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Revelaciones 38

Miércoles, 11 de Septiembre de 1.996   Rezo…      12:10 h. a 13:50 h.

+ Es bueno y valioso a mis ojos, a los santos ojos de Dios, que améis y honréis a vuestra tierra natal.

Pero amar y honrar, no es folklore ni habladurías, ni gallardías; amar y honrar, es cuidar y trabajar.

¡Que se vea vuestro amor, por los frutos del trabajo honrado, laborioso, constante, disciplinado!, y que sus beneficios sean para toda la tierra.

Eres individual, mas, no deseo que seas individualista.

Hijo mío, la tierra te pertenece, no por los conquistadores o los reyes, sino porque Yo, Dios, la he creado para todos vosotros, sin discriminación, para que, con ella, me sirváis y podáis alimentaros y llamaros hombres individualmente libres.

Jamás, jamás seréis colectivamente libres, ya que la libertad de uno, sojuzga a menudo, por sus intereses, a los demás.

Repito, es bueno gocéis, améis y trabajéis la tierra, mas, no luchéis jamás, jamás, por la tierra. Lucha con ella. Luchad para sacar su riqueza, pero no permito, ni permitiré jamás, que la tierra sea vuestro dios. ¡Vuestro Dios, soy Yo!

¿Lo recordáis? ¡Recordadlo!

Y os digo a vosotros, sacerdotes malos, perversos, idólatras: Amadme a Mí. ¡Soy Dios! No ames a la tierra más que a tu Hacedor. Y dame el fruto de tu labor; que tu trabajar en la tierra, es rendirme almas, purificar almas con la confesión. Sembrad la fe, en y con mi Palabra, con la Santa Palabra de Dios, y con tu trabajo, con el Sacrificio de la Santa Misa. ¡Esta es tu única y sagrada labor!

Tu tierra, sacerdote Mío, es la Eucaristía. Tu tierra, es lo espiritual, jamás lo físico.

Deja a los laicos, el trabajo de la tierra de labor. Y vosotros, laicos, no os pongáis al trabajo de sacerdotes; es un trabajo santo, para mis hombres, los hombres que han recibido a Dios, en el santo sacramento del sacerdocio.

Los laicos, trabajad el suelo; los sacerdotes, trabajad el interior de los hombres, hacedlos santos. ¡Este es vuestro trabajo! Trabajo de hombres, jamás de mujeres.

¡No deseo mujeres sacerdotes!, quiero mujeres santas, mujeres que me rindan su trabajo de amor, dando, las casadas, amor e hijos del varón, del esposo, por santo sacramento matrimonial; Las solteras, con su amor al mundo en general. Amor, que da frutos de oración, de trabajo, ¡de santa santificación!

¡Sí, eso es lo que deseo Yo, Dios!

Yo.- Hace tiempo que quería preguntártelo, Dios mío: ¿Es lícito matar cuando se está en guerra?

+ Sólo es lícito a mis ojos, a los ojos de Dios, matar para defender y preservar la vida; jamás para nada más; ni por la tierra, ni el fruto de ella.

Yo.- Y… ¿qué ocurre con los invasores?, ¿los soldados?

+ Éstos van contra mi sagrado quinto mandamiento, y mi mandamiento es claro: ¡No matarás!

Yo.- Pero… ¿Y si los obligan, los Estados, a ir a la guerra?

+ Son reos del castigo del quinto mandamiento: ¡No matarás! Y son castigados con el Infierno eterno.

Yo.- ¿Es esto justo, Dios mío?

+ ¿Es justo matar? ¿Es justo invadir otra tierra y matar por ella? Sólo es justo matar en defensa de la vida. Yo, Dios, juzgo y soy justo.

Yo.- ¡Es terrible!

+ Es terrible que, aún hoy, no sepáis que todos y cada uno sois libres.

Yo.- Así que es lícito desertar para no ir a la guerra a matar.

+ Es lo verdaderamente lícito a mis ojos. Y es lo que os hace dignos del Cielo eterno, aunque el Estado os castigue, aunque os mate u os mutile; es lo amado por Dios, es poner en práctica mi segundo gran mandamiento: Ama a tus semejantes, como a ti mismo.

Yo.- Tu doctrina, Dios mío, ciertamente es sólo para los hombres libres, fuertes, luchadores, y que en verdad te aman sobre todas las cosas.

+ Yo sólo deseo lo puro; lo tarado, que se lo quede el mundo, y más tarde que vaya a Satanás, al rey de lo impuro.

Yo sólo te quiero, si tu corazón me pertenece verdaderamente. A Mí, a Dios, no me podéis mentir con eufemismos, medias verdades, o hipocresía.

A Dios le corresponde lo santo, lo perfecto, lo de una sola pieza; y esto es lo que tengo en los Santos, en los benditos de Dios, que viven en el Cielo.

Primavera, hija mía, no te he engañado jamás. Ser santo, es ser héroe; lo demás, es engaño mundano.

Os podéis engañar unos a otros; mas, aún no ha nacido, ni nacerá jamás, el que engañe Dios.

No te pongas triste ni pesimista, ¡se puede ser santo!, ¡puedes ser santa!, ¡tienes que ser santa!

La fe te ayuda, es la fuerza hidráulica; luego, la obediencia a mi Ley, a la ley de Dios; y los sacramentos, son el alimento de la fe, de la fuerza del amor.

Podéis ser santos, ¡podéis ser libres!

¡Aquí estoy Yo, Dios!, y aquí Conmigo, está nuestra Madre, María Inmaculada.

Y cada uno tiene un ángel, y cada uno tiene a varios hermanos en la fe y en mi amor; ¡no estáis solos!

El Santo Padre vela por vosotros, por nuestra Iglesia, ¡por ti!, ¡por vosotros!

No estáis solos… no estáis solos… no estáis solos… no estáis solos…

 

Rezo… 14:19 h. a 14:28 h.

Yo.- Les he comentado a mis hijos mayores lo que me has dicho, Dios mío, sobre la guerra. Y me ha dicho Bondad: «¿Y tú dices que va mucha gente al Cielo?» (Ese tú, es a mí, a su madre).

+ Es verdad, Bondad, no van muchos al Cielo Eterno. Procura y trabaja para que tú seas uno de ellos. Mas, también quiero decirte, hijo mío, mi gran apóstol Bondad, que mi misericordia es infinita, y Santa María comparte el amor de Dios por los hombres. Por lo cual, mi santa misericordia y el gran amor de mi Madre por vosotros, llena el Purgatorio de almas, que sufren por su falta de práctica para vivir en libertad en la tierra, sin miedo al qué dirán. Estas almas están agradecidas de sufrir interminables billones y trillones de años, por el hecho de no ver totalmente perdidas sus ganas lícitas de felicidad Celestial. Mi compasión las aparta de Satanás, si ellas me piden perdón en el último momento de vida, aunque sea un soplo de amor por Mí, por Dios, y Santa María.

A todos los hombres, a todos, antes de morir, os doy la gracia de, tan sólo un instante, de recordar que Yo, Dios, soy Dios.

Tened fe; vivid en fe, amad con fe, trabajad por la fe, y la fe os da la santidad, y la santidad, os da el Cielo instantáneo.