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Revelaciones 19

Miércoles, 19 de Marzo de 1.997        Rezo…    10:55h. a 13:06h.

Yo.- ¡Te amo, Amor y Dios mío! ¡Te amo tanto, tanto! Oh, como te quiero. Sí. Te quiero. Es decir, quiero que me ames.

+ Yo, Dios te amo a ti, criatura mía. Te amo y te necesito, ¡a todos, criaturas mías, de Dios, os amo y os necesito!

Y os llamo criaturas, ya que vosotros me queréis como al Dios creador.

Cuán maravilloso es para Mí vuestro amor, vuestra vocación; no hay amor sin vocación.

Dime, Primavera, lo que me comentaste. Hoy deseo que lo apuntes y se haga público tu amor y vocación.

Yo.- Te decía, Amor mío, que si tengo todos los hijos que deseas de nosotros, de mi amado esposo Fuerza y míos, no pienso en si son muchos o pocos, ¡no pienso nada! Sólo que se cumpla Tu voluntad y yo sea fiel a mi deber. Yo sólo estoy pendiente de mirar adelante. Y cuando veo a mis amados hijos, no los veo a montón, sino uno a uno, y cada uno me llena el corazón. No me planteo nada, ¡nada! sólo el cumplir con Tu voluntad ¡Con mi deber!

+ Así hacen las criaturas que me amáis como a lo que soy, al Dios de dioses, al único Dios, al perfecto Dios, que creó, que creé todo lo que veis, y que creo lo que pienso.

Mi fuerza de pensamiento es la acción misma, la creación perpetua, ya que creo y cuido lo creado: como vosotros los hombres, que debéis crear y cuidar de lo creado.

Amada Primavera, anota la carta que te ha escrito hoy, con motivo de una fecha señalada para ti, tu hija. Y que es el sentir de todos y cada uno de tus hijos, sin exclusiva. Todos te aman por igual, como a la madre creadora de su ser y educadora de su alma.

Cuan sublime es el trabajo de educar almas. Es lo que hacen los padres, es lo que hace la Iglesia Santa, la Santa Iglesia Católica, Apostólica y Romana, ¡la mía! La del Dios Creador, el que creé el mundo y aún hoy, ahora, estoy en ello, ya que todo en Mí, en Dios, sucede en el mismo momento. Para Mí, no existe el tiempo.

Imaginaos varios sucesos vuestros que os hagan felices y que habéis vivido en distinto tiempo. Pues, imaginaos que los vivís y sentís el goce y felicidad que os dieron, en el mismo tiempo, en todo el tiempo; pues eso es lo que sienten los que están viviendo Eternamente en el Cielo, ¡la felicidad, el goce constante y perpetuo!

¿No es maravilloso el vivir en el Cielo?

Allí no hay recuerdo del dolor, del mal. Allí sólo existe lo bueno en todo momento. Eso es el Cielo.

¿Queréis venir Allí, a ser todo el tiempo, maravillosamente felices?

Pues amadme como al Dios Creador que soy. Y sed libremente y por amarme, mis fieles criaturas, y vendréis. ¡No dudéis de Mí, de Dios, que es pecado grave dudar!

¡No miento jamás! ¿Para qué voy a mentiros?

Ya os demostré, hijos míos, que Yo, Dios, también supe morir por ti. No son todo palabras de Dios, mías, sino que hay los hechos de Dios que hablan de mi amor, de lo que os amo, y que no os ignoro a ninguno.

Fíjate. Incluso cuando hablo a través de Primavera, hablo muchísimas veces en plural y sin discriminación de sexos, ya que es verdad, es cierto que cada uno de vosotros, ¡de ti! Sí, de ti me tiene robado el corazón. Y aunque, de momento puede que tú no me ames, o me ames poco, o no lo suficiente como Yo, Dios quiero: Yo, Dios, a ti te amo lo mismo que a Primavera, y a ella, la amo igual que a ti.

¡Yo, Dios, amo igual a todos y a cada uno de vosotros! Con la misma locura que me hace seguir derramando maravillas al mundo, ese mundo que es también tuyo, ya que te lo di porque sí. Y porque sí, dame tú, tu sí a admitir mi amor.

¡Admite que te amo! ¡¡Admítelo!! Ya que es cierto. ¡Yo no miento jamás!

Yo.- Anoto la carta (una de las cartas) que me ha escrito un hijo mío, al que tanto amo, como a cada uno, ¡a cada uno, sin discriminación, y a cada uno locamente! Ah. Me doy cuenta que estoy amando “como” Tú, Dios mío nos amas. Pues debes amarnos mucho, ya que yo por mis hijos haría locuras. De verdad.

