… rezo… (19:15) a (19:59)
Yo.- Oh mi amado, quisiera pedirte algo. Verás Dios y amor mío; ayer cuando estuvimos con tu hija Dol, nos leyó unas palabras Tuyas que le dijiste, creo que fue en junio o julio pasado, en las que estabas muy triste, y le decías que vendrían tres días de horror, en los que las casas temblarían, y se derrumbarían, y las personas, incluso algunos no creyentes, se irían a refugiar en las casas de los creyentes, que serían las únicas que se mantendrían en pie. Como puedes ver mi corazón, mi amado, te darás cuenta que: ¡no entiendo nada!, ya que Tú, amor mío, a mí, me hablas de nuevos tiempos, y a ella le sigues diciendo cosas tristes y dolorosas, y fatales para la humanidad. ¿Qué puedes, si quieres, decirme al respecto, Dios todopoderoso y eterno?
+ Sí puedo, y sí quiero decírtelo. Esos tres días, que son en lenguaje profético. (- Y veo sonreír a Jesús, y su sonrisa me conforta el corazón)
Y Yo Dios deseo confortar tu corazón, y el corazón de todos mis hijos que me aman y tienen fe.
Y te decía, mi niña, mi dulce flor, que siempre está en primavera, en la primavera de la sencillez y del resplandor de su Dios, al que tanto ama.
Todo lo que le cuento a mi amada Dol, es cierto como lo que te digo a ti, mi linda niña.
¡Hay buenos tiempos a la vista, para los hijos e hijas que me han dado su corazón, y con él, está mi amor, que ha encendido al suyo!
Pero, los hijos míos que no desean y rechacen abiertamente mi amor, éstos sufrirán la ruina de si mismos: “de sus casas”, y eso durará por tres días, que, al tiempo de Dios, es un breve tiempo temporal.
Muchos, durante estos “días”, se reconciliarán a Mí, a su Dios, a través del amor que lucirá y brillará en los corazones y las obras de los hijos que han permitido que mi amor les despertara el suyo. Y estos hijos míos, por su amor, servicio y fidelidad, me rendirán almas a Mí, a Dios, en los últimos tiempos.
Pero, aunque no sea del agrado de Dios, pasados esos “tres días”, se cerrará el tiempo, y subirá mi Amada, la Esposa de Cristo, mi Santa Iglesia Católica, Apostólica y Romana, al Cielo, y se terminará el tiempo, y habrán algunos amados hijos, que no estarán Conmigo, ya que libremente y conscientemente, habrán elegido a Satán.
Y cuando digo el nombre del maligno, hablo del mentiroso, del que confunde los corazones, y que es el culpable de la desunión de mi Santa Iglesia Católica, y es el que ha creado tantas religiones falsas.
¡¡Yo soy Dios, el Verdadero Dios, el Dios Trino y Uno, el Dios Creador y Todopoderoso, y mi única Iglesia es mi Santa Iglesia Católica, Apostólica y Romana; la que dirige mi Espíritu, el Espíritu del Dios Vivo, que está con el Santo Padre; con todos y cada uno de los Papas que han existido, el que existe, y los que existirán!!
¡¡La Iglesia que tiene por Madre, Reina y Patrona, a mi Santa Madre, la Madre del Dios verdadero, la Madre del Cristo, y que es Dios: Yo!! (Yo.- Y su voz suena como un trueno)
Amada hija, mi buena y fiel Primavera, tú, y todos los hijos que me han permitido darles mi amor, y se han rendido al Él, y lo han servido, y han sido fieles, y lo han correspondido: ¡no temáis hijos míos!; si sois mis verdaderos hijos, estáis con mi Madre; y, si estáis con Ella, pertenecéis a mi única y verdadera Iglesia, y con el Santo Padre.
Repito: ¡no temáis!; vosotros, mis amados, subiréis al final de estos “tres días” al Cielo Eterno, a mi Corazón, al mismísimo Corazón de Dios.
Ya os he dicho, que tengo los planos a punto.
¡No sufráis por mis hijos, por mis amados, que no me amaron! Estad seguros que Yo los he buscado, Yo Dios los he amado y se lo he demostrado, y se lo demuestro constantemente; pero ellos, libremente, no me eligieron, no me vieron en la verdad de mi única Iglesia, y no me amaron.
Ya que ya os dije, que quien me ama, sabe la verdad, la verdad de que Yo, Dios, el Cristo, fundé en Pedro, mi Iglesia, mi verdadera y única Iglesia.
Que cada uno de vosotros, hijos amados, discierna en la verdad de su corazón, y me hallará, y vendrá a Mí, y se unirá al Santo Padre, y, con él a la cabeza, subirá a los Cielos.
¡No dudéis de la verdad de vuestro Dios!
Y recordad: ¡Mi Madre os espera! Ella es la clave, Ella me llevó en sus entrañas, y a Ella os lleva mi hijo, mi pastor, mi apóstol: el Santo Padre. ¡Obedecedle, y viviréis!