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Revelaciones 16

Sábado, 4 de Agosto de 1.996   Rezo…      9:44 h. a 10:32 h.

+ Amados míos, tenéis un gran enemigo, contra el que debéis luchar. Este enemigo está en la sociedad, en el qué dirán.

Deseo ante todo, que aprendáis a pensar libremente, y luego, a actuar libremente. No deseo Yo, Dios, que os influya para nada el pensar, la opinión de los demás.

El enemigo de la fe, es la sociedad con su: “¿Qué dirán?”, que te dices a ti mismo.

¡No os importe lo que digan o diga nadie!

Es una dura lucha la que os propongo, ya que desde pequeños, habéis aprendido a avergonzaros o enorgulleceros con el qué dirán de los demás.

No estáis bien educados; os han cortado la libertad con los prejuicios sociales  y el qué dirán; y vais así por la vida:

.-“¿Qué dirán si voy con un coche viejo? 
.-¿Qué dirán si no voy de vacaciones? 
.-¿Qué dirán si tengo más de dos hijos? 
.-¿Qué dirán si no tengo un título académico o universitario?”

Así es toda vuestra vida; actuáis pensando en lo que dirán de vosotros, y como la sociedad actual está en manos del mal, sumergidos en el capitalismo, el “¿Qué dirán?”, es una trampa mortal.

Hijos míos, amados de Dios, de Mí mismo, debéis luchar contra el qué dirán de bueno o de malo.

¡No vivís para los hombres, vivís para Mí, para Dios, para darme gloria!

Hay algunos que tienen apariencia de buenos, para que los demás digan su bondad; no es ésta la santidad.

Ya sé que es dulce a los sentidos, el que comenten de vosotros, lo buenos y santos que sois. Pero, a veces, ha habido muchos santos, que la sociedad ha criticado, les ha dado la espalda e, incluso, hijos de mi Santa Iglesia, los ha perseguido y quemado en la hoguera.

No deseo que la opinión de nadie intervenga en nuestra relación, en la santa relación de Dios y tú.

Soy Yo, Dios, quien te veo de continuo; y soy Yo, Dios, quien te daré el justo pago eterno.

Mi voz, será la justa voz, la Voz de todos los tiempos; en cambio, la voz del “¿Qué dirán?”, de la sociedad, varía de año en año; la mía es verdadera, y la verdad no cambia jamás.

Yo, Dios, no os juzgaré por el coche que tenéis, por si vais de vacaciones, por los hijos que tenéis.

Yo, Dios, os juzgo y os juzgaré por la fe, por la fe que Yo, Dios, veo en vosotros, en ti, por tus obras.

Las obras santas, perfectas, de la fe, son las que os juzgarán.

No os juzgo por los demás, sino por ti mismo; no te juzgo, hijo mío, hija mía, ni por tus padres, ni tus hermanos, familiares, amigos o conocidos; Yo, Dios, te juzgo por ti mismo.

Incluso a los esposos, siendo los dos una sola carne, los juzgo Yo, Dios, por separado.

Sí, no te apoyes en nadie, ya que nadie tiene autoridad para suplirte.

¡Eres libre!, ¡estás solo!, la libertad es individual.

Tu libertad no puede mandar ¡Jamás! en otro, ya que este otro, es realmente libre.

Y aunque este otro, obrara físicamente bien, por estar bajo tu libertad, es decir, por obligarle tú, pero en su corazón se rebelara contra la buena acción, Yo, Dios, lo juzgaré, lo juzgo, por su libertad de corazón, aunque la acción sea buena.

Pero no temáis, que Yo, Dios, premio siempre al que ayuda a la bondad de los demás.

Es como las leyes justas que los gobiernos os imponen; gracias a estas leyes, el malo se guarda del mal, por miedo al castigo; y Yo, Dios, ayudo al País que hace justicia.

Mas, cuando hablo del qué dirán, os hablo en el ser individual, que cobardemente se excusa a sí mismo de su injusticia, ya que hacer el mal, es una gran injusticia.

A ti hablo, hijo mío tan amado, a ti que eres individual y libre:

No te dejes acorralar por el miedo a la soledad.

Sí, realmente estás solo; lo has podido comprobar en ti mismo.

Cuando sufres, sufres tú. Y por más que alguien quiera sufrir contigo, si sufre, es por su sufrir al verte sufrir, pero no por tu mismo sufrir.

Es bueno que no te engañes, ya que si no sabes estar solo, pensar solo, actuar solo, si otro día falta la persona o personas que te mandan, morirás de pena, por el miedo a tu soledad.

No deseo que estés solo; no es eso, es más, deseo que compartas tu vida con otros, con el mundo.

Es más, deseo que ames a tus semejantes, como a ti mismo, pero no te apegues a ellos como lapa, ni ellos a ti.

Deseo que me busquéis a Mí, a Dios, que viváis pensando en cómo agradarme, ya que, en agradarme, está la santidad.

Yo, soy Dios, y soy Dios vivo.

Yo, no muero.

Yo, no os dejo jamás, ni de día, ni de noche; ni en la enfermedad, ni en la salud; ni en la pobreza, ni en la riqueza.

Y Yo, Dios, os ayudo siempre que me lo pedís y es un bien para vosotros.

Mis ángeles os sirven, si Yo se lo permito.

Y los hombres mismos os sirven, aún vuestro más cruel enemigo, si Yo, Dios, lo dispongo por mi santa voluntad.

Si estás Conmigo, hijo mío, ni el miedo, ni la oscuridad de la imperfección, puede dañarte.

¡No os debéis al qué dirán!, os debéis al mundo, por lo que diré Yo, Dios, cuando te juzgue en la última hora.

No os importe el qué dirán, sino el qué diré.