+ Pues añádele que al ser Yo, Dios Amor, sin mancha de mal, amo perfectamente, y que además soy Todopoderoso. ¿Verdad que no hay nada como mi Amor?

Yo.- Es verdad Dios mío. Lo veo al comparar el mío por mis hijos. Y sí, ¡es cierto! No nos engañas. Y es verdad que sólo deseas que te amemos, ya que yo sólo deseo que mis hijos me amen y por su amor me respeten; yo les dejo libres. Bueno, yo no soy como Tú, Dios mío. Yo, en verdad, quiero dejarlos libres. ¿Tú crees, Dios mío, que los dejo libres?

+ Sí, hija mía, tú haces como Yo, Dios. Tú, por amarme a Mí, les pides unas cosas que son buenas y son para el bien y la unidad de la familia. A veces, te descontrolas y te enfadas demasiado, dejando la prudencia, y esto te perjudica y me perjudica, pero Yo, Dios, que todo lo veo, sé que realmente tu deseo es dejarlos libres. No te preocupes, sabes acudir a pedirles perdón y ellos aprenden por tus hechos a ser humildes y sinceros, y a admitir sus errores, acudiendo, como haces tú, a pedir perdón cuando hace falta.

¡No sois perfectos! Y es bueno que lo sepáis, ya que a veces, hay hijos míos, que empiezan con muchas ganas su camino de santidad, pero al fracasar en algo, eso los desalienta y acaban por decir: “Es inútil ser santo.” Y dejan de lado sus buenos propósitos por no saber pedir perdón: que quien sabe pedir perdón, es el único que sabe ser santo, y es santo, ya que la santidad es llevada de la humildad, y la humildad es saber y pedir perdón, no sólo a los hombres, sino a Mí, a Dios, en la confesión ante un sacerdote que me representa.

Hay muchos que acuden a comulgar sin antes confesar: es como si después de dañar a un ser querido, a vuestro propio padre, fuerais luego a que os abrazase sin pedirle perdón, sin hablar del asunto, como si no hubiera existido el desorden, y eso es engañarse a uno mismo. Ya que te digo a ti; ponte en el lugar de este padre o madre ofendida por tu hijo que te ha dañado, pero que no ha sido un simple daño del que casi no te has enterado, sino que te dañó de verdad este hijo tuyo; que en verdad sabes de su ofensa, que te la hizo ante tus mismos ojos, ante tu presencia; (recuerda que Yo soy Dios y estoy siempre en todo lugar, y que tú, todo lo que haces o piensas, lo haces ante Mi presencia). Y te digo, hijo mío, hija mía, tú que eres ese padre, esa madre, ¿cómo recibirías esa indiferencia de tu hijo, de tu hija, que acude a ti haciendo teatro, ya que con orgullo y altanería, no te habla del asunto ni te pide perdón, pensando que tú no tienes sentimientos, que tu amor debe ser frío, ya que no te inmutas ante sus hechos? Debe pensar que eres tonto, tonta, o que estás tarado.

¿Dime de alguien humano que cuando le dañan, no le importa nada, absolutamente nada? ¡No existe este ser! Ni los animales son indiferente a las malas obras de los demás.

Pues Yo, siendo Dios, deseo que antes de acudir a abrazarme, me pidas perdón. Yo no soy ningún mineral, Yo, soy Dios. Y todo Yo, soy y estoy lleno del sentimiento perfecto del amor.

Pues, no me trates como si no tuviera sentimientos, y confiésate antes de acudir a comulgar.

¡Ah! Pero podría ser, que no creyeras que Yo, Dios mismo, Jesucristo, estoy en la Sagrada Hostia, y que sólo vas a comulgar como un rito, ¡para que te vean! Pues déjame decirte que Yo, Dios, también te veo, y existo y estoy vivo, y como tú, padre o madre, amo tu amor, como tú amas el que tus hijos te amen.

Y si les pides que se hagan la cama, por ejemplo, y no lo hacen, tú los ves y ellos no pueden negar que los has visto, que no han cumplido contigo, ya que has pedido algo justo y lícito; el que se ocupen y cuiden de lo suyo. Y esto es lo mismo que Yo, Dios os pido, ya que si meditas los diez Mandamientos y los cinco de la Iglesia Católica, verás y comprobarás que son justos y lícitos, ya que son cuidarse, ocuparse de lo vuestro, de vosotros mismos, ¡de y para ser felices!

¿O es que no deseas eso, ¡ser feliz!? ¿No es para lo que luchas? Pues, la felicidad está en lo bueno, en el bien.

