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Revelaciones 15

Lunes, 7 de Octubre de 1.996   Rezo…      11:50 h. a 11:57 h.

Yo.- Oh, amor mío; cuánto te amo. Pero no quiero hoy hablarte de mi amor, amado Dios y Señor Jesús. No. Hoy deseo comentarte lo que me dijeron la semana pasada, cuando estaba hablando del bebé que vive en mis entrañas, y dije que, al ser joven, es casi seguro que tendré muchos más hijos. Les comenté que me es imposible pensar en evitarlos, incluso por medios naturales, ya que sólo con pensar que yo, yo, podría evitar a un hijo mío la posibilidad de ir al Cielo eterno, me viene una tristeza tan grande, que lloro sin poder remediarlo. Me contestaron que esto es tener vocación, pero, yo dudo que tenga tanta vocación de madre, ya que no lo hago porque me gusta, sino, por algo superior, por mi fe y mi amor a Ti: ¿Entiendes lo que te quiero decir? Y te pregunto: ¿Es que sólo se pueden tener hijos por vocación de padres?

(Sonríe) Estoy sonriendo a la necedad del mundo, ya que el mundo no tiene corazón.

¿Qué tiene que ver el corazón con la vocación?

Uno puede tener la vocación de cantante, por ejemplo, mas el sacrificio sale del amor a Dios. Tú, Primavera, y junto a ti, tu esposo, mi bien amado Fuerza, tenéis vocación de santos. La vocación de santos es la que os hace cumplir con vuestro deber. Y al cumplir gozosos Conmigo, con Dios, os gozáis al darme hijos, al cumplir con vuestro destino.

¿O es que no es el destino de los padres el tener hijos?

Pues, si es el destino, no es la vocación. La vocación es la parte libre del destino. Por ejemplo, tu vocación, Primavera, es hablar, te encanta hablar con tus semejantes, y darles con tu voz, tu amor, lo que siente tu corazón;  mas no es imprescindible para ti, para cumplir con tu deber, el que tengas que hablar tanto. Y en Fuerza, su vocación son las plantas, es la naturaleza viva, la belleza de mi Santa Creación vegetal. Mas, ésta, su vocación y la tuya, no os santifica por sí misma, es decir, que no precisáis de ella para cumplir con vuestro deber y santificaros con él, mas la vocación es lo que Yo, Dios, os he sellado para que al seguirla, seáis dichosos en esta vida, para que sepáis dónde reside mi Santa voluntad en vuestra individualidad.

La vocación del amor a la naturaleza vegetal, en Fuerza, mi amado, le hace encaminarse a ella, para su trabajo, para sacar de la tierra vuestro sustento y poder vivir y alimentaros. Y la vocación en ti, Primavera, de hablar y discernir, ayuda en tu labor como madre-educadora.

Yo, Soy Dios, y todo lo que sale de mi santa Voluntad es perfecto.

Ese deseo de tener hijos, también lo siente una mujer estéril, ya que forma parte de la naturaleza femenina, más cuando la persona pervierte sus lícitas inclinaciones, ya sea por la sociedad o por el uso de fármacos, que descontrolan la naturaleza, creada de mis Santas Manos, queda mutilada su inclinación natural, que no tiene nada que ver con la palabra vocación, que usáis los hombres para denominar un acento personal en cada hombre.

El deseo de darme hijos a Mí, a Dios, no es algo personal, es lo natural en el Cristiano, en el que tiene fe, y esa fe es verdadera, y no la adultera el miedo al qué dirán, ni al futuro, incierto en todos los hombres.

La vocación individual, es la Llamada Divina de lo que Yo, Dios, deseo cumpláis con vuestro deber en la vida.

La vocación de sacerdote, es una vocación individual, no es jamás colectiva. No todos los hombres solteros desean y tienen vocación de sacerdotes, a pesar de que tampoco van a casarse y a tener hijos. El sacerdote es un elegido mío, de Dios, para un alto cargo en el mundo y en el Cielo. Y no todos los solteros me servirían como es mi deseo, el deseo de Dios.

La vocación os la doy, para que el mundo se perfeccione. Yo, Dios, amo al mundo, y deseo que éste evolucione y se encamine a la perfección, por lo que deseo y necesito de los médicos que curen a los enfermos. Necesito de los diplomáticos y estadistas para que ayuden a la paz del mundo. Necesito de los inventores para que hagan un mundo mejor. Necesito de los músicos y artistas, para que alivien los espíritus con la belleza. Necesito de los comerciantes, de los profesores, de los literatos, de los frailes, de los constructores, del albañil, el pintor, el panadero; necesito del campesino, de la modista, el jardinero, el lampista, el basurero. Necesito de las vocaciones del hombre para que con ellas os hagáis un servicio humano. Como la planta necesita la tierra, la lluvia y el sol, vosotros, mis hijos,  necesitáis del médico, el albañil, el panadero, el basurero y el hombre de estado.

