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Revelaciones 15

Martes, 26 de septiembre de 1995… rezo… (12:32) a (13:29)

 

Yo.- Amor mío, mi Dios, mi Vida: te necesito. No soy nada, sólo si actúas en mí, sirvo para algo, pero ya ves… Ayer discutimos demasiado, Bondad se enfadó mucho y al final nos insultó. Claro que yo también le insulté a él.

Tengo miedo de no haber sabido educar a mi hijo. Dime algo Dios mío. 

+ El pecado está en los hombres. Ellos solos, sin mi gracia, no son nada.

Mi hijo Bondad tiene que acudir a Mí, y lo hará. Le hizo bien la discusión de anoche, ya que vio su impotencia y comprobó que él solo, sin Dios, y sin vuestro apoyo, jamás haría nada. Es muy joven, y la juventud engaña a los sentidos. Pero lo quiero joven y puro, y así lo tendré. Yo soy Dios y él es mi hijo.

Su ángel lo cuida y le habla de Mí. Todo lo que ocurre a tu familia es por mi deseo. 

Yo.- Pero ¿tenemos que llegar a los gritos? 

+ Mi Bondad es demasiado inflexible. Pero lo amo así, aunque deseo que se corrija.

Bondad, hijo mío tan amado. Olvídate de ti y tus deseos y piensa sólo en Mí y en mi santa voluntad; Yo estoy en ti. 

Yo.- ¿Tú crees que podemos seguir así, discutiendo por una miserable película? ¿Por ella vamos a perder la unidad de la familia? 

+ (- Sonríe) Déjame hacer a Mí, que tú también, amada Primavera, tienes un temperamento fuerte. Sois fuego, pero si ardéis con mi amor, las llamas derretirán al mundo.

Rezad, rezad y vendrán tiempos de paz.

Os amo a pesar de vuestro carácter, pero tendréis que corregiros: Amadme y mi amor os hará perfectos. 

Yo.- Y así, ¿qué hacemos? 

+ Continuad con mi voluntad. Pero todo tiene su tiempo, y las cosas de Dios van despacio. Antes que nada más, sed humildes y amaos como Yo os amo. 

Yo.- Eso es muy difícil. 

+ (- Se ríe) Tenéis toda la vida. Amad y os amarán. Sedme fieles y portaos mejor. 

Yo.- ¿Deseas decirme algo más? Perdóname. 

+ Yo deseo que todos, todo el mundo, sea bueno, y deseo que pidan ayuda a mi Madre Santísima; Ella os cuida, Ella os ama y os guía a Mí. Ella sabe lo que me agrada y, si se lo pedís, os lo dirá.

Acordaos más de vuestros ángeles; Dios os los da, y ellos esperan serviros. Luzbel odia a sus hermanos, los ángeles, porque ellos saben sus debilidades, y saben cómo vencerlos.

Yo te bendigo y te perdono, hija mía. Si supieras la ternura que siento por ti; eres fuerte, tan fuerte, que a veces te descontrolas. Pero eres humilde y me pides perdón, y Yo aumento mis gracias en ti. 

Yo.- Gracias Dios mío, ¡te amo tanto! (Se ríe). Esta tarde iremos con mi amado Fuerza a visitar al sacerdote Xifón. ¿Qué deseas que le diga? 

+ Xifón, hijo mío, te bendigo y acepto con agrado tus sacrificios. Te amo, te amo como sólo un Dios sabe amar, y mi Madre Santísima te ama como a un hijo predilecto.

Ayuda a mis amados Fuerza y Primavera, que espero mucho de ellos. Y termino, hijo Xifón, recordándote que eres un sacerdote y que mi voluntad está en ti y en los tuyos.

Os amo, hijos sacerdotes; el amor de vuestro Dios es tan intenso como las aguas del océano, y quiero que vayáis seguros de tener mi amor y protección. Vosotros sois mi Ejército de Salvación. Y a través de vosotros, los hombres se reconciliarán con su Dios.

Llegan días enteros de confesiones; no carguéis las espaldas de mis hijos con demasiada carga; a cada uno según su fe, y mi amor por todos.

Cantad un aleluya, que el mundo es de Dios. Satán está postrado a los pies de mi Madre. ¡Es vuestra hora! ¡Con audacia, hijos míos! Yo estoy constantemente con vosotros.

Tened compasión de tantos pecadores como acudirán a vosotros, y no les asustéis con el fuego del infierno, antes bien, habladles del fuego de mi amor, ese amor que les doy, y que es dicha infinita.

Cantan los coros de ángeles, ya que la Esposa brilla, ataviada por la plegaria. Y la voz de mi hijo, el Papa, suena con gracia en los corazones del infiel, y volverá a creer; ellos acudirán a vosotros, sacerdotes amados.

No quiero que habléis distinta lengua que el santo Padre. Yo soy Dios, y él es mi sucesor, y vosotros mi gran Ejército de Salvación.

Que las iglesias estén abiertas, y vosotros dentro, esperando a mis ovejas, que van a acudir a Mí, en el sagrario. ¡No dejéis a mis hijos solos! ¡Os necesitan! y Yo os necesito allí, junto a Mí, para que les habléis de mi infinita misericordia, mi inagotable amor, y que Yo les estaba esperando. Decidles: “Bienvenidos, hijos míos, Dios os estaba esperando y habéis acudido». Haremos una fiesta, y vuestros corazones radiarán con mi amor. Habéis pecado, lo sé, pero os estaba esperando con ansia de deciros que os amo ¡os amo! y os pido: ¿Puedo amaros? ¿Puede vuestro Dios y Señor amaros? ¿Me dejáis amaros? Si contestáis que sí, venid a Mí, confesaos y comed mi Cuerpo y bebed mi Sangre, y firmaremos la alianza del amor. Mi amor por vuestro amor. Todo os irá bien, ya que andaremos juntos, y Yo te ayudaré a llevar la carga. Ya no más llorar. Eres mi hijo-a, y me has dado permiso para darte mi amor. De ahora en adelante, ya no estás solo-a; somos dos: tú y Yo. 

Yo.- (He estado escribiendo y no recuerdo nada de lo que he escrito, en concreto. Sólo puede ser Dios. Yo no puedo tener tanta imaginación. ¿Verdad?)