Y lo bueno y el bien, están en la perfección; y la perfección constante es la santidad, y es pues, la santidad, la felicidad.

Aprende a pedir perdón y serás feliz, ya que es justo restituir lo injusto, y si has sido injusto, es justo pedir perdón.

Pídeme perdón, que soy un Buen, un Maravilloso Padre. Y si me pides perdón, sinceramente, con santa pureza, Yo, Dios, te perdono.

Te ha extrañado, Primavera, el que te dijera que puede uno ir, y debe uno ir, a pedirme perdón con pureza, ya que crees que al estar en pecado no tienes pureza. Y te digo Yo, Dios: la pureza que os pido es la total inclinación que debes tener, de ser mío: pero como eres imperfecto, es real el que vas a pecar contra Mí, aunque tengas esa total intención de pureza que te he dicho debes tener, y es esa misma pureza que te ayuda a ser humilde, y acudes por ella, por tus totales deseos de ser bueno, que esto es ser puro, a la reconciliación con la ofensa de no haber obedecido a quien tanto te ama: a Dios, tu Padre Celestial, tu verdadero Padre, ya que si existes es porque Yo, Dios, creé tu alma en la unión de tus padres. Pero si en su unión, no hubiera Yo, Dios, puesto tu alma, no existirías, ya que es el alma lo que os da la vida; es el alma la vida, por lo cual, cuando decís que morís, no morís, sino que vais a vivir con vuestra alma a otro lugar. Si por vuestro bien, al Cielo, si por vuestro mal, al Infierno; si por vuestra necedad y mi misericordia, al Purgatorio, antes de pasar al Cielo, para purificaros primer, es decir, coger pureza, ya que la pureza es lo que necesitáis para amarme sobre todas las cosas, y hasta que así no ocurra, no podéis verme; y Yo, Dios, en total Unidad, estoy en el Cielo. Cuando morís, me veis como a Dios Hijo, Jesucristo, que os juzgo y os sentencio, mas, a la Beatífica Trinidad, que es el Amor en Unidad, sólo podéis verme cuando venís al Cielo. Por eso, los puros son los que pasan de vivir en la tierra, al Cielo, sin tener que purificarse en el Purgatorio. Pero los santos, sólo son los que saben pedir perdón. 

Enseñad a vuestros hijos a pedir perdón, empezando con sus hermanos; unos con otros, y con vosotros. Que aprendan desde niños, y así les será fácil aprender a ser puros y acudir al confesonario, a pedirme perdón.

Enséñales a amarme, enséñales con vuestras obras, el amor. Eso es lo que os pido y quiero, Yo, Dios.

Yo.- Anoto la carta:

19 de Marzo de 1.997

¡Felicidades, mamá!

Te quiero tanto y tanto que estaría folios y folios repitiéndotelo sin cesar y con todo mi amor.

Cuánto te quiero, por ser tú mi madre, mi sol. Por tu carácter, por tu sonrisa, por tu intrepidez, por tu dulzura, por tu alegría, por tu fe en Dios y tu fe en todos nosotros, por lo muchísimo que nos amas, y por tantas cosas que amo de ti.

¿Qué haría yo sin ti? Tal vez nadie lo ha escrito nunca, pero yo voy a hacerlo y es lo siguiente: no existe mayor y más grande amiga para una hija que su propia madre, que con su ejemplo y sus palabras la va guiando.
¡Eres espléndida, maravillosa, te quiero tanto que lloraría…! Creo que no hay, ni existen ya palabras para expresarme ¡Te quiero, te amo y te adoro!
Felicidades querida madre, sé muy feliz, ya que yo lo soy siempre que estoy contigo.

+ Anota ahora, hija mía, lo que me decías después de leer el corazón, de cada uno de tus hijos, que es lo que está escrito en la anterior carta.

Yo.- Te doy las gracias, Dios mío, por ser cristiana, por ser católica, ya que es por eso que mis hijos me aman y me llaman bendita. ¡Yo sin Ti no soy nada! Y todo lo que tengo de bueno es por cumplir con mi deber. Creo que algo buena debo ser, cuando Tú, amado mío, me bendices con tanto amor; ya que, por el amor de mis hijos y mi esposo amado, veo el tuyo, ya que si me aman es por tu mérito. Yo, nada soy, si algo valgo la pena es por amarte, por tener tu amor en mi corazón, y éste mueve mi cuerpo a la acción. ¡Gracias, Dios mío, gracias, Mamá, gracias, San José! Continuad amándome, que es vuestro amor, el que me sostiene, y es por Vuestro Amor, que tengo el amor de mis hijos. ¿Qué haría yo sin Vosotros? Dios mío, bendice a mis hijos, y te pido ¡lo de siempre, que sean santos!

