que no!, ¡que en el mundo no hay santos!; ¡¡no!!, ¡jamás! Todos sois pecadores. Sí. ¡Tú! Tú, amado hijo, amada hija, eres un pecador arrepentido, mas, para limpiarte y que seas mío, ¡de Dios! y poseas en ti mi escudo, la Gracia, que te hace fuerte ante el mundo, ante ti mismo y el Demonio, sólo la consigues yéndote a confesar. No me seas tonto, y no caigas en manos de Satanás, el demonio, o en manos del mundo, y vivas pensando obsesionadamente en el “¿qué dirán?”; o caigas en manos de tu temperamento y te repitas como un lorito: “Yo soy así, y no puedo cambiar”. ¡Eres libre!, ¡¡libre!! Recuérdalo, hijo mío, eres libre tú y todos, y cada uno de los demás. Y eres, por tanto, libre de saber ser humilde e ir a confesarte cuando estés en pecado mortal. Mas, ¡no esperes a caer! ¡Acude a la confesión en momentos de tentación! ¡No cedas, antes acude a confesar tus pensamientos que te tientan! Mi sacerdote te aliviará el corazón, y Yo, Dios, con mi santa gracia, que te doy, en la absolución de los pecados y faltas, te lleno de fuerza, y energía espiritual, que es más potente, mucho más que cualquier inclinación corporal o mental. Hijo mío, obedece a tu Madre, ¡acude a confesar!, y obedece a tu Padre, a Mí, a Dios, ¡acude a menudo! Y no vengas jamás, jamás, a Mí, a Dios, en la Comunión, si estás en pecado mortal, ya que no recibirás mi abrazo, el abrazo de Dios, el Santo, el Perfecto, que sólo puedo estar y fundirme en lo perfecto, en lo santo. Si me amas, si me quieres, querrás que te abrace; entonces, antes de acudir a comulgar, ve a confesarte.

El tercer mandamiento que os pide vuestra Madre, es que:

ACUDÁIS A COMULGAR POR PASCUA FLORIDA.

Ay, hijos míos; cuánto ama al Padre vuestra Madre, mi Esposa. Ella os une a Mí, a Dios, y desea y os pide que por lo menos una vez al año acudáis a Mí. Os lo pone fácil vuestra Madre. Ya que si tan sólo acudís a Mí, a Dios, una vez al año, os lleno de Gracia y de dones espirituales. ¿Qué daré pues a los que venís más a menudo? Hijos míos, soy rico, soy Dios, y puedo daros intensamente. Cuanto más quieras, más te daré. Soy Dios, y lo hago y lo haré.

El cuarto mandamiento que os pide vuestra Madre, es:

AYUNAR Y ABSTENERSE DE COMER CARNE CUANDO LO MANDA LA SANTA MADRE IGLESIA.

¡Cuánto me agrada a Mí, a Dios, la obediencia! Y cuánto bien os hace a los hijos, obedecer. Yo, Dios, observo y miro, cómo vuestra Madre os pide, por mi amor, su obediencia. Y Yo, Dios, como buen Esposo, deseo se ame a mi Esposa, y ver y comprobar, los hijos que obedecen sin rechistar, a la Madre, que es mi Esposa, la Esposa de Dios, ¡Dios! No os acordáis, los hijos, de ofrecerme sacrificios, lo vais dejando para otro día, para más adelante; y ese día nunca llega. Mas, vuestra Madre, a los torpes, y por los torpes, os recuerda que el ayuno os ayuda a ser santos, a perfeccionarse, a olvidaros de vosotros, por acordaros de Mí, de Dios. Y Yo, Dios, soy feliz cuando os negáis lo lícito, por acordaros que incluso Yo, Dios, estoy ante lo lícito. Esos son los santos, los que me aman sobre todas las cosas, ¡sobre sí mismos!

El quinto mandamiento que os pide vuestra Madre, es:

AYUDAR A LA IGLESIA EN SUS NECESIDADES.

