Lunes, 4 de diciembre de 1995… rezo…
Yo.- Amado mío, me inclino y me maravillo de tu gran y auténtico poder.
No tengo palabras para expresar todo lo que siento y pienso, pero Tú, Dios mío, las ves.
+ Las veo Yo, Dios, sí, pequeña y amada criatura. Las veo y me sonrío, (Yo.- le veo) y me regocijo de ver tu asombro.
Yo Dios todopoderoso, puedo hacer todo lo que me plazca y en el momento que me plazca.
Puedo, si quiero, gritarle al viento: ¡párate!, y se para.
Puedo decirle a un alma: ¡ten fe!, y tiene fe.
Puedo decir y decidir cuanto me plazca, soy Dios Amor, y verdad y todopoderoso, y lo demuestro cuando es mi santo deseo.
Y si quiero, puedo hacer que los hombres me conozcáis, y me améis, o dejar duro vuestro corazón. Lo puedo y lo hago, ya que soy Dios.
Pero actúo cuando es justo para Mí, Dios.
Quiero decir, Primavera, mi niña, que al saber con verdad, con auténtica y veraz verdad, todo lo que siente un corazón humano, por mi autoridad, que es libre y sobrenatural, si veo que hay un alma que me ha dado el sí, aunque es un sí interior y flojito, y a veces un tanto inseguro de sí mismo, Yo Dios, por mi gracia, hago que esa alma, aunque a los ojos de los hombres, por su conducta, parece fría y lejana a Mí, Dios, de y en un instante, sienta y demuestre la fe en Mí, que me tiene.
Eso, hija mía, son las conversiones milagrosas a los ojos de los hombres, y esas conversiones, son las más numerosas que veréis vosotros.
Hay muchos, muchísimos hijos míos, que están indecisos, pero a la vez deseosos de darme ese sí interior que necesito, Yo Dios, para actuar un milagro.
Por eso, amada Primavera, primero con tus manos, les das y darás mi amor y paz, y eso les da la confianza para poder pensar en un momento darme el sí, y luego, cuando me lo dan, oyen la voz de mi Espíritu, que habla por mi amado hijo Fuerza, y los rindo totalmente a Mí, Dios, y se ha obrado el milagro.
Esos son los milagros, que a través vuestro, vuestro Dios, que tanto ama a sus hijos, dará al mundo de los vivos; y este milagro se obrará también con leer estos, mis Santos Escritos, los Escritos del Dios de los vivos, que los hombres ansiosos de mi amor, sentirán en su corazón; su total sí a Dios, y su conversión, será el milagro de Dios.
¡Os amo a todos, hijos amados!
Escribe la historia, para que todo el mundo la vea, y a través de ella, su fe en Mí, su Dios, se aumente por instantes, y me pidan como tú, hijita bonita, con humildad, con la humildad de su humillación, que les de mi fe, que al ser inmensa, es inmensurable su limitación.
Quiero que aquí termine mi primer libro, que Yo, Dios mismo, te dicto, y al que he titulado: «La historia del amor que Dios siente por ti.»
Pero toda historia continúa, y ésta da paso a mi segundo libro contigo, Primavera, al que titulo: «Amando al Amor.»
En él, te enseño a amar a Dios sobre todas las cosas; sobre el miedo, la enfermedad y las contrariedades que hay en este mundo de los vivos, que os lleva a la Patria Celestial, allí donde el Amor, que soy Yo, Dios, seguiré dejándome amar y continuaré amándoos con total y verídica intensidad.
Venid a conocer el amor y conoced la locura de vuestro amor, que os da la alegría y la felicidad de seguir la historia de vuestra vida, amando al Amor, a Mí, a Dios, el que tanto os ama siempre.
¡Ven!
¡Te espero con tu amor y mi amor!
Ven a amar a Dios, ese Dios que, amándote tanto, desea tu amor.
Ven… ven… ven…