Jueves, 27 de Febrero 1.997 Rezo… 18:40h. a 19:47h.
Yo.- Amado mío ¡Dios! Gracias, en una semana he adelgazado un poco más de dos kilos.
+ Agradécelo a Santa María, ya que Ella como mujer, intercede por ti, ya que comprende tu lícito deseo de agradar a tu esposo, a mi bien amado Fuerza.
Ella, María, era feliz de ver el amor en San José. Y aunque, repito, Yo, Dios, se respetaron por mutuo acuerdo, ambos siguieron enamorados siempre, ya que el amor en ellos era verdadero; por eso su renuncia me agradaba, ya que era una renuncia. No es que no sintieran nada uno por el otro, al contrario, su amor era virtuoso por eso, porque era amor de enamorados, y que, por su gran amor a Mí, a Dios, renunciaron; pero no renunciaron al amor, sino al acto conyugal. Eran cariñosos uno con el otro, y la ternura suplía el contacto físico.
Sí, María y José se amaban como tú, Primavera y Fuerza, con un amor bueno, lícito y creador. Mas me entregaron la parte que correspondía a “su creación”, por ser puros y tener una belleza mayor en su corazón, la belleza de entregarme lo lícito para así poder ser ellos los elegidos, mis padres, a los que no sólo amo, Yo, Dios, sino que los admiro y, con mis dos manos, los bendigo tal y como hago con los esposos, que, como vosotros, Fuerza y Primavera, me dais vuestros cuerpos, para que en la unión del lícito amor matrimonial, me deis y me dais, los hijos; todos los hijos, que Yo, Dios, os quiera dar.
Yo, Dios, el amo y el dueño del Amor, os doy, amados míos, todo el amor que seáis capaces de sentir, ¡todo!
Cuanto más sea vuestra capacidad, más recibiréis y más daréis, ya que el amor es la energía de Dios y no tiene límite y es siempre para dar, no retiene, no guarda, siempre da; ¡os doy para que deis! ¡Tomad! Y que tome todo aquel que lo desee, ya que mi Amor no hace discriminación.
Amados, para recibir, rezad, que la oración es el trabajo del corazón. ¡Haz trabajar no solo tu cuerpo, sino tu corazón! Reza, y te daré todo el amor que quepa en tu corazón.
Y este corazón del que te hablo, no es el corazón que bombea la sangre y la hace circular, sino que es la fragancia de tu Espíritu, de tu alma inmortal, que no tiene físico y por cuanto su cabida es incondicional, no tiene medida. Pero al igual que tu corazón físico, es el que bombea el verdadero sentimiento de las virtudes, y hace circular el bien, por Mí, por Dios, a la humanidad. Es el que da vida a la santificación, ya que, por el amor, por este mismo amor te haces santo, por tener tus virtudes en movimiento, por el mismo amor; y son las virtudes, las que hacen las buenas obras.
¡Quien no tiene virtudes, no puede ser santo y santificarse!
Las virtudes, son la expresión de la cantidad de amor que contiene tu corazón.
Hablemos de ellas, de las virtudes.
La fe. Esta virtud, amados míos, os la doy Yo, Dios, como regalo de Padre al hijo amado. Gracias al Sacramento del Bautismo y la Confirmación, tú puedes ser más receptivo a esta virtud.
Pero, además, si Yo, Dios, quiero, puedo dártela en un ¡Zas!
La esperanza. ¿Tienes esperanza en vivir la Gloria en la Vida Eterna? Si no tienes esperanza, es que no vives sirviendo a la fe; que la fe no es sólo para creer, sino que es para hacer el bien, ¡siempre! Y si haces el bien y vives en mi Santa Gracia, tendrás la esperanza de mi Gloria.
Eso no quiere decir que no temas a la muerte. Que todo lo desconocido para el hombre, es natural que os dé miedo. Pero este miedo, no tiene, no puede ser desesperación. Ya que en la desesperación hay el pecado de la falta de fe.
Debes tener, por tu fe, esperanza, ya que Yo, Dios, te amo; y me hice hombre, y viví y morí y resucité, y esto mismo harás tú.
Afiánzate en tu fe, y viviendo en Gracia, te daré la virtud de la esperanza.
La virtud de la caridad, no es tan corriente como parece, ya que decís: “Este es bueno”. Y por y con decir esto, creéis que esta persona practica la caridad, por ser “bueno”; y no es cierto, ya que la bondad, no es caridad.
La bondad, más bien, es no molestar, no estorbar, y dar justicia humana; mas la caridad, que es la verdadera bondad, es hacer el bien en todo momento y ocasión, por amarme a Mí, a Dios, sobre todas las cosas.
Si tienes fe serás practicante de tu fe, y por ella, tendrás caridad; ya que la fe os aparta del pecado y es la fe la que te hace descubrir la libertad; tu libertad de actuar bien o mal, que por la caridad eliges el bien, y es la esperanza la que te hace perseverante.
La virtud de la prudencia te identifica Conmigo, con Dios, ya que Yo, Dios, soy sabio y justo. Y la prudencia te hace discernir; te hace sabio y justo Conmigo, con Dios, por la caridad, y por lo cual haces el bien al mundo, por prudencia, que es audacia mía, ¡de Dios!
La virtud de la justicia, de la equidad, es la virtud de hacer y dar a los demás, lo que quisieras para ti y por amor a Mí, a Dios.
La virtud de la fortaleza, es imprescindible en la prueba, en los días malos, en las contrariedades. Esa virtud se consigue prontamente, ya que los sacramentos de la confesión y la comunión, tienen vía directa con ella: es la fortaleza, mi Gracia, la Gracia de Dios, que os doy para ser perseverantes en la fe práctica.
¡No os dejo jamás, solos, ni desamparados!
Yo, Dios, os amo y os doy todo, todo cuanto en verdad necesitáis para salvaros.
Yo, Dios, os prometí la salvación y cumplo mi promesa en todos y cada uno de vosotros. Y mi promesa está en el sacrificio de la Santa Misa, en todos y cada uno de mis Sacramentos, en la oración, en el agua bendita.
La virtud de la templanza, es una virtud que necesita de la fortaleza.
Y si la fortaleza es asistida por la Gracia, en los sacramentos que recibís, la templanza es el premio de vuestro corazón, enamorado de Mí, de Dios.
Amadme a Mí, a Dios, sobre todas las cosas y tendréis la virtud de la caridad, que os dará la virtud de la templanza en todo, por ser dignos y fieles hijos míos, ¡mis herederos!
Os doy el Cielo. ¿Lo quieres?
Pídeme la fe, y con ella, que Yo, Dios, te daré, tendrás las demás virtudes que son el amor que contiene tu corazón. Y cuanto más amor, más luz; que la luz es, son las virtudes, que por tu amor a Mí, vas adquiriendo al dar mi amor, ya que mi amor es creador, y crea las virtudes, que son la forma de ser de los santos, su perfección. Os amo.
Pedidme la fe, ¡os la daré!