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Revelaciones 73

… rezo… (22:33) a (22:49)

 

Yo.- Amado Dios y amor. La próxima semana iremos a ver al sacerdote don Siriku, no es de los De Belén, pero es un buen sacerdote, amante de tu Madre. ¿Deseas que le digamos algo de tu parte, Dios mío? 

+ (- Cuánta ternura hay en el rostro de Jesucristo al oír el nombre de este sacerdote) A él, amados Primavera y Fuerza, quería que os acercarais con mi bendición, bendición que hago con mis dos manos puestas en su cabeza.

Hijo mío: ¡serás santo! Mi apóstol fiel, humilde, siervo sencillo y eficaz en la oración, que tanto amas a mi Madre, que es tu Madre, y que Ella tanto te ama a ti, hijo predilecto.

Fuerza, hijo mío, déjale todos mis escritos, él los saboreará como miel recién salida del panal. Reconocerá mi voz, que tanto ha oído en su corazón.

Alégrate, amado de mis amados, alégrate de las palabras santas de tu Dios, ese Dios que vive en ti, y tú tanto amas.

Oh, mi bien amado hijo, que llevas prendida la rosa roja de mi Madre en tu corazón; sonríete conmigo, eres mi dulce sueño de un hombre que busca desesperadamente, con todo su amor para su Dios, la perfección humana. Tu sencillez asusta a los demonios, que no pueden nada contra ti, ya que tu humildad los desarma, y furiosos regresan a su infierno, después de sus inútiles tentativas de tenderte su satánico lazo.

La virtud de la humildad, es la mejor espada para derrotar a Satán y a sus secuaces.

Amado hijo mío, mi Siriku, mi buen pastor, mi fiel sacerdote, ¡serás santo!