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Revelaciones 116

Viernes, 1 de diciembre de 1995… rezo… (9:53) a (10:25)

 

Yo.- Mi amado, ¡te amo! Te amo tanto que siento en mi corazón, las llamas de tu santo y grande amor. Gracias, Dios mío, por tu Calvario, por tu Cruz y por tu amor. ¡Abrásanos en él, oh Señor, nuestro Dios, el Dios Verdadero, el Verbo! Ámanos.

Yo digo sí. Y digo también el sí por todos los hombres, mis hermanos; y lo hago por la autoridad del amor que siento por todos y cada uno de mis semejantes, ¡sin excluir a nadie!

Sí, sí, sí, Dios nuestro, sí. Ámanos, ámanos. Yo te lo pido por ellos, por todos y cada uno de ellos, y por mí. 

+ Y Yo Dios, el Cristo, lo acepto, porque Yo Dios veo y escudriño los corazones de mis criaturas, de mis amados hijos; y veo en tu amante corazón, oh hijita de mi amor, mi niña, mi buena Primavera, humilde en servirme, y veo tu amor, ese verdadero amor que te quema el corazón, por todos y cada uno de tus semejantes.

Y es el mismo amor de Dios, que por mi santa gracia, arde dentro de ti.

¡Por ti, por mi amor, el amor de vuestro Dios, que está en ti, y que por Él, amas a los demás, Yo Dios, los amo y me amarán por tu sí, mi dulce y buena Primavera!

Este sí que libremente me das hoy, por ti y por todos y cada uno de mis hijos, Yo Dios les digo a todos: que por tu sí, el sí de su amor en ti, todos mis hijos sentirán y tendrán mi amor y paz; ¡se los doy!, y eternamente lo tendrán.

Mis maravillas están en ti, amada hija mía.

A quién hayas tocado, desde que mi hija amada, Dol, te impuso por mi Santa autoridad, las manos, y Yo Dios Uno y Trino, vine, vinimos a ti, y te dimos las gracias del amor y la paz de Dios, y a quién tus manos toquen, recibirán mi santa paz, mi santo amor, que ya nunca jamás los dejará.

¡Serán míos para siempre!, ¡del Dios Vivo!, ¡del Dios de amor!

No te asustes de mi gran poder, soy todopoderoso, y si lo digo, es porque lo puedo demostrar, y lo demuestro en ti, mi hija fiel, que cuando pensaste en ofrecerme un hijo para ayudarme a Mí, a Dios, para salvar al mundo, ya que viste en tu corazón lo mucho que Yo Dios os amaba y que hay tantos y tantos hijos que van atontados y despistados, y no se han dado aún cuenta de mi gran y auténtico amor, que me llevó al sacrificio, al holocausto de Cristo Dios, por mi amor. Yo Dios te miraba, Primavera, y te veía, veía tú sufrir por Mí, Dios, por ese amor que mis hijos no se enteraban que Yo sentía y siento y sentiré. Por tu amor, por tu fe, me ofreciste a tu hijo, ya que te miraste a ti misma y te viste pecadora, insignificante e inútil, para poder hacer algo por ti misma para Mí, ¡tu amor, tu Dios! Yo, lo vi todo, y lo escudriñé todo, y me plazco en darte mi bendición, la bendición de Dios, Uno y Trino, para darte mis gracias, y con ellas tu deseo de servirme, de servir a tu Dios, a tu amor, y de hacer algo por tus semejantes, a quienes tanto amas por Mí, porque Yo, Dios, los amo, y porque por mi amor, morí por ellos, por ti.

Te amo, Primavera; pueden envidiarte, ya que tu amor, el amor que sientes por Mí, tu Dios, es de envidiar; incluso mis ángeles lo envidian. ¡Envidiadlo, criaturas de Dios, e imitadlo!