Jueves, 29 de febrero de 1996… Rezo… (10:29 h) a (11:29 h).
Yo.- Hola, ¡hola, amor mío! Hoy he dormido bien. Gracias, gracias. Ojalá ya pueda dormir bien siempre. Es verdad eso que dices, Dios mío, que el descanso nocturno es tan importante; hoy tengo buen humor y estoy feliz y me sonrío de la vida, y me sonrío con mi amado esposo y mis amados niños. ¡Te quiero, Dios mío! Oh, si permitieras que descansara bien por las noches… Ni he visto a Satán, ni me han dolido las extremidades. Hoy he descansado, y al descansar, estoy contenta. No te enfades, Dios mío, pero parece que te quiero más. Yo lo he pensado, y creo que es porque al encontrarme bien físicamente, puedo pensar más y mejor en Ti. En cambio, cuando no me encuentro tan bien, me cuesta más darme cuenta de que te amo. Pero es seguro que te amo siempre, aunque me parece que hoy te amo más. ¿Entiendes, Dios mío, lo que quiero decirte?
+ (Se ríe largamente). ¿Cómo no va a entender Dios a sus criaturas?
Ay, Primavera, ¡cuánto te amo!, cuan precioso es tu amor para Mí, Dios.
Os comprendo a todos, a todos, hijos míos.
Y os amo a todos, a todos, hijos de Dios.
Por eso, para que veáis que me amáis más, es imprescindible que vuestro cuerpo me dé gloria, siendo perfecto; no sólo llevando una buena conducta moral, sino física.
¡Hay que cuidar los templos de Dios!
Yo, Dios, estoy dentro de vuestro cuerpo, y debéis ocuparos de él.
Espaciad las comidas; con tres o cuatro al día, tenéis más que suficiente. Bebed agua, de manantial, entre horas; es bueno para vuestro cuerpo; limpia la sangre y la mente, ya que la sangre es la que riega vuestro cerebro. Comed cosas sanas y naturales, y mejor que sean platos sencillos, sin mucha variedad. Aunque decís los hombres, que en la variedad está el gusto, no por el gusto, viene la salud.
Y caminad, no correr; ni hacer «footing», ni gimnasia; digo Yo, Dios: caminad, saboreando y disfrutando de la naturaleza, y mientras andéis, dejad que Yo, Dios, os acompañe; conversad conmigo, con vuestra y mi Madre, y con vuestro ángel custodio.
Respirad con normalidad. No hace falta hacer cosas raras, para tener un buen funcionamiento corporal.
También Yo, Dios, os aconsejo cantar. ¡Sí, cantad!, o silbad.
Y sonreíd mucho, cuando miréis y habléis con vuestros familiares y amigos.
¡Que el cariño os salga por los ojos y por los labios! Haréis bien y os sentiréis mejor.
Oh, hijos míos, os amo tanto, ¡tanto! Si supierais de las locuras de vuestro Dios por vuestro amor. Me quema el Corazón, el maravilloso y frondoso amor que siento por vosotros.
¡Cuidaos el cuerpo!
¡Cuidaos el alma!
Hay hijos que sólo pensáis en la santidad espiritual, pero Yo, Dios, os digo que hay santidad corporal, es decir, perfección corporal.
Cuidad del cuerpo, y el alma cantará en vuestro interior.
Fijaos, hijos míos, que en los diez mandamientos, también hay deberes para vuestro cuerpo.
Meditad, hijos de Dios.
Mi camino no es tan difícil. Si os cuesta seguirme, seguir a Dios, a veces, muchísimas veces, es por culpa del mal funcionamiento de vuestro cuerpo.
Aunque Yo, Dios, estoy dentro de él, y por mi amor, protejo vuestra alma, al cuerpo hay que vigilarlo con la mente, sois sus dueños; ¡dominadlo!, ¡sojuzgadlo!, rendidlo a la razón; no a los instintos, al goce.
La razón es, que es el templo de Dios, y es la herramienta práctica para santificaros.
Ocupaos de él, y me amaréis más, mucho más.
Y me glorificaréis plenamente con vuestro cuerpo, mente y espíritu.
Es fácil mi camino.
No es caro ni complicado, tener un cuerpo sano.
Yo, Dios, os lo di, y si usáis la mente y el sentido común, este os llevará a la plenitud de vuestras facultades.
Y una de las claves para la salud, es bien sencilla:
Amadme sobre todas las cosas.
Y eso os dará la paz y el equilibrio de aceptar todo acontecimiento, como providencial, y no os asustaréis ni os encolerizaréis.
En el miedo y la cólera, hay la pérdida de la salud; es la manera más fácil de coger una enfermedad.
El cuerpo y el espíritu, deben vivir en armonía; los dos juntos e inseparables son; es lo que forman, un hijo mío, un hijo de Dios, ¡un ser humano!
Acudid a mis sacramentos y tendréis mi paz, y con mi paz, vuestro espíritu y vuestro cuerpo, rendirán el ciento por ciento, y eso os llevará de camino al Cielo.
Allí os espera Mamá y Yo, ¡Dios!
Yo.- Hemos estado hablando estos días del capitalismo, y yo creía, Dios mío, que el comunismo o socialismo, era peor que el capitalismo. Pero Tú, amado, me dijiste que el capitalismo es el anticristo. Me gustaría oírte y que me hablases de este tema; ¿quieres?
+ Sí quiero (y sonríe con gozo). Me gozo de la confianza que me tienes, amada Primavera.
¡Confiad en Mí!
Y os diré, que en el comunismo y socialismo, está el capitalismo, que es lo que sienten y practican los padres y líderes del comunismo y socialismo; ellos son los capitalistas, que, para esclavizaros, desean practiquéis la rama de su doctrina para vosotros, ¡no para ellos!, a lo que llaman comunismo y socialismo.
Vosotros sois todos iguales socialmente, según ellos, y sólo servís, si rendís un capital; ¡sois su capital!, ¡sois sus súbditos, por un ideal irreal!
Aunque todos sois iguales, hijos míos tan amados, no todos tenéis las mismas necesidades, ya que Yo, Dios, os hice irrepetibles, ¡únicos!
Y hay quien necesita comer más, y otro, con menos alimento, pasa.
Y hay algunos que, por el clima en que viven, necesitan de gruesos abrigos, y en cambio, otros, ni necesitan de abrigo.
Y hay quien, por naturaleza, tendrá muchos hijos, y otros serán estériles. No para ser iguales, debéis esterilizaros todos. Además de ser un pecado, el mundo ya habría finiquitado; si porque uno no pudiera tener hijos, a los demás, para ser iguales, no se les permitiera tener.
Usad el sentido común, hijos míos. (Y sonríe). Sí, me sonrío, ya que la verdad es tan sencilla, que todos la podéis hallar, si queréis; aunque, de boca afuera, digáis tonterías, todos, ¡todos!, podéis hallar la verdad.
Yo, Dios, soy la Verdad, y me podéis hallar.
Aunque, de boca afuera, digáis tonterías acerca de Mí, en vuestro interior, todos, ¡todos! sabéis que soy Dios. (Y sonríe, sonríe).