Aquí, muchos hijos míos, tembláis, ya que lo primero que se os viene en mente es el dinero, ¡dinero! Y os digo: Yo, Dios, puedo, si quiero, sacar pan de las piedras. Más lo que no puedo es daros la esclavitud, por lo cual, sólo podéis servirme libremente. Yo, Dios, no sólo espero tu dinero, ¡no me basta!, ni lo quiero, si tú, hijo mío, hija mía, no te das primero. ¡Te quiero a ti!, ¡totalmente! Yo, Dios, me di a ti, a todos, ¡totalmente! No sólo os di mi dinero, sino que os entregué mi vida, y soy Dios, ese mismo Dios, que muchos veis lejano; perdido en la inmensidad del cielo, y soy el mismo que morí en el Madero; el mismo que me desposé en nupcias con mi Iglesia, la Católica, Apostólica y Romana; y que os la di, y la tenéis, como Madre. Acudid a Ella. Pero id con ojo, que Satán ha embaucado a algunos sacerdotes; lo sabréis, si ellos predican contra su misma Iglesia y sus mandamientos, y si van contra el Santo Padre; o no aman ni hablan jamás de nuestra Madre, La Virgen María, ¡Madre Mía, de Dios, y tuya, por nuestro amor!

¡No os fieis de nadie! Y aún así, trataos unos a otros como santos, y Satanás, enfurecido, enmudecerá; se marchará, y vendrá al mundo el amor, y la paz de Dios, ¡mía!

Os amo, os amo tanto, que no os dejé huérfanos; ¡aquí tenéis a mi Iglesia!, a vuestra amada Madre Iglesia, que es regida, mandada, por el Santo Padre. Pues entonces, todos mis hijos tenéis la clave, El Santo Padre. Él es mi representante oficial en el mundo, y ningún cardenal, obispo o sacerdote, tiene más autoridad que él, que el Papa. Que vuestras miradas y vuestro corazón, estén en y con el representante oficial de Dios. Amadlo, obedecedlo, y viviréis felices eternamente en mi Cielo, y seréis felices, aquí, en la tierra que vuestro Dios os ha dado y que es tierra fértil, si con la bondad con que me amáis, sobre todas las cosas, la servís por amarme.

Yo, Dios, soy el único que puedo sojuzgar al mundo, mas, para ello, quiero de vuestro libre servicio. ¿Por qué? ¡Porque sí! Porque Yo, Dios, soy libre, y libremente, porque sí, deseo me deis vuestro porque sí. Hazlo, hazlo y serás feliz, terrena y eternamente feliz.

 

Rezo…      13:27 h. a 13:45 h.

+ San José hizo amistad con su Ángel de la guarda; este le aconsejaba y lo ayudaba en todo, por tener amistad San José con él.

Si vosotros tenéis amistad con vuestros Ángeles custodios, él os da ayuda y vosotros la veis, obrando como por instinto. Ese instinto bueno y que os parece algo natural, no es otra cosa que la ayuda de vuestro Ángel guardián.

Amados míos, Dios, no os dejé ni huérfanos, ni sin amigos. Tenéis a vuestro Ángel y a los Ángeles de los demás, que podéis acudir a su ayuda; ellos ayudan siempre a hacer el bien. Y aunque sean los Ángeles de otras personas, ellos están para ayudar a Dios sobre todas las cosas, por eso, aunque no sean vuestros Ángeles, si les pedís ayuda para ayudarme a Mí, a Dios, os ayudarán, ya que están para ayudarme a Mí, a Dios.

Acudid a los seres celestiales, quien me ama a Mí, a Dios, sobre todas las cosas, mis Ángeles le ayudan a amarme a Mí, a Dios, sobre todas las cosas.

No sois huérfanos, tenéis a vuestra Madre, la Iglesia, y tenéis infinidad de amigos, los Ángeles, que por Mí, por Dios, os ayudan. Id tranquilos, vivid en paz, que quién vive por amarme sobre todas las cosas, éste tiene Madre, amigos y Padre: ¡Yo, Dios, mismo!

Y no temáis a nada ni a nadie. Mis Ángeles entorpecen a los que os asedian, y los confunden y los reintegran al error, ya que allí, libremente, han elegido vivir.

Mi autoridad, la autoridad de Dios, es ante toda autoridad autorizada por el hombre.

No sufráis, estad contentos, tenemos la misma Madre, ¡María Inmaculada! Y Ella es vuestra salvaguarda. Y mis Ángeles la sirven, ya que todo lo mío, de Dios, es suyo, por ser María, mi esposa, mi hija y mi madre bondadosa.

Confiad en el Cielo, que nadie de la tierra se sale con la suya, si Yo, Dios, no se lo permito. ¡Vivid tranquilos!