Sábado, 4 de Agosto de 1.996 Rezo… 11:35 h. a 13:52 h.
Yo.- Amado Dios, mi Jesús, te pido unas palabras para Rebasa, que hace dos años, quedó viuda, y que está desconsolada y no consigue superar la falta de su esposo y su pena.
+ Hija mía, amada mía, mi buena Rebasa. Yo, soy Dios, el Dios, Uno y Trino, el Dios verdadero, que verdaderamente fundé mi Santa y Única Iglesia, la Católica, Apostólica y Romana.
Tu dolor, es santo dolor; no lo escondas al mundo; que sepa el mundo, del verdadero y santo amor de dos esposos.
El mundo no desea sufrir, el mundo quiere olvidar, suplir al recuerdo; mas, Yo, Dios, no soy el mundo.
Yo, Dios, soy más que el mundo; fundé, por mi santa Creación, vuestro Mundo.
El mundo se ha olvidado de mi dolor, de mi muerte en la Cruz.
El mundo no desea recordar, sino suplir, el mundo busca otros dioses, otros amores.
No desea el mundo, recordar mi gran amor por vosotros, los hombres.
Y así, si no recordáis mi amor, ni mi muerte por amor, es que mi amor no existe, eso es lo que dice el mundo.
Mas, mi amor existe y existió, como existió el amor entre tú, amada Rebasa, y tu esposo, que ya no pertenece al mundo de los vivos, pero que vive eternamente, como todo hombre nacido de mujer.
No sufras, amada Rebasa, por sufrir.
Es natural, que cuando se separa la carne, haya dolor.
Vosotros, por vuestro matrimonio, erais los dos una sola carne, y ahora hay dolor en la separación.
Acepta ese dolor, amada hija mía, como lo que es, natural.
Y al aceptarlo así, dejarás de sufrir por tu sufrir, y sólo sufrirás de dolor, y no de tristeza por sentir dolor.
Y el dolor es compatible con la alegría, no así con el entristecimiento.
La tristeza hace decaer los ánimos, en cambio, la alegría en el dolor, me rinde servicio.
Y Yo, Dios, Rebasa bonita, te necesito, ¡te necesito!
Debes ayudarme a salvar el mundo, con tu dolor, al ofrecérmelo, y con tus obras de buena cristiana.
El mundo te observa; sé, hija mía, testigo de mi amor.
Si me amas más que a ti misma, me darás gloria con toda tu persona, y dándome gloria, darás bien a tus semejantes.
Si de momento, no puedes estar alegre con los demás, alégrate de saber que Yo, Dios mismo, te necesito.
Y por Mí, por Dios, y por Santa María, sé cariñosa con tus semejantes, sin discriminación. Y tu cariño, será mi cariño, que a través de ti, amada Rebasa, daré Yo, Dios, al mundo.
¡Te necesito!
¿Puedo contar contigo?
Por tus obras de caridad cristiana, lo sabré.
Reza la oración del dorso de la estampa de Santa María, que mis instrumentos te enviarán junto con mis palabras.
Yo.- Buen Dios, te pregunta Rebasa: .-“¿Sé educar bien a mis hijas, sin mi esposo? Tengo miedo de hacerlo mal.”
+ Lo haces muy bien, hija mía. Acudid, siempre que podáis, las tres juntas, a misa.
Hay que confesarse a menudo. La confesión da la paz. Yo, Dios, os la doy, en el momento que recibís la absolución de los pecados.
Os amo, os amo tanto, hijas mías, que deseo vuestra unión, no sólo en la tierra, sino en el Cielo, con tu esposo y su padre.
Rezad por él. Rezad por vuestra unión Conmigo, y seréis felices.
Os bendigo.
.- Pregunta de Rebasa: “¿Hago bien en tener un tienda, o tendría que buscar otro trabajo?”
+ Eres libre de hacer tu deseo, y Yo, Dios, te ayudaré en todo, como lo hago con todas las personas que viven en gracia de Dios, o sea, que están libres de pecado, por haberlos confesado, y cumplen con mi santa voluntad, que son los diez mandamientos de la ley de Dios, mía, y los cinco de mi Santa Iglesia Católica, Apostólica y Romana.
Yo soy un Dios vivo, que vivo en mi Iglesia, y mi Iglesia tiene vida por Mí, y mis sacramentos, que en ellos estoy Yo, Dios, vivo; y si estoy vivo, muevo y creo. Y como Dios que soy, creo lo bueno y os ayudo en lo bueno.
Rebasa, bonita, haz bendecir tu tienda, y Yo, Dios, te ayudaré con ella, por mi amor, por tu fe.