Saltar al contenido

Revelaciones 11

Jueves, 26 de Septiembre de 1.996   Rezo…      12:43 h. a 13:16 h.

Yo.- Amor mío: ¿Soy injusta, hago discriminaciones de personas, cuando, sin querer, tengo amor y predilección por las personas católicas que te aman y cumplen contigo y con la Iglesia?

+ ¿Hace Dios discriminaciones de personas, y soy injusto cuando mi santa providencia de amor, cae y recae en los hijos que me amáis y me lo demostráis con vuestras libres obras de amor? Pues si Yo, Dios, obro, como ama tu corazón, es que no es injusta tu actuación, amada y buena Primavera.

Hija mía, es normal y natural que sientas una irresistible e instantánea simpatía por quien ama a tu amor, a Mí, a Dios. Eso no es ser injusto, esto es la inclinación natural del hombre. No te sientas pecadora; sería pecado que actuaras con los demás haciendo acepción de personas, es decir, que sólo hicieras el bien a quien te uniera la simpatía, e hicieras el mal a quien despreciaras. Tu deber como hija mía, del buen Dios del universo entero, es hacer siempre, siempre, el bien a todo el universo, a todo lo creado por mi amor y voluntad, por el amor y voluntad de Dios.

Hijos míos, no es lícito hacer el mal ¡a nadie!, repito Yo, Dios, ¡¡a nadie!!

Soy Yo, quien doy el pago a la libre actuación de cada uno; vosotros, como los ángeles, debéis hacer lo bueno por amarme, por saber que Yo, Dios, en verdad os amo a todos, a justos e injusto.

¿Qué sabes tú, amado mío, si por tu amor y bondad, haces cambiar a uno que iba perdido?

Por tu bien, muchos verán que Yo soy Dios, y que amo a todos sin discriminación, por tú dar el bien a todos.

Hijos míos, os necesito santos.

Un santo actúa, trabaja para Mí, no para los hombres, y por trabajar y actuar para Dios, ama a los hombres, ya que trabaja y actúa en perfección, en santidad, es decir, haciendo el bien, jamás el mal, ¡jamás!

Hijos míos, es sencillo, es bien sencillo; poned en vuestro corazón a Mí, a Dios, y cuando hagáis lo que sea, hacedlo por Mí, por Dios, y no por vuestras simpatías o antipatías.

¡Debéis sojuzgar vuestro temperamento!

Yo, Dios, os juzgaré por vuestro carácter.

Y es el carácter, que debe y puede anular el temperamento.

No digas jamás: “Eso no puedo hacerlo, eso no va conmigo”. ¡No es cierto! Te mientes a ti mismo; eres realmente y auténticamente libre para hacer de ti lo que desees.

Por eso es bueno que desde pequeño aprendas a meditar, a saber discernir el bien del mal. Cuanto antes lo aprendas, antes gozarás de la felicidad terrena.

No da la felicidad lo que está fuera de ti. Lo que te hace feliz, es lo que eres, es tu carácter.

Tu carácter debe, tiene que ser santo, y es por lo que tú eres, por las obras de tu carácter, que harás bien o mal al mundo.

La ira es maléfica, en cambio, la dulzura es benéfica.

La soberbia es demoníaca, en cambio, la pureza es divina.

La lujuria es necia, y el amor, en cambio, es santo, por provenir de Dios, el Santo de los santos, el Perfecto en amor, el Dios amoroso que doy mi santa providencia a quien me ama y me lo demuestra.

Es natural, Primavera, que ames más a quién con sus obras me ama, y es natural que ames a  todos, ya que es natural que Yo, Dios, a todos amo.

Ames o no ames tanto, tu natural es amar, ya que Yo, Dios, amo, y si estoy en ti, por vivir tú en mi santa gracia, no obras por ti sino que obras por vivir Yo en ti, el Amor.

 

13:26 h.  a  13:51 h.

+ San José, amó por mi amor. No me escondió a los pastores, al contrario, era feliz junto con Mamá, de darme a conocer a los pastores, al mundo.

Cuando los reyes de Oriente se presentaron ante Mí, ante Dios, no se escondió José, ni me ocultó, y no sintió su corazón envidia de los regalos de los monarcas.

Él, José, jamás pudo darme oro, mas aceptó con gran agrado, que me dieran oro como santo regalo.

Vosotros, amados hijos míos, incluso tenéis  celos de si alguien es más bueno Conmigo, y por tener un amor más grande, los demás ven mis maravillas en él; o tenéis celos de quien teniendo más dinero que vosotros, o más generosidad de corazón, me da oro para engalanar mis altares donde vivo Yo, Dios, el Rey. Os parece injusto que otros practiquen su santa libertad con su oro de amor, u oro en capital. José, no hizo esto, San José, por amarme, respetó que los que me amaran, me entregaran libremente sus ofrendas. No se sintió jamás desplazado.

Él sabía que Yo soy Dios, y que dejo que el risueño me sonría, el cantante me cante, el mudo me mire, el silencioso me escuche, el rico me de riqueza, el enfermo, su dolor; el pecador, su arrepentimiento y confesión. Cada uno me da de lo que tiene.