Os necesitáis unos a otros, hijos amados, y Yo, Dios, he sellado en cada uno, su vocación, por la que deseo me sirva en este mundo, aparte de ser solteros o casados, padres o estériles; cada uno tenéis un lugar en la Creación de Dios,  y no sólo en ella, sino que por vuestra lícita vocación, sois protagonistas de la vida misma. Mas hay quien tiene vocación de comerciante y, en vez de esto, se dedica a la política; y hay políticos que son carniceros, por seguir el comercio de sus padres y abuelos, y otros son abogados y su vocación es de artistas, y hay artistas que harían de basureros y con ello me rendirían, a Mí, a Dios, mejor gloria y respeto. Yo, Dios, a todos, a todos os he dado una vocación, mas hay muy pocos que me dais gloria con ella, y por eso vais infelices y fastidiados por la vida, y por eso pensáis que Dios está lejos de vuestra vida. Y aún algunos vais más lejos, y vuestra infelicidad os hace separar de la verdad, de la verdad de que tenéis que darme gloria con vuestro trabajo. Pensáis: “¿Cómo se puede dar gloria a Dios con lo que desprecio?” Y esto es cierto: No todos me dais gloria, ya que darme gloria es hacer ante todo mi voluntad, y si ocupas un lugar erróneo en la vida, aunque me ofreces tu trabajo, y Yo, Dios, si es bien hecho  te lo acepto, no deja esto de ir contra Mí, ya que si Yo, Dios, te había sellado con la vocación de médico y en vez de esto eres arquitecto, por muy bien que hagas tu trabajo, no ocupas el santo lugar al que Yo mismo, Dios, te he destinado. Y si en vez de trabajar en el campo y con el ganado, te vas a trabajar a la industria, aunque tengas un sueldo fijo,  y con él me das gloria, Yo, Dios, te lo acepto, mas no cumples del todo Conmigo. Tú, ¡tú!, tienes un lugar en la vida, que es tuyo; no me digas que no hay nadie imprescindible. Todos sois imprescindibles. ¿Quién hubiera ocupado el lugar de Pedro apóstol? Él y sólo él podía y tenía que ser, igual que Judas Iscariote me era imprescindible; igual que María Virgen: ¿No nació ya sin pecado original? ¿No nació con su vocación de Madre de Dios, ¡Mía!? Y San José ¿No era de la estirpe de David? ¡Tenía que ser Él y sólo Él, el que libremente aceptara mi Santa voluntad, la voluntad de Dios! Y es que a cada uno, Yo, Dios, le doy el destino por el que deseo me sirva con su vocación.

¡No os quejéis jamás!, ¡jamás! Estate seguro, hijo mío, hija mía, que las circunstancias de tu vida, sean buenas o malas, son las que Yo, Dios, deseo para que me des tu vocación. Y puede que tu padre sea panadero, mas deseo que tú seas lampista. ¿Entiendes lo que te pide Dios? ¿Que cómo sabe uno su vocación? Escarbando en sus gustos, en su inclinación natural. Y te advierto, hijo mío, que no tiene nada que ver el que para lo que estás destinado por tu sagrada vocación, pueda parecerte a tus ojos algo muy difícil, casi imposible de conseguir; este es mi Santo propósito, que por  perseguir vuestra vocación, tengáis que formar vuestro santo carácter. Y, algunos os preguntaréis: ¿Qué es formar el carácter? El carácter es el resultado de la lucha feroz contra la imperfección, que está arraigada en todos, ya que todo temperamento debe ser perfeccionado, dando paso y lugar al carácter. Y es el carácter, la perseverancia en las santas virtudes. El carácter, en definitiva, es lo que os proclama santos. Por el carácter, obráis, y vuestras obras son dadas al mundo, formadas por el carácter, que las hace puras, por sacar de ellas la imperfección del temperamento, que puede ser un mal temperamento. Aunque en todo temperamento hay bien y mal, por ser lo natural,  y en lo natural está lo bueno en que os creé, Yo, Dios, mezclado con lo malo que heredasteis de vuestros primeros padres; de Adán y Eva os hablo.

Es el carácter, la afirmación de vuestra total libertad. 

Y el carácter, no precisa de dinero, de salud, de fama.

El carácter está en cada uno libremente, y nadie, ni ninguna circunstancia ajena a vosotros mismos, puede manipularlo.

En otros aspectos de la vida, incluso en vuestro físico, no sois libres, ya que la herencia paterna os marca. Mas en el carácter está y radica la fuente de vuestra auténtica libertad.

Muchos no sabéis que podéis ser de carácter, lo que libremente deseáis, mas es cierto, ¡es verdad!

