Saltar al contenido

Revelaciones 31

Miércoles, 11 de Diciembre de 1.996   Rezo…

Yo.- Amado Dios, tengo una gran tristeza, ya que he comprobado que es cierto lo que nos dijiste, y eso me hace ver que realmente no podemos fiarnos de nadie, y que jamás podremos tener una amistad,  sin el miedo a la traición.

+ Hija mía, no seas tonta; la bondad es para Mí, para Dios, no para endulzar a los hombres.

Si tú eres buena Conmigo, y así lo eres, amada Primavera, serás buena con los demás, con todo el mundo, sin discriminación, ya que obrarás la bondad por vocación a mi amor, al amor de Dios, no por el bien o el mal de quien astutamente se acerque a vosotros para dañaros.

Y sigo diciéndoos, no os fieis de nadie, ya que algunos tienen la lengua muy suelta. Sujetar la lengua es la principal acción de bondad para Conmigo, con Dios.

El carácter perfecto empieza con un agradable tono de voz y discreción en el hablar.

Muchos pecados cometéis o hacéis cometer, por hablar demasiado.

¡Detened la lengua, y domaréis el temperamento!

Sed fieles a Mí, a Dios; no deis tanta importancia a los hombres, ya que si habláis tanto, es porque le dais demasiada importancia al otro.

Rezad, hablad Conmigo, con Dios. Yo, y sólo Yo, Dios, soy importante; hago y deshago a mi voluntad. Tened juicio y no malgastéis palabras con nadie, hacedlo sólo Conmigo, con Dios; que Yo, Dios, jamás me canso de oíros, lamentaros y quejaros. Y estas lamentaciones y quejas, si son lícitas a mis ojos, Yo, Dios, te las soluciono en el momento óptimo, ni antes ni después.

Sedme fieles, rezadme, y obtendréis lo que deseéis.

Mas te aclaro, amada Primavera, que esta amistad que anhelas, no la hallarás en esta tierra. Hazte amiga de Mamá, Ella no te defraudará jamás.

* Hijita mía, mi niña, Primavera, que siente en sí el desamor del mundo. Yo María, jamás lo sentí, ya que sólo viví para amar a Dios, y no tuve amigas, y era, sin embargo, amiga de todas las gentes que a mí acudían.

Mi esposo San José, aunque amaba mucho a Dios, a veces tuvo decepciones con los hombres; mas siempre acudió a mí, a María, y juntos, íbamos a Dios. Tú ven conmigo a Dios, y trae contigo a tu esposo, Fuerza, y a todos tus hijos, que Yo, María, os consolaré.