Martes 12 de marzo de 1996… Rezo… (17:03 h) a (17:22 h).
Yo.- Oh, oh, no sé cómo decírtelo Dios mío… ni de rodillas, ni completamente tumbada en el suelo, y aún no estaría lo suficiente humilde para darte las gracias. ¿Qué puedo hacer? ¿Cómo decirte que te amo, que te quiero y que no soy nada, pero que te doy las gracias?
Oh, Dios mío, acabo de beber el agua de Lourdes, y ¡sí!, he sentido tu milagro, y he llorado de amor por Ti.
Ha sucedido así: Me la he bebido y, a los pocos instantes, me ha entrado como un amoroso sueño, lleno de paz, que me ha empezado por la mente; ha pasado por toda mi cabeza, y ha continuado por mi cuerpo y mi columna vertebral, y ¡zás!, ya no sentí dolor, sólo amor, amor, ¡amor! Me llené de tu amor y de tu paz.
Y yo te amo ¡de verdad!, ¡de verdad, muy de verdad!
¿Qué deseas de mí? Soy toda tuya, Dios y Señor mío, el Dueño de mi amor. ¡Te amo! ¡Sí! ¡Sí! ¡Sí!
+ Y Yo te amo a ti, Primavera; eres la amada hija de Dios, del Dios, Uno y Trino, del Dios que creé el mundo, del Dios que redimí el mundo: ¡Soy Dios!
Soy el que soy, y, ¿quién soy? Soy el que todo lo puede, el más grande, el más poderoso, el infinitamente hermoso, por tener todo el bien, por ser todo el bien, por poder dar todo el bien.
Y… ¡os lo doy! (Su voz es solemne, clara, llena de amor y omnipotencia: ¡es Dios! ¡Dios!). Sí, soy Dios; el Dios que os ama, el Dios que desea vuestro amor.
El Dios que os espero en el Sagrario:
¡Venid a verme!
Yo, os deseo.
Estoy anheloso de daros mi amor.
Pedid, pedid hijos míos, y os daré; os doy.
Lo puedo hacer, y lo hago.
Derramo mis milagros por mi amor.
Te amo, Primavera; Yo, Dios, te amo. Puedes ponerte en pie. Yo, Dios, te alzo, por tu amor al mío, al amor de Dios, y te beso. Gracias, amada criatura de Dios, ¡gracias!