Si quieres, puedes perfeccionarte. Una prueba, un ejemplo, son los actores: ¿No os creéis lo que veis en la pantalla y en el teatro? Pues, si los actores actúan y os hacen creer su personaje, vosotros libremente podéis dominar vuestra imperfección y callar aunque tengáis ira, callar no porque el guión de la obra os lo pida, sino porque Yo, Dios, así lo deseo, y vosotros, por amarme, os aguantáis la ira y calláis. Y en esto, todo lo demás. Sed sabios, hijos míos: No os portéis neciamente dejando que actúe vuestro temperamento.

Es fácil, muy fácil ser santo, ser perfecto, sólo basta que lo deseéis y por amarme a Mí, a Dios, os empeñéis en ello, y deis al mundo, vuestra buena actuación.

Muchos pensaréis que esto es ser falso. Yo, Dios, os digo, que lo que sí es falso, es pensar que por vuestra naturaleza, seréis perfectos. ¡Jamás!, vuestra naturaleza es imperfecta: Recordad a Adán y Eva. Sólo Yo, Dios, soy Perfecto, y sólo podréis ser perfectos y buenos cuando actuéis según mi guión, el guión  de mis diez mandamientos; sólo entonces, vuestra obra será actuada por la libertad de un perfecto carácter.

¿Que eso es falso?, ¿es falso hacer el bien, mientras sentís en vuestro interior las ansias del mal?

Lo verdadero son las obras, y es por las obras, que Yo, Dios, os juzgo y os juzgaré.

La libertad es decidir libremente cómo deseas sojuzgarte, es decir, la libertad es tu actuación. Tú puedes hacer algo bien o mal, y en toda actuación, uno sojuzga o el bien o el mal, ya que puede hacer tanto lo uno como lo otro; por eso, siempre está el hombre deliberando a lo que desea sojuzgarse, encadenarse, ¿o al bien o al mal? ¡Es así, así es!, y no os voy a mentir, Soy Dios; mas bien, os ayudo a comprender. Tu libertad es hacer lo que te da la gana, por haberlo meditado y discernido. Y sólo hay una forma de meditar, y ésta es: “¿Lo hago bien, cumpliendo los diez mandamientos, o lo hago mal?” ¡Sólo hay dos formas de hacerlo! Aunque hay muchas formas  de mal, sólo hay una para el bien. Y digo, Yo, Dios, que hay muchas formas de mal, como por ejemplo, uno decide no tener hijos, sin tener causas graves para decidirlo, y por ejemplo, puede decidir: abortar en cuanto esté en estado, o usar métodos anticonceptivos; estos métodos pueden ser fármacos o instrumentos, o incluso el método natural de la continencia en los días lícitos y fecundos.

Yo.- Amado mío, perdóname, pero siempre que hablas de este tema, me pongo muy triste, ya que muchas personas buenas, usan de la continencia en los días fértiles, e incluso se imparten clases para aprender a usarlo, y hay revistas cristianas que no paran de hablar de él. Yo creo que no lo hacen para ir contra Ti, sino para que las personas se enteren de que no todo son las pastillas, el Diu, el preservativo, etc. Yo, Dios, tengo miedo, cuando hablas así de éste método natural, ya que me pregunto: ¿Quién irá al Cielo? Y yo quiero que muchos vayan al Cielo. ¿Es que no puedes ceder un poco; no son malos, no abortan?

+ Yo, Dios, hablo; mi paciencia y misericordia son infinitas, como infinito es mi amor. Y digo, Yo, Dios: No es lícito regular la vida; la vida y la muerte me pertenecen.

Yo.- Amado Dios, me pregunto, y no lo hago por mí o los míos, sino por el mundo: ¿No es muy duro ser cristiano? Este tema de los hijos aparta a tantos de tu camino. Y creo que muchos habían creído que con el método natural de continencia matrimonial, habían encontrado la solución al problema.

+ Pues están equivocados. ¿O es que creéis que Yo, Dios, soy injusto? ¿Es que pensáis que vuestros antepasados, incluso vuestros abuelos, Yo, Dios, los tenía esclavizados, por no haber permitido se descubriese el método natural de control de natalidad? Y repito Yo, Dios, hay casos, pocos casos, que es lícito usar de esta forma de mantener el amor en los esposos, sin el riesgo de perder la vida de la mujer, en caso de quedar en estado. Mas ¡habéis abusado!, os vendéis con ello al Diablo.

Yo.- Amado Dios, no es que yo quiera usar de este método natural, pero… oh, no me hagas llorar.

+ Ya te dije que llorarías por amarme, por amar a Dios, bendita Primavera, que deseas justificar a algunos. Que confiesen sus pecados y cambien de actuación para con el amor de Dios, mío, y el de a sus semejantes.

Yo.- No sé que más decirte.

+ Reza, reza el Santo Rosario, únete a Mamá, a Santa María, Ella espera ayudar al mundo a través de vuestras oraciones.

Hijos míos, lo bueno es bueno, y lo malo es malo. Yo, Dios, no deseo ni puedo cambiar esto.

Quedad en mi santa paz. La paz está sólo en lo bueno. Haz el bien y tendrás paz.