+ Te concedo tu petición, si ellos siguen viviendo en Gracia; si ellos siguen amándome, Yo les aumentaré, día a día, la fe. Y es la fe, la que los sella como fieles seguidores de mi Doctrina, la Católica, Apostólica y Romana. Y siguiendo el camino de Ella, uno se santifica, se hace santo.

¡Cumplid la doctrina del Papa, que es la Mía!

Id con cuidado, hijos amados, que muchos sacerdotes católicos son falsos y os dicen que ahora no es pecado; lo que siempre lo fue y lo que seguirá siendo siempre.

¡Mirad al Papa, él tiene mi Espíritu Santo! ¡Él es mi sucesor! Yo, Dios, estoy con él y estoy en su doctrina, en el catecismo. Todos podéis seguirlo, ¡todos!

Y Yo, Dios, digo, como ha dicho la hija de Primavera en su carta, Yo, Dios, también tengo fe en todos vosotros. Sé que todos podéis ser santos, si me amáis, si cumplís con el catecismo.

Acudid a mi ayuda.

¡Estoy vivo, sigo vivo y seguiré vivo!

Yo.- ¡Viva Dios en todos!

+ Eso es, que viva Yo, Dios, en ti, en todos. Sí, también en ti, ¡en ti! Y sólo eres tú, , quien lo decide.

Yo, Dios, vivo, y vivo en los sacramentos. ¡Ven a ellos y me hallarás, y viviré en ti!

                     

Miércoles, 19 de Marzo de 1.997 Rezo… 13:07h. a 13:32h.

Yo.- Amado mío, gracias por hablarme y por hacerlo durante tanto rato. Como hacía días que no me hablabas para “la pública”, sufría por si estabas enfadado conmigo.

+ No temas, hija mía, pero en el breve tiempo que hace que te hablo, he hablado contigo más que con otro ser humano que tenga mis locuciones.

Si hay algunos días que no te digo “cosas interesantes”, cosas para la “libreta” pública, no es porque esté enfadado, sino porque sigo con mi Providencia.

Todo es providencial para ti, amada mía, cuando vives amándome, y para darme gloria con tu vivir en Gracia.

¿Sabéis lo que es vivir en Gracia? ¿Qué es recibir una gracia? Es que os den algo que no esperabais.

Vosotros, por vuestra imperfección, no podríais ser siempre buenos. Si conseguís serlo durante más tiempo, es por los méritos de mi muerte en la Cruz, ya que por ella y después de ella, mi Padre os di a Mí, al Espíritu Santo, Dios, y estoy en los Sacramentos. Y a quien los va a recibir, y digo a recibir y no a buscar, ya que recibir es dar; y eso es, os lo doy. Pues, por mi regalo, el regalo de Dios, os viene la oportunidad de la gracia, es decir, de vivir en Gracia: de vivir Conmigo, con Dios, que vivo contigo por vivir tú sin pecado. Y donde estoy Yo, todo es bueno, todo es para un bien.

Yo, Dios, también sufrí y padecí; por eso, si sufres y padeces estando en Gracia, es providencial, ya que aunque sufras y padezcas, Yo, Dios, estoy contigo, por vivir tú sin pecado y haber comulgado.

La gracia, el estar en Gracia, es estar Yo, Dios, contigo; y estando contigo, controlo tus acontecimientos, que Yo, Dios, los comparto contigo por vivir y estar siempre contigo, al tú vivir en Gracia, por estar limpio de pecado al haberlos confesado. Y después de confesar, os doy mi Gracia, es decir, me doy Yo, vengo Yo, Dios, a estar, a vivir contigo, todo el rato, todo el tiempo, en toda circunstancia y lugar.

¡Yo, Dios vivo, estoy contigo!

Ven a buscarme.

Ven a buscar mi Gracia, y estarás, vivirás en Gracia; es decir, Primavera, que Yo, Dios vivo, estoy contigo.

Yo.- Me agrada que estés conmigo, que vivas conmigo. ¡Me iré a confesar siempre, siempre! Para que no dejes nunca de vivir en mí.

+ Así lo quiero. Quiero este amor, quiero ésta, tu pureza. Sí, ven a confesar siempre, aunque sea por unas simples faltas, ¡que siempre hay! Y Yo, Dios, viviré siempre contigo.

Yo.- ¡Viva Dios!

+ Vivo y viviré en todo aquel que me desee.