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Revelaciones 55

Sábado, 18 de Enero de 1.997 Rezo…      12:05h. a 12:59h.

Yo.- Amada Mamá: “Y el Ángel del Señor anunció a María”.

* Y, yo, María, dije sí en mi Corazón, y sentí en mí, la santa ilusión de la felicidad completa, al darme totalmente a Dios, a mi Señor, al que sería y fue mi Hijo, por su amor al mío, que me eligió, y pude, por su santa Voluntad, darle mi sí total. Y fui feliz, y soy feliz y seré feliz.

Yo.- Amada Mamá: “Y concibió por obra y gracia del Espíritu Santo.”

*Oh, Esposo amado, oh Cáliz perfecto, que por tu Voluntad, yo, María, soy Santa, y me llaman bendita; ya que Dios me bendijo con su honor de ser mi Hijo, ¡mi Hijo!, tan niño, tan indefenso, tan dulce y bueno; tan hombre, tan varonil y fuerte. Oh Jesús mío, cuánta alegría siento por ser Tú, Tú mi Hijo, ¡Don del Cielo! Te amo, te amo tanto, tanto, que mi amor sobrepasa la razón, el entendimiento humano. Y no cabe en mi Corazón, otra voz amada que no venga o provenga de tu santa Voluntad. Gracias, Espíritu Santo, por ser mi amado Esposo, por venir a mí la fuerza del poder Divino, de la obediencia a mi singular sí, el sí de María Virgen y Madre de Dios, ¡del Amor!

Yo.- Amada Mamá: “El Hijo de Dios se hizo hombre y habitó entre nosotros.”

+ ¡Yo Soy! Éste que nació de la más bella mujer de toda la Creación, la más hermosa, la que me robó el Corazón de Dios, y la elegí por Esposa, por Madre, y es mi Hija, ¡Santa María! Y viví como hombre y sufrí como hombre, sin dejar de ser Dios, el que Soy, el que Fui y Seré. Venid todos a Mí, a Dios, que por el poder todopoderoso de mi amor, por ser amor de Dios, del Creador, creé en la excelsa María, a la mujer perfecta, a la belleza culminante, a mi Madre. Oh María, Madre mía, Yo, Dios mismo, me arrodillo ante ti, por haberme dado el sí. ¡Que el mundo sepa que Dios, en total y santa Unidad, se inclina ante la criatura más singular, la que fue toda humildad, todo corazón, toda pureza: ¡ésta es mi Santa Madre buena! Buena por sí misma, ya que razonó libremente y me entregó dócilmente su voluntad; que sujetándose a la mía, ¡me dio vida! Y si vivo aún hoy, Yo, Jesucristo, Dios, es gracias a María, a Ella. Ella es y será, la Madre de la eternidad universal, de Dios en santa Unidad. Que clame el Cielo y la tierra: Si Dios se hizo hombre en sí mismo, en su Hijo, fue por Ella, la mujer buena: María Inmaculada. Oh, María, María, la mujer más amada. La Hija mía, de Dios; la Esposa mía, de Dios; la Madre mía, de Dios.

*Oh, Amor de mis amores, Esposo dulce, Padre santo, Hijo mío, te amo, Yo, ésta insignificante mujer, que por Ti, por vivir Tú en mí, por crearte en mi vientre, dejé de ser nadie, para ser tu Mujer, tu Madre. Oh, dicha mundial, de tener un Dios carnal, de tener un hermano Divino, Jesús; éste es mi Hijo, vuestro Dios, el Dios, Uno y Trino, el Dios que murió por amor a Sí mismo, a Dios mismo, ya que se obedeció y sufrió por lo mucho que nos ama; y por su amor, me salvó a mí, a su Madre, y a todos vosotros, de vivir en la oscuridad. Él, mi Hijo, me dio la posibilidad de la eternidad Celestial; si no hubiera sido por Él, yo, María, no viviría en el Cielo, ni vosotros tampoco. Hijos míos, os doy a mi Hijo, ¡seguidlo!; y Allí, donde está Él, estaréis vosotros, los que queráis libremente venir. Yo, María, vuestra Madre, por ser la Esposa de Dios, os espero en el Cielo. Sólo debéis repetir en vuestra vida, el Ángelus; y ser sus libres esclavos, llenándoos de su Gracia, por vivir sin pecado, y dándolo al mundo, por las obras de vuestro amor al suyo.

Esto es lo que hicimos, San José y yo, María, y si lo hicimos nosotros, es que puede hacerse; todo lo que ha hecho una persona, puede hacerlo otra.

Esta es la verdad que se os oculta, y por no saberla, vais viviendo en tinieblas. Yo, María, soy la Luz, por ser Madre de Ella, de la Luz más perfecta. Y todo lo que os digo, es verdad. Vosotros, cada uno, podéis adquirir la santidad. Mirad, analizad a mi amado esposo San José; un hombre que obró por la fe, la fe en Dios, en lo que no vio, hasta que concibió en mí, en mi virginal interior. Y cuando nació, se ocupó de Él, y le dio todo, todo su ser, su vida, sus sentimientos, lo que era José. Vosotros, todos, podéis, si queréis, hacer como San José, y las obras de la fe.

+ Aquí termina mi libro, “San José y las obras de la fe”. Y el próximo título, que Yo, Dios, te dictaré, se llamará: “La Iglesia del Papa, la única Iglesia de Dios.”