(…)
Yo.- Amado, al más amado; deseo preguntarte por el padre del Sr. Edon, de ochenta y seis años, que tiene miedo de quedarse solo. ¿Hay algo que podamos hacer por él?
+ Sí, hijos míos; decidle que rece esta oración, que ahora os digo. O él, u otra persona por él, e instantáneamente, su miedo desaparecerá.
Que rece así, y se signe primero con agua bendita:
“Quien tiene a Dios, no teme a nada ni a nadie. Dios es el Escudo, la Paz, la Luz. Ven Dios mío, acude a mí (…), (o en vez de mí, decís el nombre de la persona), que yo te amo. Eres mi Dios, mi amigo, mi hermano, el Dios Uno y Trino, el Dios de mi Santa Iglesia Católica. Amén, amén, amén.”
Y os digo que el temor desaparecerá de mi hijo, y Yo, Dios, acudiré presuroso, y le acompañaré físicamente. Es cierto. Lo sello.
Oración sacada de las Revelaciones 18, del libro 3 titulado; DANDO LA MANO A DIOS.