Y es injusto que el enfermo, por ejemplo, desee que todos estéis enfermos y me deis vuestro dolor, vuestro sufrir; como es injusto que el pobre desee que  nadie me dé dinero; dicen: “Lo den a los pobres”, a ellos. Nadie, solo Yo, Dios, soy el que puedo rechazar lo que el hombre me dé.

Los que me améis, haced como San José, y dejad libres al mundo: Que cada uno dé a Dios, a Mí, lo que sea de su antojo. Soy Yo, Dios, quien veo lo profundo de vuestro corazón, y a veces, da más un rico con su dinero, que un pobre que, quejándose, no es capaz de amarme, y se gasta su poco dinero con rameras; en cambio, el rico cumple día a día, Conmigo.

Los ricos pueden, deben ser santos, como lo fueron los Reyes Magos; y los pobres, pueden, deben ser santos, como lo fueron los pastores de Belén.

Vosotros, haced como María y José; vosotros, ofrecedme a los hombres, dadme a conocer; no tengáis celos, ni envidias, sed buenos.

Yo, Dios, estoy en cada uno de vosotros; tú me tienes, igual que me tuvo San José, los reyes y los pastores; y que cada uno me dé según el amor de su corazón.

Los pastores eran pobres y tuvieron que andar poco para hallar a Dios; en cambio, los reyes, anduvieron años, se perdieron y preguntaron; su riqueza les permitió ser constantes en la fe. Yo, Dios, lo tengo todo en cuenta, y al rico le pruebo con su riqueza, y al pobre le pruebo con su pobreza, pero a ambos les ayudo a encontrarme, a hallar a Dios.

 

Rezo…      14:02 h. a 14:32 h.

Yo.- Amado mío, ¡Jesús! Me ha venido a la mente que hay muchos que critican a tu Iglesia Católica por el dinero que tiene en ofrendas para Ti, Dios nuestro; incluso critican a los Papas, y los acusan de usureros: ¿Cuál es tu opinión?

(Sonríe) Me sonrío, ya que este tema que me has planteado, fiel instrumento mandado, es la excusa de muchos para aborrecer a la Santa y única Iglesia de Dios: La Católica, Apostólica y Romana. Y os pregunto:

¿Es ilícito dar presentes a Dios? ¡No!

Todos os dais presentes unos a otros, en demostración de vuestra amistad o devoción. Incluso entre los pobres os dais dinero o presentes, ¿no es cierto?

De esto, se deduce, que hacer regalos a Dios o a los hombres, no es injusto, por lo cual, no deseo que juzguéis por lo que deis o den.

Otra cosa es lo que hace la Santa Iglesia con el dinero o los regalos de los  hijos al Altísimo, a Mí, a Dios mismo. Y es bueno que sepáis que la Iglesia siempre da, incluso dinero, además de caridad, a los pobres; incluso al tercer mundo. Y es bueno, es santo, que antes de criticar a mis Papas, a mi Iglesia, os cercioréis, os enteréis de la verdad.

Es muy fácil decir: “Que la Iglesia venda sus tesoros y los dé a los pobres”. Y os pregunto Yo, Dios, que lo sé todo: ¿Vosotros creéis que los pobres no tienen a caciques que los manipulan? ¡¡No sabéis nada!! No sabéis que el dinero no va casi nunca a manos del pobre. El dinero de los buenos es interceptado e incluso sirve para crear más pobreza: ¡Son los hombres los que debéis cambiar! ¿O es que acaso Yo, Dios, fui injusto y creé países pobres? ¡Toda la tierra tiene sus frutos!

Hijos míos, habláis mal, habláis sin pensar, sin meditar, sin discernir; sin saber la cruda realidad.

El dinero no da ni dará la paz. Más bien el dinero endurece a los que viven sin Dios.

No es el dinero el que da la paz, ¡soy Yo, Dios! Y ¿Cómo me doy Yo, Dios? Me doy a cada uno, ¡uno a uno!, me doy en los Santos Sacramentos que viven en mi única Iglesia, Católica, Apostólica y Romana.

Y cuando, y sólo, cuando el mundo sea católico, habrá paz a los hombres. Mas, eso no acontecerá jamás, por estar suelta la Bestia, Satanás. Por eso ya os dije Yo, Jesús, que siempre habrían pobres. No os mentí, ya que Satán está suelto y vive en la tierra en que tú vives.

Medita mi Voz, discierne, y no repitas vanamente lo que es imposible, que el mundo sea justo.

El mundo jamás será justo, el mundo tiene en sí la desgracia del pecado original.

No mires al mundo, mírate a ti; tú puedes ser de mi Mundo, sin marcharte del mundo.

Tú puedes tener paz, y por tu paz, dar paz al mundo, mas nada más. No puedes hacer nada más, por mucho que lo desees; por mucho que te repitas que es injusto tanta injusticia.

Ya os lo dije: Mi Mundo no es de este mundo. ¡Ven a mi Mundo! y no vengas solo, trae contigo parte del mundo a vivir a mi Mundo. Allí las casas son de oro, zafiros son sus puertas y ventanas,  allí hay la riqueza que vosotros me habéis ido dando a través de mi Iglesia, la riqueza que vive en el corazón de los que me amáis.

¿Me amas? Pues si me amas, compra mi Mundo con la riqueza, física o espiritual, que por tu amor, se une a las obras de mi Santa Iglesia, Católica, Apostólica y Romana, ¡la Santa!