Saltar al contenido

Fin del mundo - 91. página

Revelaciones 23

Rezo…

+ Hijos míos, ¿para qué sirven mis diez mandamientos?

Sirven para ayudaros a recuperar vuestra naturaleza, muerta por el pecado original.

Con ellos, Yo, Dios, os simplifico cómo saber recuperar lo que el pecado original cometido por vuestros primeros padres, os quitó.

Y esto es la verdad de vuestra naturaleza, la verdad de lo que os hace felices y libres, y, por tanto, perfectos.

Lo perfecto es ser feliz, es funcionar con perfección.

Un pájaro es feliz cuando está libre y vive en su medio natural, en la naturaleza vegetal. 

Un hombre es feliz cuando vive por Mí, por Dios, su naturaleza espiritual.

Es muy sencillo, sólo que no sabéis la verdad, u os la han contado mal.

Pero es muy sencillo ser feliz y natural, es sólo amarme a Mí, a Dios, sobre todas las cosas.

Y te pregunto; ¿por qué no me amas?

Yo, Dios, te amo, y por mi amor a ti, te creé, creé el mundo, y aunque por Adán y Eva os alejasteis de Mí, de Dios, y vuestra naturaleza, Yo, Dios mismo, vine, por mi amor, a rescataros del error, del engaño.

Me hice hombre en las entrañas purísimas de María Virgen.

Y gracias a San José, crecí; él me alimentó, me cuidó.

Y, de adulto, os enseñé mi doctrina, mi Santa Doctrina.

Y morí por ti, ¡sí!, por ti, para que por mi muerte, Dios no tuviera en cuenta tus pecados, sino tu amor, y, por tu amor, las obras de la fe por amarme.

Y es fácil y es sublime mi amor, el amor de Dios.

¿No puedes amarme?

¿Tan difícil te es amar a Quien tanto te ama?

Yo, Dios, morí de amor por ti, y sigo muriendo de amor por ti, en cada Misa que se celebra en cualquier lugar del mundo.

Y mi muerte, es mi entrega a la obediencia, a la obediencia de amar a Dios más que a Mí mismo.

Yo, Jesús, libremente amé a Dios sobre todas las cosas, y por el amor de Dios a ti, a vosotros, Yo, Jesucristo, Dios y hombre verdadero, morí.

Amé a Dios sobre todas las cosas, y esto mismo debes hacer tú, hermano mío, hermana mía, ya que Dios  Padre sigue pidiendo que seáis libres,  ¡realmente libres!, y ser libres, es ser bueno y justo.

Y es bueno y justo, amar a Quien tanto os ama, ¡a Mí!, a Dios, a Dios Padre, a Dios Hijo, a Dios Espíritu Santo, ¡a Dios en Unidad! Ya que en unidad os creamos, y por obedecer la unidad, Yo, Dios Hijo, morí por ti, por vosotros, todos los que vais a morir, para vivir en la eternidad del Cielo o del Infierno.

¿Me amas más que a ti mismo? Si es así, vendrás a Mí, al Cielo Eterno, aunque hayas caído infinidad de veces, por intentar amarme más que a todas las cosas y personas.

Pero, ¿quién cae?, sólo puede caer el que está de pie; los que viven en el error, en el pecado continuado, estos no están de pie; estos se arrastran, andan en el error de su imperfección.

Hijo mío, hija mía, antes que nada; ¡ponte en pie!; confiesa tus pecados ante un sacerdote, en el sacramento de  la confesión; que cuando recibas la absolución de ellos, Yo mismo, ¡Dios!, te alzo; ¿no estás más contento?, ¿no estás más aliviado?

Tu carga no te hace arrastrar, ya que has dejado la carga al confesarte, y Yo, Dios, te he aliviado del dolor del peso que te tenía viviendo muerto. Y, ¿no es de pie como acudes a comulgar? Vienes andando solo, ¡de pie!, y ante Mí, te arrodillas para así poder seguir de pie tu vida. ¿Verdad que es maravillosa la vida?