Viernes, 16 de febrero de 1996… Rezo… (10:36 h) a (11:13 h).
+ Acordaos, amados hijos, que Yo, Dios, dije a la mujer: “Y de ahora en adelante, parirás con dolor…”
¿Qué quiere eso decir?
Os lo digo Yo, Dios: que el deber de la mujer, es tener hijos; ése es su trabajo, para Mí, Dios, y para el mundo.
Y el trabajo del hombre, es sacar con dolor y trabajo, los frutos de la tierra.
¿Qué quiere decir eso?
Os lo diré, amados míos: que la mujer debe trabajar, dándome y cuidando de sus hijos, y el hombre trabajar, ocupándose del sustento familiar.
Y así es, en parte, mi orden, la orden a obedecer y cumplir en mi cuarto mandamiento.
¡No me cuidáis bien de la mujer!
La sobrecargáis de trabajo, ya que le pedís, la sociedad actual le pide, que cumpla con el deber del hombre y la mujer, en ella misma.
Y eso es imposible.
Repito Yo, Dios, es imposible de cumplir.
Si Yo, Dios, lo dispuse desde el principio, de la mejor forma natural, no me vengáis a cambiarme las palabras.
Yo, Dios, sigo siendo el mismo, el que fui, el que soy, y el que seré. Y no me contradigo jamás; mi verdad es la misma en todos los tiempos y lugar.
¡Me estáis manipulando a la mujer!
La hacéis ir contra su misma naturaleza, y por ello, acaba histérica.
No se puede servir a dos señores a la vez, a sus hijos y esposo, y a su trabajo, ya que una de las dos partes, debe pasar a segundo término.
Una reina es sólo reina, y una esposa es la reina de su hogar.
Hijos míos, tan amados, os habéis creado demasiadas cargas sociales, y, por ellas, manipuláis a la mujer.
La mujer no es un objeto, es una hija de Dios, ¡mi hija!
¿Qué desea el hombre, para compartir la vida?
¿Un igual, o una compañera?
Yo, Dios, os di a la mujer por compañera. Y, ¿qué es la compañía? La compañía es estar juntos, y, si la esposa trabaja como el esposo, las mismas horas, no están juntos, ya que uno está aquí, y el otro allí, y cuando se encuentran, por su naturaleza, que Yo mismo, Dios, creé, ellas están doblemente cansadas, y el cansancio trae nerviosismo, y el nerviosismo mal humor; y en el mal humor, no hay dulzura, y la esposa ya no es compañera, sino una “fiera”.
No os asustéis de los términos que, vuestro Dios, utilizo, ya que deseo hacerme entender con sencillez.
Mi mundo terrenal, fue perfecto; luego, por mi maldición, por la maldición de Dios a la desobediencia, llegó la imperfección.
Pero cuando Yo, Dios, creé al varón y a la mujer, aun era perfecto, y Yo creé a la mujer, para compañera del hombre.
¿Qué quiero decir con esto, hijos míos tan amados? Que la perfección en la mujer, su trabajo, su deber, es ser, y hacer de fiel compañera de su hombre, de su esposo.
Debe, como compañera, acompañarlo.
Y, ¿qué ocurre con el que acompaña? Os lo diré: el acompañante se somete a la voluntad y obediencia del que acompaña, y éste cuida y protege a su acompañante, por el hecho de acompañarle, ya que lo hace por compañerismo, no por obligación, acompañarle.
El hombre debe cuidar, proteger, y mandar a su compañera.
Y la mujer debe obedecer, servir, y seguir a su marido.
¿Cómo obedece la mujer?
Si el hombre y la mujer se casan, ¿qué cambia en ellos?
Os lo digo, hijos míos: Cambia, que de dos seres, forman un solo ser, no sólo espiritual, sino carnal.
Y en la unión de la carne, a la que se le añade el espíritu, está la creación de los hijos mutuos.
Entonces, ¿cómo obedece la mujer?
Pues, permitiendo y deseando, la unión carnal, para cumplir con su deber natural, de la procreación.
Y sirve al hombre, permitiendo y deseando, la semilla del varón, que hace posible la vida, dentro de sus entrañas.
¡Ése es su deber natural, y mi voluntad divina!
Si no se cumple con él, se va en contra del cuarto mandamiento, que está penalizado, por mi justa justicia, con las llamas eternas del Infierno.
No creas, amada Primavera, que soy injusto y duro, es la verdad de la naturaleza, la verdad de Dios, a la que todos mis hijos, sois libres de seguir. Yo, Dios, os la di, por vuestra felicidad, ¡sí!, ¡felicidad! Y quien desee ser feliz en esta vida terrenal, y luego, la Eterna, debe obedecer, cumplir, a pesar de los devaneos de la sociedad, que es manipulada por Satán.
¡¡Dios os ha hablado!!