Saltar al contenido

Revelaciones 73

Viernes, 9 de febrero de 1996… rezo… (9:50) a (10:41)

 

+ Yo Dios, deseo decir unas palabras de infinito amor, para mi amadísima hija (x), y a mi amadísimo hijo (x), en el día en que recibirán mi santo sacramento matrimonial. Yo, Dios, digo:

 

A (x) y a (x)

Hijos míos, tan amados

que os engendró mi deseo,

el deseo de Dios,

que gracias a la mediación

de vuestros amados padres,

visteis la luz,

y con ella recibisteis

el don de la vida.

 

Yo, Dios, soy:

el Camino, la Verdad y la Vida.

Quien permite le de mi amor,

lo sacio de alegría,

y andando mi camino de la verdad,

lo acompaño toda la vida,

hasta la Vida Celestial.

 

Amados (x) y (x),

¡mirad mi mano extendida!

Yo, Dios, ¡os la doy!

Vosotros, agarraos a ella,

y vuestro santo matrimonio

andará la Senda Eterna.

 

¡Os amo! ¡Os deseo!

Y si andáis Conmigo,

os doy el Cielo en la tierra.

 

El día de vuestra unión,

cuando el sacerdote os bendiga,

estad atentos, hijos míos,

ya que Yo mismo, en Persona,

el Dios que os ama y os respeta,

os daré mi bendición,

y con ella, os doy

una vida llena de recompensas.

 

Vuestro amor aumentará de día en día,

y por mi mediación, tendréis gozo,

¡alegría!

 

¡Servidme, hijos míos!

Si os amáis uno al otro,

servís a Dios y a la humanidad.

 

Agradezco a vuestros padres

el haber abierto vuestra vida.

Y recordad, hijos míos,

que hay varios rostros amados,

a los que deseo deis vida.

 

Os amo, hijos míos.

¡Saciaos con mi amor!

¡Dad el vuestro, a vuestro Dios!

 

+ Fuerza, Primavera, os pido hagáis llegar mis amorosas palabras, a mis amados hijos (x) y (x), como regalo de su Dios que tanto y tanto los amo. Gracias, instrumentos míos.

Yo.- Amado mío, mi Dios a quien tanto amo, deseo decirte de corazón, que no me importa todo lo que me atormenta Satán, ya que las palabras que oí ayer, valen por un instante de padecer. Cuando me llamó por teléfono la señora Soliz, y me dijo con voz alegre, contenta e ilusionada, que después de confesarse y comulgar, se ha ido encontrando cada vez mejor, que de siete cápsulas al día de un calmante, ahora sólo le dan dos, que la dosis de otras pastillas de calmantes, también ha bajado mucho, y que incluso de la dosis de morfina, ya sólo le dan la mitad; cuando, con infinita alegría, me dijo que deseaba que hiciese mejores días, para poder asistir a tu santa Misa, y que está ¡tan contenta!… Ella que no pensaba pasar de este año, y que ya se había despedido de todos sus familiares y amigos, y que ya había arreglado sus asuntos; ¡está tan enamorada de Ti, Dios mío! Yo sólo sabía repetirle como un lorito: “Alabado sea el Señor… Demos gloria al Señor… El Señor jamás nos abandona… Demos gracias a Dios”. Y te doy las gracias, Dios nuestro, por lo muchísimo que nos amas. ¡No me importa que Satán se ensañe conmigo! ¡Tú sigue utilizándonos como instrumentos tuyos! Fuerza y yo, estamos agradecidos por todo tu amor. ¡Ámanos! ¡Que todo el mundo sepa de tu amor por todos! Y yo os lo grito: “¡¡Dios nos ama, nos ama!! Vaya suerte, ¿no?”

+ (Se sonríe largamente). Tus palabras, amada Primavera, me han llenado de gozo, y por ellas, derramaré aún muchos más milagros de los que tenía previstos. ¡No te asustes, mi niña!, y sigue, seguid amándome y glorificándome.

Si vosotros, siendo imperfectos, dais, ¿cuánto más daré Yo, Dios, siendo perfecto?

Yo.- Lo que me entristeció y me hizo sentir tonta, fue el rechazo del sacerdote Fess, para el milagro que Tú, Dios mío, querías dar a su madre, enferma. No lo aceptó. Dijo que se lo pensaría, y, si acaso, nos llamaría. Y me enfadé, ya que aquella tarde, no me encontraba nada bien, y por Ti, por obedecerte, me fui con mi esposo a X. Y todo mi sacrificio fue inútil, ¡inútil!

+ No lo creas, hija mía, ni tú tampoco, amado Fuerza. Mi amado hijo Fess, le dio de beber a su madre, agua de Lourdes, que él ya tenía, y me pidió con fe y amor, que mi milagro se cumpliese, igual que si fuera la misma agua que os rechazó. Y Yo, Dios, por mi amor, por su amor, por su fe, y por la intervención de mi Madre santísima, y además, por las oraciones que me habíais rezado, obré en mi hija mi santo milagro. ¡Lo sello, Yo, Dios! Nada de lo que hacéis o hagáis por Mí, por Dios, se pierde, ni se perderá. Tenedlo eso muy presente. Yo, Dios, lo controlo todo, ¡todo!, y el mundo gira bajo mis ojos, los ojos de la divina Providencia, que tanto y tanto os amo, y os comprendo a todos. ¡Sed todos bendecidos por Mí!