Domingo, 27 de Octubre de 1.996 Rezo… 8:04h. a 8:37h.
Yo.- Amado ¡Amado! Deseo darte las gracias por los buenos sacerdotes. ¿Qué sería de mí sin el agua bendita? Ella me ayuda, y veo cómo el mal se aleja. Es una lástima que no todos los sacerdotes, cuando les pides agua bendita, la bendicen bien ¡Cuántos sufrimientos pasé los primeros meses de este año y cuánto alivio tengo desde hace algunos meses! Yo, Dios mío, te pido por las intenciones de este buen sacerdote; ¡Cúmpleselas todas, por favor, si quieres! ¡Quiere!
+ Hijita mía, llevas algunas semanas en que Satán no te quisiera dejar tranquila, más vives tranquila por tus oraciones y gracias al agua bendita.
Yo, Dios, te escucho, y accedo en parte a lo que me pides, ya que este buen sacerdote no para de pedirme, y no todas sus intenciones van a cumplirse, ya que algunas van contra mis deseos y voluntad; no es que sean cosas “malas” las que me pide, sino que son cosas a las que Yo, Dios, tengo reservado otro final, por ser lo mejor para las almas. Mas Yo, lo bendigo y con mi santa bendición aumento en él mis gracias de conformidad con lo que Yo, Dios, le concedo a sus tantas buenas intenciones.
Es bueno que los hombres cumpláis con vuestro deber, como hizo San José, que cumplió con todo lo que le aconteció. ¡Haced como él, hijos míos! Vivía al día, al momento, en todo momento estaba dispuesto a cumplir Conmigo, con Dios. Y eso hizo y eso debéis hacer vosotros.
Y vosotros, los sacerdotes, como San José, tenéis a Dios, tenéis mis sacramentos, por vosotros vivo y me doy, como San José me tenía y me daba, no me escondía a sus amistades, y todo aquel que venía a casa, me veía, me tenía.
Yo, Dios, trabajaba bajo las órdenes de José, de mi padre, como ahora trabajo bajo vuestras órdenes, oh amados sacerdotes, ya que si me doy, antes vosotros debéis darme; los pecados que retengáis serán retenidos. ¡Dad mi paz, dad mi santa misericordia, dad mi amor con vuestro amor a Mí, a Dios!
Yo.- Dios mío, tengo una pregunta de parte de mi hija Deber:
“¿Cuando te pido algo, Dios mío, lo cumples enseguida? ¿Cuando te pido por los pobres, les das dinero enseguida?”.
+ (Dios sonríe contento) Y es que puedo y estoy contento con mi niña Deber.
Cuando tú, bonita mía, me pides algo, hago como con todas las peticiones: primero, las oigo, después, miro si son peticiones buenas. Por ejemplo, hay quien pide la muerte o la ruina, o la desgracia a un semejante, y estas oraciones quedan vagando por la “niebla”, ya que nadie las recoge, ya que no ordeno a ningún arcángel que vaya a su encuentro. Esas oraciones malas, son oídas por Mí, más repercuten negativamente para quien me las hace y, como toda cosa, Yo, Dios, las tengo en cuenta a la hora de su muerte, de la muerte de quien me las hace.
¡Antes de orar, llenaos de piedad, si no vuestra misma oración os juzgará en el último día!
Y hablando de las buenas y lícitas oraciones, cuando mis Ángeles me las presentan, Yo, Dios, y mi santa Voluntad, se unen a ellas enseguida, o esperan el tiempo terrenal necesario para que se cumpla mi santa Voluntad.
Verás, bonita Deber; Yo, Dios, vivo siempre en el presente, pasado y futuro vuestro; para Mí, Dios, todo es ahora, así que por Mí, es enseguida que cumplo lo lícito que me pedís y que es de mi santa Voluntad, mas vosotros podéis tardar en verlo, en ver los resultados de vuestras peticiones. Niña mía, tienes siete años y eres lista, ya que ser listo, es ocuparse de comprenderme, de comprender a Dios, y su forma de obrar, que es siempre justa. Hija mía, serás santa. ¿Estás contenta? Yo, Dios, sí que lo estoy.
Rezo… 8:50 h. a 9:16 h.
Yo.- Amado Dios, Fuerza te pregunta:
“En la respuesta que le das a Deber, dices que Tú y tu santa Voluntad, se unen enseguida a nuestras lícitas y buenas peticiones, aunque el resultado, traducido a nuestro tiempo terrenal, tardemos en verlo. ¿Cómo es que en el Evangelio pones el ejemplo de la viuda y el juez inicuo?”
+ Sabed, hijos míos, que ni vosotros sois viudas, ni Yo, Dios, soy un juez malo.
Vosotros, desde mi muerte en la Cruz, ¡sois mis hermanos!, y por mi misma muerte, tenéis, os dio mi Padre, por Mí, el Espíritu Santo. ¡Vosotros no estáis jamás solos! No sois viudas ni huérfanos. Antes de morir Yo, ¡el Hijo de Dios!, erais viudas y huérfanos; ahora sois santos, si vivís en Gracia, si sois asiduos a Mí, a Dios, que estoy en los sacramentos. Y Dios no es juez, es Padre.
¡Amados hermanos! Soy Yo, Dios, vuestro Jesús, vuestro hermano, quien os juzgaré en el último día. ¡Es vuestro hermano, Dios, que morí en la cruz, quien es vuestro Juez!
Dios Padre, es ante todo Padre. No en vano morí, Yo, Dios, por vosotros, hermanos míos, de Cristo.
Mas no hace mal a vuestro corazón, el que practiquéis la caridad y seáis reiterativos en vuestras peticiones a Mí. Si pedís con fe, este pedir os ayuda a mantener viva vuestra fe, ya que pedís siempre pensando que se cumpla mi santa Voluntad y no la vuestra. Y ese pedir asiduo os hace humildes a mi voluntad, y es bueno que seáis humildes, y es esto, lo que Yo, Dios, deseo. Mas no dudéis, ¡ni un instante!, que Yo, Dios, soy bueno, y os oigo desde el primer momento. Mas es bueno que me pidáis, ya que al pedirme, acudís a Mí, a Dios, y es bueno para vosotros acudir a Mí; y a Mí, a Dios, me agrada que acudáis tantas veces como queráis. ¿No hacéis lo mismo con vuestros padres cuando tenéis un problema y preocupación, habláis con ellos de él y no os saciáis nunca de hablar de lo que os preocupa. Y cuántas veces, al hablar de ello encontráis la solución, y si no, por lo menos, la paz acude a vuestro corazón, al ser oídos por quien os ama y os escucha con amor y atención, la angustia, o el secreto de vuestro corazón?
Hijos míos, es bueno, muy bueno, para vosotros, que abráis a Mí, a Dios, vuestro corazón; y mientras lo hagáis, no desfallezcáis, ya que si oráis bien, siempre al final recibís mi paz.
Mas para orar bien, hay que tener fe, y tener fe, es creer que Yo, Dios, te he escuchado, ya desde la primera vez, y que le he dado a tu petición, día y hora para su vencimiento; mas, mientras éste no llega, para tener a vuestro corazón contento y unido a Mí, a Dios, me pedís, y Yo, Dios, os oigo nuevamente, jamás me canso de oír la voz tan amada de vosotros, de ti. ¡Hijo mío, pídeme, te escucho y me pongo en movimiento siempre, siempre! Ten fe.