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Revelaciones 75

… rezo… (9:33) a (10:42)

 

Yo.- Amor mío, yo te pido, por favor, que contestes a todas las preguntas que me hizo ayer, para Ti, mi amiga tan amada.

+ (Sonríe con dulzura infinita, con amor salido de su Corazón). Pon atención, niña mía, que Yo, Dios, te aclararé los temores, y mis palabras verdaderas, te devolverán la paz, y la dicha brotará en tu rostro, y tu tristeza será alegría, mi niña, a la que Yo, Dios, amo con locura. Prepara tu corazón, amada hija, que Yo, Dios, abro mis labios y te digo:

Tu esposo te ama, te ha amado siempre. Y en el verdadero amor, hay fidelidad. Así, que Yo te digo, y escucha bien la voz Del que no miente jamás, ¡jamás!:

La fidelidad de tu esposo ha sido constante. No dudes, mi niña, mi amado hijo, siempre te ha sido fiel. Es la única verdad, es la verdad de Dios.

Tu miedo te llevó a los celos, y éstos, a la ofuscación de los hechos.

Y ahora que sabes la verdad, de mi boca, Yo, Dios, ¡te exijo!: humíllate ante tu esposo y pídele perdón.

¡Es lo mínimo que puedes hacer, después de tantos años de error!

¡Deseo Yo, Dios!, que te arrepientas ante él, de dudar de su integridad.

Mi amado hijo, es un hombre de palabra.

Diles a tus hijos la verdad. No te avergüences, amada niña mía, de tu error.

Yo, Dios, te exijo lo subsanes de inmediato, hoy mismo, y te entregas a sus brazos.

Él, te ama, ¡te ama! Te ha amado ¡siempre! Se casó por amor, contigo, amada hija. Te eligió entre todas las mujeres, ya que le robaste el corazón, niña mía.

Y, créetelo, ya que Dios no miente. No puedo mentir, ¡soy Dios!

Humíllate ante tu esposo, y haz de compañera fiel.

Deja que él decida los asuntos importantes de la familia.

El marido es la cabeza, la esposa es su compañera.

Y te añado, que mi hijo, hace poco que vino a confesarme sus pecados, y si dejó de asistir a misa, fue por su orgullo, por no tener tú, fe en él.

Mi hijo, tu esposo, es digno de tu amor y de tu obediencia.

No te importen los demás, ni tan siquiera tus hijos; te debes a él, a tu esposo.

Por mi sacramento matrimonial, sois los dos un solo ser.

¡Únete tú a él, como es tu deber de esposa!

Yo, Dios, te encarezco a que lo cumplas. No vayas a ningún psiquiatra; lo que necesitas es arrojarte con cariño en los brazos de tu esposo, y darle a él el mando de tu vida.

Él te ama y te cuidará, con su gran y auténtico amor. Ahora no puede hacerlo, ya que le tienes miedo, por creer que te fue infiel. Y repito, ¡¡no es cierto!! Que quede escrito, que todos lo sepan: Mi hijo, jamás adulteró, y ama a su esposa con verdadero y fiel amor.

A tu otra pregunta, mi amada niña, mi bonita hija, a la que tanto amo, te diré: Sí que tienes fe, hijita mía. Lo que ocurre, es que estás insegura de todo, por ser tan sensible, y esa sensibilidad a flor de piel, que tienes, te hace insegura. Habla de tus temores, con tu esposo; que sea él, como tu confesor. Pídele consejo y ayuda, incluso en las cosas espirituales. Por vuestra santa unión sacramental, vuestros espíritus se unieron, y al unirse los dos al Mío, tenéis el don de la ayuda mutua.

¡Pídele consejo a tu esposo! Es el deseo de tu Dios. Eres suya.

¿Entiendes bien lo que Yo, Dios, quiero decir? La esposa es del marido; así lo dispuse Yo, Dios, y es lo natural.

En cuanto al miedo que tienes, sentencio que se te pasará, si pides perdón a tu esposo, te arrojas en sus brazos, y que él guíe tu vida. ¡Hazlo así, hija mía! Y reirás de dicha y serás feliz, y darás la felicidad a los tuyos. Obedéceme y lo verás.

En cuanto a lo que me pediste, de tus amados hijos, a los que Yo, Dios, amo con auténtico delirio, te ordeno, fíjate bien lo que Yo, Dios te digo, te ordeno, con todo mi gran cariño que siento por ti, mi niña, que en los asuntos de sus casamientos, no digas ni una palabra; son ellos los que se casan y casarán, y deben decidir por sí solos. No les empujes, niña mía. Sólo ellos deben elegir.

Piensa, amada hija, que serán ellos los que deberán cumplir fielmente con sus deberes matrimoniales, y en ellos está el de la procreación. Tienen que casarse, enamorados de verdad, como lo hiciste tú. Y sólo lo saben ellos en su interior. ¡No pienses en la otra parte elegida!, debes fidelidad a los tuyos, y la fidelidad es confianza. Confía en ellos. Yo, Dios, los amo y los dirijo a través de mi Espíritu, a la persona en que los tengo predestinados desde antes de formar el universo.

¡Confía en Mí, soy Dios!

Tú, reza y déjales libres. Repito, libres.

Cuando dos personas se casan, se casan uno al otro, no con los padres o hermanos o cuñados.

El casamiento es entre dos. Y no deseo, que por influencia de terceros, se interrumpa la ley natural. ¿Cuántos y cuántos padres, lloran por no respetar la libertad de sus hijos? Yo no deseo que ocurra. Cuando Yo, Dios, digo que sois libres, es que se puede ser, y tenéis que serlo, y lo sois.

Amada mía, mi amada hija, sé humilde y piensa más en Mí. Ten fe. Yo, Dios, te amo y resuelvo todos tus problemas.

Acude a tu esposo, sincérate con él, y, amaos toda la familia. Yo, Dios, desde lo alto del Cielo, os bendigo con todo mi amor, hijos míos de mi enamorado Corazón.

Y ahora contestaré Yo, Dios, a la pregunta de mi hijita linda, la madre de mi niña:

Bonita mía, te espera un Cielo Eterno. Tu fe, tu amor a Mí, te lo dan.

Has comprado con tus obras y oraciones, el Descanso Eterno en los brazos de María Reina, Reina y Señora de mi Cielo. No temas, que Yo, Dios, te espero con los brazos abiertos, y te daré tantos besos como tú, amada, me has ido dando todo este tiempo terreno. Serás feliz, dichosa para siempre, y con el tiempo, irán llegando a nosotros todos tus seres amados, por los que ya rezas; tus oraciones están suspendidas en el Cielo, y Yo, Dios todopoderoso, las tengo siempre presente. ¡Te amo, hijita mía, oh mi amada! Tu vida y la Mía, vivirán la Eternidad Infinita. ¡Lo sello, Yo, Dios de amor!

Primavera, hija mía, llama a tu amiga, y que Fuerza le lea lo que he escrito para ella, y luego le mandáis una copia por carta. ¡Gracias, amados!